Entrevista a los nominados al Nobel de la Paz por identificar argentinos enterrados como NN en Malvinas: “Lo hicimos por las madres de los soldados”

Julio Aro -veterano de guerra argentino- y Geoffrey Cardozo -coronel inglés- fueron quienes encabezaron la tarea del reconocimiento de los cuerpos inhumados en tumbas sin nombre en el cementerio de Darwin después del conflicto del Atlántico Sur. “Es muy difícil enterrar a alguien sin saber quién es. No es un objeto, es una persona”

Codo a codo trabajaron ambos veteranos de guerra -uno argentino, el otro inglés- para que cada cruz de cada soldado caído en la turba de Malvinas y enterrado en el cementerio de Darwin tenga su nombre. Para que hayan recuperado su historia, su dignidad de ser humano. No estuvieron solos, por supuesto, pero fueron quienes asumieron este desafío desde el principio. Pudieron ser Juan López y John Ward , y como escribió Jorge Luis Borges (que nunca obtuvo el premio Nobel, que ironía) haber sido cada uno Caín y cada uno Abel, ser enterrados juntos y que la nieve y la corrupción los conozcan. Pero no. Son Julio Aro y Geoffrey Cardozo. Y tras la postulación que hizo hace dos años la Universidad de Mar del Plata, el comité noruego que define los premios más prestigiosos del planeta los nominó para el Nobel de la Paz 2021.

Repuestos de la sorpresa, en un zoom que unió La Plata, Francia y la redacción de Infobae, hablaron de cómo la confianza que nació en el 2008, cuando Aro viajó a Londres junto a otros veteranos para conocer cómo trataban allí el estrés postraumático y Cardozo ofició de intérprete.

El argentino no lo sabía, pero Cardozo -que en 1982 trabajaba en la logística del Ministerio de Defensa británico y condecorado por la Reina Isabel como Comendador de la Excelentísima Orden del Imperio Británico (CBE)- había sido el encargado de inhumar en el Cementerio de Darwin, y ya en 1983, a nuestros compatriotas. Entre ese momento y la nominación pasaron no sólo 37 años, sino una lucha tenaz para conseguir el objetivo. Con la intervención de la Cruz Roja Internacional y el Equipo Argentino de Antropología Forense y en el marco del llamado Plan Proyecto Humanitario, 115 soldados, suboficiales y oficiales fueron identificados. Sólo restan 7 para que la tarea sea cumplida en su totalidad. Para Cardozo, el mensaje del Nobel “es poderoso, es un mensaje de paz y esperanza para todos nosotros: su país, el mío, sus veteranos, los míos, la juventud”.

 

-¿Cómo se enteraron de la nominación?

J: Fue ayer por la mañana, por el grupo que tenemos en la Fundación, a los 5 minutos. Y desde el día de la nominación no paró de sonar el teléfono. Me conmueve. Ayer en un zoom estaba Elma, una mamá y emociona. Todo lo hicimos y hacemos no es por Geoffrey ni por Julio, sino por esas madres. Feliz.

G: Yo también, muy feliz. Fue una sorpresa. Estaba caminando por el campo, muy lejos de mi casa, tomando un poco de aire en estos tiempos difíciles para nosotros y para todos. Fue una llamada de teléfono de un amigo.… No me puedo esconder en Francia, jaja, tengo tantos amigos y amigas en su país. Es increíble. Fue una noticia maravillosa. Con Julio hemos hablado de esto… Pero hay algo más importante. Para nosotros el premio es maravilloso, claro. Pero sobre todo esta nominación, que no es el premio, da un mensaje muy fuerte de paz, de alivio, de esperanza, como dice Julio, no es un premio para dos personas… Somos muy pequeñas en el equipo. Está Gaby (Cociffi, directora Editorial de Infobae), los antropólogos, la Cruz Roja, la cancillerías, las embajadas.

-¿Cómo se conocieron ustedes?

J: Como mi inglés es perfecto, porque digo “yes” y lo digo mal, nunca precisé un traductor. Hay un hilo conductor invisible, que uno no si imagina ni ve. Cuando fuimos invitados a Londres, más allá del proyecto que habíamos llevado, nos ponían diferentes traductores para hacer las conferencias, las charlas, las visitas a los diferentes lugares, y en una de esas tantas siempre aparecía una persona que … decíamos que tenía una mirada zorra y era Geoffrey. Te sentías como estudiado. El después nos decía que veía en nosotros una pena muy grande. Y lo pudo confirmar. Con él nos sentíamos como una más porque habla perfecto el español. No es lo mismo un intérprete que un traductor, le ponía sentimiento a nuestras palabras. Y fue así. Nos querían comentar de qué forma estaba el gobierno argentino peleado con el gobierno inglés, y nos dijeron armen una Fundación para poder hablar entre nosotros, que los Estados y los gobiernos arreglen los temas entre ellos. Así formamos la Fundación No me olvides. Y una tarde muy linda, uno de los últimos días, después de un par de cervezas, porque si no tomás un par de cervezas no te dejan ir, Geoffrey, me acuerdo siempre la imagen, porque nos acompañó a tomar el taxi y saca del pilotín que tenía un sobre de papel madera muy grande y algo y nos dijo: “esto es para ustedes, sabrán qué hacer con él”. No era secreto, porque lo tenían ellos, la Cruz Roja, nuestro gobierno, esto no es secreto. Y la verdad es que nos desesperamos, porque después nos enteramos quién era y qué había hecho Geoffrey, qué trabajo había cumplido, cuál era su misión. Abrimos eso y tenía coordenadas, fotos. Sabíamos que teníamos en nuestras manos un poder muy muy grande para algo que nos hacía tanto mal. Cuando lo tradujimos, vimos que debajo de cada cruz había un cuerpo a 1,5 metro, como decía Geoffrey, pudimos ver con que pasión, amor y respeto enterraron a nuestros compañeros. Pudimos ver y sentir cómo los cuidó y los protegió. Aprendimos muchas más cosas que realmente nos impactaron. Descubrimos un número de documento que pertenecía a alguien, y ese alguien era Gabino y Gabino era un soldado correntino que había muerto el 28 de mayo. Y ahí arranca el peregrinar para intentar juntar las partes, hablamos con Antropología Forense, fuimos a Ginebra. Queríamos ver si era posible armar este maravilloso plan. Y todo se lo debemos a Geoffrey y con el tiempo vas viendo quiénes eran los enemigos. Nunca hubiéramos sido enemigos con Geoffrey. Jamás me hubiera enojado con él por más que hable el idioma que hable. No importa en qué lugar nació. Geoffrey tiene un corazón muy grande, muy noble y siempre hubiera sido mi amigo más allá del lugar donde hubiera nacido.

-¿Por qué le dió esa información a Julio, qué le transmitió para haber generado esa confianza?

G: Pude ver en los ojos de Julio algo muy profundo, me dio una confianza enorme. Podía ver un hombre con un corazón y con una dirección moral, pero también una determinación de hacer algo para sus compañeros. Fue únicamente después de haber pensando toda una noche en mi cama, que yo he dicho: “Este hombre debe tomar mi informe porque va a ayudar a su trabajo”.

-Julio, ¿ya tenía la intención de buscar a sus compañeros?

J: Si. Siempre comentamos las charlas en Londres, cuando terminamos, porqué. Y les decía que cuando fui a las islas, esa placa del soldado argentino (sin nombre) me partió la cabeza. Más allá de haber estado en mi posición, en campos de batalla donde no estuvo, de entender la guerra desde otros puntos de vista, esa placa nunca la entendí. Y cuando te enterás con el informe que debajo de cada cruz hay un cuerpo, un nombre, se lo comenté a mi vieja y me dijo “no te hubiera dejado ni un minuto de buscar”. Cuando tenés empatía con el otro, te ponés en su lugar. Si me hubiera tocado quedarme, me hubiera encantado que cualquiera de mis compañeros estuviera al lado de mi mamá o de mi papá ayudándolos a buscarnos. Así que tal vez esa es la misión que uno tiene en la vida, a mi que me tocó volver, porque también te preguntás por qué te tocó volver. Atrás tengo este mapa del cementerio de Darwin y es lindo mirarlo porque lo encontrás con todos los rostros. Faltan solamente siete del primer plan del proyecto humanitario… Vos entrás y te cuesta ubicar esos siete, antes eran todas cruces parecidas. Hoy la misión está cumplida, aunque falta. Estamos en el muy buen camino para no dejar a nadie en el campo de batalla. Aquellos que vivimos el horror de una guerra sabemos que no hay que dejar a nadie atrás. Y la mejor forma es darle nombre, apellido, rostro e historia.

-¿Cuál fue su misión en Malvinas, Geoffrey?

G: Soy soldado. Yo no fui a la guerra. Yo tuve la orden de ir a la guerra pero en una segunda rueda, para cambiar nuevas tropas. Llegue algunos días después de la rendición porque no podíamos aterrizar hasta ese momento. Yo encontré, cuando hablé con Julio que él me dijo que las las familias no sabían lo que se había pasado con sus seres queridos. Me sorprendió. Había toda esa información en el informe que yo tenía. Cuando estuve en las islas hice este trabajo totalmente lógico, que ustedes hubieran hecho de la misma manera, que cada ser humano hace para otros. Quizás lo más importante en nuestro caso, era algo que un soldado hace para otro, algo de respeto. En las islas no estaba solo, tenía un grupo de hombres formidables. Cuando recibí la orden de hacer este trabajo oficialmente, mi general me dijo «es trabajo para un soldado enterrar a sus camaradas el mismo día o un día después, pero cuando lleva en el campo durante semanas tienes que elegir funebreros para hacer este trabajo, y llegaron algunos días después. Y nos pusimos a trabajar. Hay solamente una historia que Julio sabe muy bien. Es muy difícil enterrar a alguien sin saber quien es, es imposible hacerlo correctamente, no es un objeto: es una persona. Hablamos muchas veces, y yo también, de cuerpos, cadáveres y todo. No, son personas, tienen identidad. y cuando no puedo ver esa identidad es muy difícil. Falta algo muy importante en el ser humano, el nombre, el apellido. Esto era muy importante para mi y mis camaradas. Buscamos por todos lados sus identidades, pero eran jóvenes de 18,19 años y no tenían una placa. Uno había escondido profundamente en su bota su identificación. Por suerte, el grupo de antropología cuando trabajó en el cenotafio, tenía un equipo, un scanner, podían ver dentro de cada soldado lo que tenía en sus botas, en su ropa. Cosas que yo no había hallado… Yo sabía que quizás algún día después del entierro en Darwin podríamos exhumar estos hombres. El ADN no existía en este tiempo, pero había detalles dentales y digitales que ayudan a identificarlos. Entonces tomamos la decisión de poner a cada soldado en tres bolsas, no sólo una, lo normal, dentro de un ataúd, pensando que este hombre sería preservado bastante bien para ser identificado.

J: Lo que siente Geoffrey es que cada uno que se identifica es una alegría para él. El veía nuestro dolor, y también se siente hasta culpable de no haber revisado. Pero había cosas que no podía hacer. Hoy la tecnología ha superado esas cosas. Pero el trabajo de Geoffrey fue brillante. Excelente. Hoy, con cada nuevo compañero identificado es una alegría y es una mochila menos que tiene él y tengo yo en mis espaldas.

 

G: Cuando podíamos identificar un soldado en estos tristes momentos después de la guerra, cuando podíamos identificar un soldado luchador, valiente argentino, era estupendo, todo mi grupo saltaba ahhh, que bien, hemos identificado un soldado pero a veces estabas muy triste. La historia es bien conocida. Mi madre, antes de que me marchara a las islas me dió un abrazo extraordinario que nunca ha recibido desde los 5 años, y tenía 32, era un hombre. Mi madre me ha abrazado pensando quizás que nunca volvería. Cuando estuve con mi primer soldado argentino en el suelo, pensé en su madre, cada chico tenía una madre, cada chico fue abrazado por su madre antes de ir a la guerra con un beso enorme. Esta idea de la madre era fundamental. Y con cada chico, soldado argentino, su madre estaba a mi lado.

.¿Cuando estuvieron las madres de los caídos en Malvinas, en el cementerio de Darwin, sintieron que habían terminado el trabajo?

J: Siento que los dos somos privilegiados, y tuvimos la posibilidad de compartirlo con gran parte del equipo, como Gaby que nos acompañó junto con las mamás. Habíamos observado en todo este entusiasmo, que venian de Chaco de Misiones de Río Gallegos, con un cansancio terrible, pero llegaron al hotel, comieron, esperaron el horario del avión, tomaron un micro, el avión llegamos a las islas en tres horas de viaje, con todo lo que eso implica, esa adrenalina, tomaron otro micro, llegaron al cementerio… Y uno veía como esos padres, madres y hermanos, muchas de esas mamás ya mayores, arrastraban los pies por ese caminito, ese pasillito de piedritas largo, las acompañamos del brazo con Geoffrey, con Gaby hasta la tumba donde estaba su hijo, les colocamos una sillita, se quedaban al lado de la silla, abrazaban la cruz y cada tanto nos llamaban y nos decían “gracias hijo por ayudarme a encontrar a mi hijo”. El único movimiento que hacían era el de secarse con un pañuelito las lágrimas. Y esa mamá, que caminaba arrastrando los pies, que caminaba corva, con la cabeza gacha, cuando nos retiramos después de tres horas, con todo el cansancio y con toda la carga emotiva, ya no arrastraba los pies, ya no caminaba corva y la frente iba bien en alto. Y aunque a veces parezca mentira, la palabra no es una sonrisa… había en su rostro una cara de paz y felicidad que era admirable. Somos afortunados de la vida por haber vivido esos momentos.

-¿Cómo sigue este trabajo, porque todavía faltan soldados por identificar?

J: Quedan 7 y queda más, queda la amistad. Hoy mi hija vive en Londres, esto no se termina. Ojalá tuviéramos a todos nuestros compañeros identificados. Pero hay algo que nos une más que es Malvinas, nos une a una persona, a un corazón… Tenemos que seguir trabajando, que lo hacemos con mucho placer, para explicar lo que pasó, para que no vuelva ocurrir, puedan escribir su historia sin mancharla, y transformarnos en esa película tan linda que es Coco. Mientras alguien se acuerde de mis compañeros, van a ser inmortales. Las personas se mueren cuando se olvidan de ellas. Yo no tengo a mi papá ni a mi mamá ni a mi hermano, pero los tengo presentes. Entonces, recién se van a morir cuando me olvide de ellos.(Fuente:Infobae/Por Hugo Martin)