Mensaje de Navidad del Señor Obispo

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No tengan miedo, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo, hoy en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2,10-11)
1.-La Navidad es Jesús que nace, que nace hoy, que nace para todos. En la humildad de Belén nace el Emmanuel, el “Dios con nosotros” que se nos acerca en la ternura de un niño y se entrega cariñosamente a la humanidad. En la Navidad se manifiesta el amor de Dios en el nacimiento de Jesús que nos salva asumiendo nuestra humanidad. Este es el mensaje de la Navidad: ¡Dios nos ama! ¡Somos amados por Dios!
En el Niño Jesús cada hombre y cada mujer pueden reconocerse como creatura, encontrar su plenitud humana y la raíz de su profundísima dignidad. Escuchemos a San Gregorio Nacianceno (330-390) que nos anuncia y nos invita a celebrar la Navidad: “Cristo ha descendido del Cielo: ¡salgamos a su encuentro! Cristo ha nacido: ¡glorifiquémoslo! Cristo está en la tierra: ¡exaltémoslo! Cristo se ha encarnado: ¡alegrémonos!”
“Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado” (Isaías 9, 6-7)
2.-La Navidad nos revela el principio del verdadero humanismo, el criterio de medida de todo progreso verdadero y civilización: la inviolable dignidad de toda vida humana y el cuidado de los últimos.
Debe ser claro para todos que el aborto no es un tema religioso, lo que nos une entrañablemente con todos los hombres y mujeres de buena voluntad que no profesan ninguna fe pero asumen inequívocamente la defensa de la vida no nacida. Igualmente debe ser claro que los creyentes no pretendemos imponer una Fe sino que también somos ciudadanos con el derecho y la libertad de hacer nuestro aporte al Bien Común de la sociedad, responsablemente y sin temor.
No podemos dejar de grabar de manera imperecedera en la conciencia y en el corazón, la Buena Nueva del valor inviolable de la vida humana ante toda forma de violencia o amenaza- personal, social y estructural-; la vida en toda su riqueza y belleza humana, cultural y espiritual, en toda su dimensión terrestre y eterna, desde la concepción, en todos los momentos de su desarrollo hasta su ocaso natural.
Somos deudores de toda la verdad sobre la vida que no podemos callar o silenciar porque es una obra de amor ofrecer y anunciar la verdad que libera y humaniza, sana, salva y redime.
Es alegría proclamar el Evangelio de la vida: “El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad humana y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio” decía San Juan Pablo II en Evangelium Vitae 2, y esa proclamación es también dolorosa porque en la cultura de la muerte se rechaza el don maravilloso de Dios, se eclipsa el sentido de Dios y de la creatura humana y entonces el anuncio se transforma en denuncia profética, clara, apremiante y llena de esperanza.
Nunca se cuidará la dignidad de la mujer y su salud integral convirtiendo el derecho de nacer en el derecho de matar a un inocente.
En la próxima Nochebuena y Navidad recordemos a nuestros padres difuntos y abracemos a quienes aún caminan junto a nosotros agradeciéndoles que nos hayan dejado nacer.
“Dar razón de nuestra esperanza” (Cfr. 1 Pe 3,15)
3.-El nacimiento de Jesús introdujo en el mundo una silenciosa luz de amor y misericordia que no deja de brillar y es la raíz de nuestra esperanza.
San Agustín decía que la esperanza tiene dos maravillosos hijos: la indignación y el coraje. La indignación para rechazar las cosas tal como están y el coraje para cambiarlas.
Queridos hermanos y hermanas: ante el pesebre estoy rezando por ustedes, pidiendo al Niño Jesús les deje en sus corazones lo que más estén necesitando y Él sabe.
¡Feliz Navidad!
Chascomús, diciembre de 2020

+Carlos H. Malfa
Obispo de Chascomús