La fiesta en Olivos cambió la estrategia de las dos campañas

La vice copó la oficialista, sermoneó a Fernández y ahondó la grieta, porque apuesta a la polarización. Macri sale a la calle para no perder el voto anti K que ahuyentan Vidal y Larreta.

El jueves pasado en la Cámara de Senadores el presidente del bloque de Juntos por el Cambio, Luis Naidenoff calificó de “inmoralidad” la fiesta organizada en Olivos por Alberto Fernández y su pareja y pidió al bloque peronista que se sumase al repudio en bien de la credibilidad de los políticos.

La respuesta que recibió fue la opuesta: un enardecido alegato del peronista José Mayans que a los gritos acusó al gobierno anterior de todo tipo de tropelías, desastres y delitos, de una maldad diabólica contra los ciudadanos indefensos a cuyo rescate siempre había acudido el PJ. De la fiesta, nada. Los representantes de la Cámpora, mudos.

Los escándalos en plena campaña y las encuestas que prevén una posible derrota del oficialismo hicieron perder la compostura y el sentido de la realidad al pintoresco senador formoseño habitual portavoz de la vicepresidenta. Usó como escenario para su catilinaria el más propicio para el kirchnerismo, el Senado, y el momento en el que todos los medios le hacían involuntariamente campaña gratis a los candidatos de Juntos por el Cambio.

La sesión había sido habilitada por la vice, que no apareció por el recinto, mientras en Diputados el juicio político contra Fernández seguía paralizado. Allí su hijo Máximo continúa sin expedirse en forma pública sobre el “affaire” con el auxilio de Sergio Massa.

El mal manejo de la fiesta inolvidable golpeó duro al oficialismo. Un presidente melodramático y gritón juró que no lo iban a “hacer caer”, mientras su vice le exigía “poner orden” en su entorno, lo que traducido quiere decir que debe preparar los telegramas de despido de sus colaboradores más cercanos, porque del escándalo no sólo debe beneficiarse la oposición; también lo hará cuando llegue el momento Cristina Kirchner, terminando de copar el gabinete

No hay intrigas ni conspiraciones de palacio; aquí todo es la vista, “on line” (ver Visto y Oído). De allí que la idea del presidente de hacer una reunión de gabinete el viernes para fortalecer a los ministros fue tan ingenua como inútil.

A lo que se debe agregar que su problema no es sólo la interna. La tierra tiembla bajo sus pies porque lo que fracasó no fue sólo su gestión, sino algo más trascendente: la maniobra de la vice para encaramarse al poder detrás de él. La que fue juzgada como una estrategia política de alto vuelo, una movida maestra, resultó ser una aventura mal planeada que puede derivar en una derrota en el primer test electoral.

Lo que amenaza con convertirse en fallido es el kirchnerismo en su totalidad. Su capacidad de gobernar a través de personeros por falta de un líder con una imagen positiva que alcance al menos los 40 puntos. En otros términos: su arquitectura de poder.

La vice jugó a imitar a Perón que durante largos años representó el papel de Maquiavelo en Puerta de Hierro, aventura que también terminó mal. Pero CFK no estaba proscripta, ni perseguida; simplemente no le daban los números. Improvisó un candidato que dinamitó su credibilidad en un año y medio y hoy no se sabe dónde está el poder; cualquier foto o video lo hace flamear.

Se vio obligada por lo tanto a dar un paso al frente para frenar los embates contra el presidente que venían de su propio sector y a reconfigurar la campaña. Su discurso es simple: mejor no hablemos de la gestión de Alberto, hablemos de la oposición. Y a la oposición la une sólo el odio contra mí, una hipótesis similar a la de Mayans, cuando aseguró que el gobierno anterior encargaba el mal absoluto; que su único propósito fue el de castigar a los ciudadanos porque detesta a los pobres.

Un argumento rudimentario, que desestima la lógica, enrarece el ambiente y apela a reacciones básicas del votante populista.

Tampoco tiene por qué sonar verosímil. Lo importante es retener el voto de camiseta y consolidar la identidad. La duda es si alcanzará. Hace un año y medio el kirchnerismo ganó con el discurso opuesto de la “moderación” y la tolerancia. ¿Funcionará este nuevo malabarismo?

La misma pandemia que hace apenas un año había unido a Fernández con Horacio Rodríguez Larreta hoy los separa. La cuarentena que el alcalde porteño apoyaba disciplinadamente demostró ser un chiste presidencial. Ahora Fernández critica a su ex socio y su ex socio se ve obligado a incorporar a Mauricio Macri a la campaña para no perder votos del 60% que rechaza al gobierno.

El ex presidente, al que HRL quería jubilar hace tres meses, participó anteayer de un acto con Vidal y hoy tiene planteado otro en el conurbano. Rodríguez Larreta intenta de todas maneras mantenerse a distancia de los halcones para no perder perfil y manda a Elisa Carrió a boicotear la idea del juicio político Fernández. Juega a dos bandas mientras la campaña opositora se diluye.

(Fuente: La Prensa)