Un gobierno arrinconado por la dramática falta de vacunas

El Presidente quiere retomar la iniciativa, pero machaca con la receta del encierro colectivo que ya fracasó. Lo que necesita son vacunas. Ni discursos por TV, ni superpoderes: vacunas.

La última encuesta de Poliarquía detectó que entre las personas que recibieron la vacuna contra el covid, el 54% aprueba la manera en que está gestionando la pandemia de Alberto Fernández. Entre quienes no la recibieron ese número baja al 36%.­

El Gobierno debe por lo tanto vacunar de aquí hasta octubre, noviembre o cuando finalmente se vaya a las urnas la mayor cantidad de votantes posible. Pero ahí comienzan sus padecimientos, porque por errores de gestión, prioridades «ideológicas» que no funcionaron y la sospecha de algunos intereses empresarios que interfirieron, no consigue las dosis necesarias o las consigue a cuentagotas mientras las muertes aumentan.­

Frente a este cuadro Fernández consideró posible que el almanaque retrocediera. Anteayer volvió a insistir con lo que ya la mayor parte de la población no soporta: restricciones a la circulación y prohibición de actividades esenciales como las educativas. Propuso algo que ya fracasó porque no vacunó a las grupos de riesgo, ni readecuó el servicio sanitario. Hasta el oxígeno escasea.­

También anunció el envío de una ley al Congreso para disponer «medidas de cuidado durante esta situación excepcional», una prueba más, si hiciera falta, de que los cuidados de los últimos 14 meses no funcionaron y también de que le quedó atragantada la resistencia de la Ciudad de Buenos Aires a su último DNU.­

El fracaso con las vacunas no podía ser neutro políticamente. Hizo que rebelarse contra la clausura de las clases presenciales fuera un buen negocio político para Horacio Rodríguez Larreta que demostró también anteayer que no lo va abandonar con facilidad.­

Si alguien creyó por un momento en el entorno presidencial que era posible volver a acercarse al jefe de gobierno porteño y jugar otra vez la carta del diálogo y la moderación tardó poco en comprobar su error.­

Rodríguez Larreta no será Maquiavelo pero aprecia la diferencia entre colgarse del saco de un Presidente cuya imagen positiva sube meteóricamente hasta el 75% y hacer lo mismo con un Presidente desgastado que cae como un piano al 35%. Hoy lo racional es alejarse de un gobierno que disputa con éxito los primeros puestos en el ranking mundial de mala gestión de la pandemia y que, de paso, destrozó la economía. La improvisación es un arte difícil que el Presidente y sus asesores ni siquiera deletrean.­

De todas maneras y aunque sea ineficaz, el arsenal político del Presidente no se agota en las prohibiciones, ni en los ciclotímicos coqueteos con la oposición. Dispone también de otros recursos para retomar la iniciativa y uno de ellos fue la reanudación de los contactos con Pfizer, algo que los chavistas más rancios del Instituto Patria, esos que inventaron la épica de la Sputnik, seguramente no le agradecen.­

Los norteamericanos fueron sacados de la cancha por motivos nunca aclarados. El único que deslizó alguna razón de manera pública fue el defenestrado Ginés González García cuando habló ante senadores de consideraciones «geopolíticas» a la hora tomar decisiones sanitarias. Los argumentos de que el laboratorio exigía garantías inaceptables para cubrirse de eventuales demandas legales no resiste el menor análisis.­

Las explicaciones oficiales sobre el conflicto con Pfizer brillaron por su ausencia. Santiago Cafiero sigue sin aparecer por el Congreso adonde está obligado a comparecer mensualmente. Ese hubiese sido el escenario apropiado para cualquier aclaración.­

Ante los reclamos opositores tiene planeado ir al Senado, cámara en la que dispone de una amplia mayoría protectora. Habrá que ver si en algún momento se establece el papel en el episodio del farmacéutico Sigman, promotor de la vacuna de AstraZeneca.­

Más allá de esas dudas, con China, India y Rusia atendiendo a su propia población, Fernández vio como el abismo volvía a abrirse bajo sus pies y optó por cambiar de estrategia.­

En rigor, los representantes de Pfizer habían prometido al Gobierno en noviembre del año pasado la entrega de 14 millones de dosis para marzo/abril de este año. Después intervino el Congreso y por medio de la diputada massista Cecilia Moreau introdujo en la ley respectiva una palabra que liquidaron las negociaciones.­

Por su parte, AstraZeneca había prometido unos 6 millones de dosis en el mismo plazo, pero no cumplió. Eso le permitió entrar en la competencia a otro empresario argentino, esta vez en alianza con los rusos. Pero como ese proyecto va para largo, Fernández pidió a dos enviados de Joe Biden que pasaron por Buenos Aires hace 15 días la reapertura de las negociaciones con Pfizer.­

En resumen, una mezcla de inoperancia, improvisación y desaprensión que hoy amenaza las chances electorales del kirchnerismo y expone el espectáculo de un Presidente más desorientado que nunca.­