Otras pandemias popularizaron preservativos, cloacas y vacunas, ¿cuál será el legado del coronavirus?

¿Un mundo sin turismo más que el local? ¿Se acabarán las conferencias presenciales? ¿Habrá que acostumbrarse a un mundo sin partidos de fútbol con público? ¿Se detendrán los avances tecnológicos?

 

Mientras la pandemia del nuevo coronavirus apenas deja lugar para mirar lo que no sea más que el corto plazo – el conteo de muertes y de datos de infectología- hay procesos profundos que sí se están dando y que a largo plazo podrían generar grandes cambios en la manera en que las sociedaddes se organizan. Lo que sucederá dependerá de, por ejemplo, en qué momento se termine la pandemia y se vuelva a la normalidad que, los especialistas consultados no dejan de advertir que será otra.

De hecho, antecedentes de epidemias que cambiaron las sociedades hay. Tras la de fiebre amarilla de fines del siglo XIX, por ejemplo, la ciudad de Buenos Aires se reconfiguró totalmente: los vecinos abandonaron la zona más afectada,la céntrica -los alrededores de la Plaza de Mayo y hacia el sur-, para habitar las áreas del norte; se multiplicaron las redes de agua y cloacas, y se limitó la cantidad de residentes en los conventillos. En realidad, fue una sucesión de impactos de la fiebre amarilla. El peor fue el cuarto, el de 1872, luego de los embates de 1852, 1858 y 1870.

Otra epidemia que dejó consecuencias fue la de poliomielitis de 1956 que afectó al menos a 6500 casos (los notificados; más de 5000 en la primera mitad del año) con una letalidad calculada entre el 5 y el 10 por ciento. La causa era un virus muy contagioso que podía llevar a la invalidez en cuestión de horas, porque impedía el movimiento de los músculos involucrados en la respiración. Por un lado, la epidemia impulsó el desarrollo de hospitales específicos de enfermedades respiratorias (como el María Ferrer, en Barracas) y, por otro, legó los pulmotores como ayuda mecánica, que marcarían una generación y son los «padres» de los tan necesarios respiradores mecánicos actuales. La vacunación masiva fue otro efecto: se hizo más sistemática a partir de ese invierno de 1956, aunque con intermitencias. Desde la década del ochenta se considera una enfermedad erradicada en el país.

 

Preservativos

Después de la dispersión del VIH-sida en los ochenta, se popularizó el uso del preservativo hasta hacerse norma. Sin embargo, se revirtió desde que la ciencia convirtió una sentencia de muerte en una enfermedad grave, pero controlable.

Y, finalmente, luego de la epidemia de cólera en la década del noventa, aumentó la red de agua potable y todo argentino supo que «con dos gotitas de lavandina por litro de agua» se podían lavar frutas y verduras, según contó Adriana Álvarez, doctora en Historia e investigadora del Conicet en la Universidad Nacional de Mar del Plata. «El problema es que la infraestructura argentina creció de manera despareja desde entonces. El cólera del siglo XIX entró por el puerto de Buenos Aires; el del siglo XX lo hizo por el norte del país, que no tenía el saneamiento adecuado», dijo.

«El urbanismo y el higienismo son hijas de la peste y el cólera», comenta María Mercedes Cardoso, doctora en Geografía e investigadora del Conicet en la Universidad Nacional del Litoral. «Tras aquellas enfermedades se cambiaron radicalmente las condiciones sanitarias de los espacios urbanos, se colocó mayor iluminación, se pensó en la ventilación y en los espacios verdes», indicó. Y enumeró lo que vino en infraestructura: «Servicios esenciales, como el agua corriente, cloacas, drenajes de las calles, tratamiento y recolección de la basura domiciliaria y de las calles; servicios asistenciales como los hospitales y centros de salud y su acceso para toda la población».

Hoy, quizá uno de los cambios más grandes tenga que ver con el modo en que se da la higiene personal , con el lavado de manos y el alcohol en gel como nuevos reyes de la cotidianidad. Esto también tiene un antecedente ilustre. En Austria, a mediados del siglo XIX el médico húngaro Ignaz Semmelweis pensó que había una relación entre los obstetras y los médicos que no se lavaban las manos y la muerte de las mujeres que daban a luz. Los obligó a lavarse con una solución y redujo drásticamente esa mortalidad. En Londres, poco después, Joseph Lister contribuyó con la idea de esterilizar los instrumentos quirúrgicos . Hoy parece insólito, pero eran tiempos en los que aún no se había impuesto el paradigma de los gérmenes como causas de las enfermedades.

 

Después del Covid-19

Hay un nivel de incerteza respecto de qué sucederá tras la actual pandemia. Las predicciones van desde que habrá un cambio radical hasta ninguno. Lo que es seguro, según explican los especialistas, es que el modelo de megalópolis con tránsito intenso y con gasto intensivo de energía, que requiere enormes flujos de mercaderías para abastecerla, demostró severas limitaciones. «Son urbes que requieren un gigantesco desplazamiento de capital e inversiones, una cantidad infernal de equipamiento que las hace atractivas: aeropuertos, restaurantes, megacruceros, hoteles, parques temáticos, grandes centros de convenciones, museos», explicó Jorge Francisco Liernur, arquitecto y profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella, en una reciente entrevista, donde agregó que hay indicios de modificaciones en la forma en que se estructuran los territorios.

¿Será el tiempo de las huertas en cada barrio? «Mientras teníamos la verdulería de la esquina abierta, no parecía importante, pero en este contexto se vuelve a discutir algo que nosotros venimos proponiendo», señaló Luciano Kordon, permacultor y educador ambiental que participó de varios proyectos de huertas urbanas en la ciudad.

Cardoso agregó que la bicicleta debería ganarle a los transportes masivos de personas y, en particular en la Argentina, el sistema de salud debería redistribuirse mejor al interior del territorio.

Sin embargo, hay quienes piensan que los cambios no serán profundos, como Matías Alinovi, docente de Filosofía y autor de Historia de las epidemias (Editorial Capital intelectual): «En contra de lo que dicen, no creo que queden cambios sociales profundos, es apenas otro capítulo de la historia de las enfermedades. Me parece difícil que haya cambios socioeconómicos grandes. Lo que veo es una capacidad resiliente en la enfermedad. Uno se enferma y se asusta, dice que va a dejar de fumar o tomar, pero eso dura poco. Es un propósito de enmienda efímero. La discusión del Estado presente es muy coyuntural. El capitalismo es un modo de ser que no se rendirá frente a una enfermedad.»

«Hay una percepción de que después de esto la humanidad va a estar más unida. Creo que es una percepción nacida de la angustia social y que pertenece al terreno del pensamiento mágico. La realidad histórica y cómo nos comportamos son asuntos mucho más complejos», concluye Álvarez. (Fuente La Nación – Por Martín De Ambrosio)