Alberto Fernández hizo gestos y promesas a la CGT y a Moyano para apaciguar el malestar sindical

En la misma semana se mostró con sectores gremiales antagónicos. Hubo fotos y anuncios para todos. El fantasma del ajuste, la gobernabilidad y las elecciones clave de 2021

Alberto Fernández se anticipó a la Navidad y se convirtió la semana pasada en el Papá Noel del sindicalismo: les regaló a los principales sectores internos una foto con él para que puedan exhibirla como demostración de su cercanía con el poder político, esa aspiración eterna de todo gremialista argentino.

Por un lado, el Presidente fue a visitar a Hugo Moyano por el Día del Camionero y le dedicó un discurso de 17 minutos rebosantes de elogios al líder sindical y a su organización. Eso fue al mediodía del martes, y a última hora de la tarde estuvo con Pablo Moyano en la Casa Rosada. Así, el moyanismo tuvo un día de fiesta que aprovechará para salir a cazar adhesiones con la idea de volver a conducir la CGT desde 2021.

Por otro, el jefe del Estado volvió a recibir a la cúpula de la CGT en la Quinta de Olivos por segunda vez en 18 días y dio otras señales que estaba esperando: prometió avances en la creación del demorado Consejo Económico y Social y soluciones para la crisis de las obras sociales. Así, el sector que maneja la CGT tuvo un día de fiesta que aprovechará para intentar retener la conducción desde 2021.

 

Los regalos presidenciales para Navidad tuvieron más destinatarios: el Gobierno cerró un acuerdo con los sindicatos estatales que incluyó un aumento anual del 25% (se pactó un 18% que se sumó al 7% otorgado en octubre) y el pase a planta permanente de 29.000 trabajadores del sector público en 5 años. El día de fiesta lo tuvieron la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), de perfil combativo, que firmó su primera paritaria en 15 años de disconformidad permanente con las ofertas oficiales, y la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), cuyo titular, Andrés Rodríguez, era uno de los dirigentes de la CGT más díscolos ante la falta de respuestas del Gobierno a sus reclamos.

¿Cuántos regalos más hará el Presidente? ¿Qué sorpresa habrá en los zapatitos sindicales cuando llegue el Día de los Reyes Magos? Alberto Fernández sabe que el fin de año se perfila complicado en materia socioeconómica por la reformulación de los programas de ayuda como el IFE y el ATP, una concesión a la necesidad de llegar a un acuerdo con el FMI, y por la dificultad en controlar los precios y las tarifas.

El fantasma del ajuste, demasiado corpóreo, agita el malestar sindical y el Gobierno tenía que desactivarlo no sólo para pasar las Fiestas, sino también para comenzar el nuevo año de una manera que no interfiriera en el gran objetivo político para 2021: ganar las elecciones legislativas y evitar que la bronca de la dirigencia gremial y de la gente, sobre todo, traben la gobernabilidad y disipen el sueño de continuidad en 2023.

 

No son tantos los recursos que Alberto Fernández tiene disponibles si pretende cerrar con el FMI sin alterar las cuentas públicas y por eso está apelando a lo que tiene a mano. Además de fotos con los sindicalistas que ayudan a contener a los trabajadores, promesas y anuncios de todo tipo. Ante la CGT, por ejemplo, volvió a hablar de crear por decreto el Consejo Económico y Social para no demorar su convocatoria, aunque en la central obrera dudan de que se concrete en breve. ¿Cómo compartir con empresarios y sindicalistas el diseño de la economía si no está el acuerdo con el Fondo?

El primer mandatario también estuvo de acuerdo, espiritualmente, al menos, cuando la dirigencia cegetista le contó que está preparando un proyecto de ley para que el Estado se haga cargo de pagar los medicamentos de alto costo, uno de las claves que explican la desfinanciación de las obras sociales. Alberto Fernández no anticipó su opinión, aunque avaló que se avance con la propuesta. Nuevamente, la duda: ¿cómo comprometer más fondos estatales en este momento?

Los caminos se estrechan para una coalición peronista que debe gobernar sin recursos frescos. Por eso también surgen interrogantes sobre la viabilidad del ambicioso plan para construir 500.000 viviendas en terrenos sindicales que el ministro Jorge Ferraresi le propuso la semana pasada a la CGT y a los gremios de la Corriente Federal de Trabajadores, que lidera el bancario Sergio Palazzo.

Conformar a todos es la consigna presidencial, que se complementa con otra: ganar tiempo y paz social para llegar al acuerdo con el FMI. Luego vendrá el turno de asegurarse los votos para consolidar el poder. En ese punto, el sindicalismo tiene otro desafío por delante: en 2021 deberá renovarse la conducción de la CGT, cuyo mandato venció en agosto y se prorrogó por la pandemia.

 

Si fuera por Alberto Fernández, la central obrera debería estar liderada por un triunvirato integrado por los sectores más importantes del gremialismo, pero aseguran los colaboradores del Presidente que ya aprendió que no debe meterse en ese tema. Es evidente que tiene más afinidad con Héctor Daer, del Sindicato de Sanidad y del sector “los Gordos”, y que el otro candidato para liderar la CGT, Pablo Moyano, sigue siendo un dilema: tiene un carácter imprevisible que lo diferencia de su papá Hugo. Palazzo, con quien el jefe del Estado tiene una fluida relación, arrastra un pecado de origen para el establishment sindical que lo aleja de llegar algún día a la cúpula cegetista: es radical.

Aun así, ¿al Presidente le conviene una CGT unida o dividida? Es el debate perpetuo para los analistas del tema. Fracturada y peleada, la central obrera es más manejable para cualquier gobierno. Unificada puede convertirse en un dolor de cabeza cuando la economía atraviesa cimbronazos porque es garantía de una mayor capacidad de presión y, eventualmente, de medidas de fuerza. En tiempos de bonanza, garantiza que lo que firme con el Gobierno tendrá una representatividad indiscutible.

Pero para que se renueve la CGT falta una eternidad. Será, con suerte, a mediados de 2021. Mucho antes, en el almanaque presidencial figuran estas fiestas que llegan con regalos para casi todos los sindicalistas. Alcanzarán para llegar al año nuevo. Se verá si sirven para asegurar más noches de paz y de amor no sólo a los dirigentes, sino también a los trabajadores.(Fuente:Infobae/ Por Ricardo Carpena)