La respuesta de Soledad Quereilhac a Beatriz Sarlo

Texto completo de la carta de la esposa del gobernador Axel Kicillof

Soledad Quereilhac, esposa del gobernador Axel Kicillof, escribió una carta pública para aclarar la tergiversación que realizaron algunos medios tras la declaración judicial de Beatriz Sarlo y sentenció: «La acusación carece de lógica, además de no tener sustento ni basarse en pruebas». 

En su escrito, Quereilhac también fue dura respecto de los dichos de la intelectual por afirmar que hubo «propuestas por debajo de la mesa» y la exhortó a rectificarse. «Para sobreactuar su honestidad, Beatriz Sarlo no ha tenido otro recurso que cacarear mentiras en los medios», lamentó la esposa del gobernador. 

 

La docente universitaria explicó que no tiene trato personal con Sarlo desde 2004, año en el que la intelectual y crítica literaria renunció como docente de la Facultad de Filosofía, y agregó que no tiene ni su correo ni su teléfono. «El único contacto que tuve con Sarlo en estos 20 años fue a través de sus libros, que integran los programas de los cursos que dicto en dos universidades nacionales», explicó. 

De esa manera, la esposa del gobernador desmintió la tergiversación de la declaración de Sarlo hecha por alguno smedios medios, que difundieron que la escritora aseguró que ella le había propuesto vacunarse por fuera del cronograma de turnos. «¿Por qué le ofrecería la vacuna a Beatriz Sarlo, persona con la que no tengo ningún trato ni vínculo? La acusación carece de lógica, además de no tener sustento ni basarse en pruebas», sentenció. 

Además, Soledad precisó que ni ella ni nadie de su familia ni de su círculo íntimo recibió aún ninguna vacuna. «No fomentamos ni participamos de ningún privilegio ni de ningún trato vip», sostuvo y agregó que tal cuestión —en referencia a las preferencias que hizo el exministro de Salud Ginés González García, que motivaron la causa en la que declaró Sarlo— es «una tontería innegable». «Jamás pasaría por encima de los derechos de los demás», afirmó Quereilhac.

Texto completo de la carta de Soledad Quereilhac:

«A propósito de la declaración de Beatriz Sarlo en la justicia y su repercusión mediática quisiera señalar:

«1) No tengo la potestad de ofrecer vacunas a nadie. No soy funcionaria del gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Yo no fui vacunada aún y estoy esperando mi turno como todo el mundo. Ni mi madre, ni mi suegra, ni ningún familiar ni amiga o amigo cercano recibió tampoco la vacuna. Todxs están esperando su turno, como corresponde. No fomentamos ni participamos de ningún privilegio ni de ningún trato “vip” (siglas de una tontería innegable, además).

«2) No tengo trato personal con Beatriz Sarlo desde 2004, año en que ella renunció a su cargo docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. No tengo su correo electrónico ni su teléfono. El único contacto que tuve con Sarlo en estos casi veinte años es a través de sus libros, que integran los programas de los cursos que dicto en dos universidades nacionales y de los que sigo aprendiendo.

«3) Si nadie de mi círculo se vacunó, si ni yo misma me vacuné, dado que –como señalé más arriba– jamás pasaría por arriba de los derechos de los demás, ¿por qué le ofrecería la vacuna a Beatriz Sarlo, persona con la que no tengo ningún trato ni vínculo? La acusación carece de lógica, además de no tener sustento ni basarse en pruebas.

«4) Cómo fueron los hechos:

«A fin de enero de este año, Axel comenzó a diseñar una campaña de promoción de la vacunación, de carácter totalmente PÚBLICO, que fue anunciada en muchas conferencias y entrevistas. La primera vez que se refirió a esa campaña fue en Villa Gesell, el 26 de enero. Eran semanas de intensos ataques a la vacuna Sputnik V: la asociaban, básicamente, con “veneno”. Para contrarrestar ese irresponsable discurso, que transmitía miedo a la población, Axel pensó en convocar 100 referentes de la cultura, el espectáculo, el deporte y otros ámbitos, todxs mayores de 60 años, para sumarse a la campaña. La propuesta fue clara y transparente: hacer de la vacunación un acontecimiento público, sacarse una foto, divulgar la confianza en la vacuna. El objetivo también estaba claro: transmitir a través de un acto ejemplar –y no sólo con palabras– que la vacuna era segura y necesaria.

«En ese marco, ayudé a Axel a pensar posibles nombres para esa lista de 100 referentes, que debía estar integrada, además, por personas de variada orientación política. Como trabajo en el ámbito de la cultura y la academia, entre los muchos nombres posibles, pensé en el de Beatriz Sarlo, cuyo reconocimiento es indiscutible, al igual que su total ajenidad al peronismo. Ese fue todo mi aporte: pensar junto a mi pareja, la tarde del 22 de enero, personas que también quisieran “poner el hombro” a la vacuna y ayudar a atenuar tanta irracionalidad anticientífica. Jamás se pensó en términos de “privilegio”. Se pensaba en la función social que ese acto individual podía cumplir para el conjunto de la sociedad.

«Esa misma tarde, le conté la idea a Carlos Díaz, director de la editorial Siglo XXI, en la que publicamos nuestros libros tanto Axel y yo, como Beatriz Sarlo. Carlos ofreció consultarle a Sarlo si le interesaba participar de esta campaña. Así lo hizo a través de un correo electrónico. Sarlo rechazó la propuesta al otro día y así nos lo comunicó Carlos Díaz. Todo ese intercambio se produjo por escrito y hoy los correos circulan públicamente. Finalmente, la campaña no se llevó a cabo, por la combinación de dos motivos: la confianza que transmitió el artículo de The Lancet; y la demora en la llegada de vacunas.

«Cuesta creer que quien fuera Profesora Titular de Literatura argentina del siglo XX durante más de dos décadas, autora además de muchos libros claves para la sociología de la cultura y la crítica literaria, tenga problemas de lectura frente a un simple correo electrónico. Lo cierto es que, para sobreactuar su honestidad, Beatriz Sarlo no ha tenido otro recurso que cacarear mentiras en los medios. Habló de propuestas “por debajo de la mesa” y con ello no sólo sembró dudas sobre el proceso de vacunación en su conjunto, sino que, sobre todo –y aquí lo más imperdonable–, terminó involucrando en sus mentiras a Carlos Díaz, una persona de bien, respetada y querida por gran parte del campo intelectual argentino. Y de paso, también me ensució a mí, atribuyéndome actos de corrupción y nepotismo que jamás en mi vida cometí. A la luz de su autopercepción como una persona que “tiene ética”, sólo cabe esperar que se rectifique. Mientras tanto, sigo sin decidirme entre la pena por su enorme torpeza o el desconcierto ante su mala fe.»

 

Soledad Quereilhac