Los flamantes Ingenieros en Agrobiotecnología cursaron juntos toda la carrera en el Instituto Tecnológico Chascomús. Hoy se preparan para iniciar el Doctorado en Biología Molecular y Biotecnología. Conocé sus historias
Agustín Boan y Nicolás Vázquez son amigos. Los dos se acaban de recibir de ingenieros en Agrobiotecnología en el Instituto Tecnológico Chascomús (INTECH) de la UNSAM. Pero antes de iniciar sus carreras científicas, los chicos tomaron una decisión que cambió su vida: armaron sus valijas, abrazaron a sus familiares y amigxs y se fueron a vivir al Instituto. ¿Cómo es vivir ahí, casi en el mismo lugar que donde se estudia? ¿Qué ventajas tiene sobre otras carreras? ¿Se construyen vínculos diferentes, a los de la cursada universitaria tradicional, con compañerxs y profesorxs?
El INTECH funciona en un edificio central de 5000 m2 con un centro de biotecnología ovina de 500 m2 y un campo experimental de 906 hectáreas a 8 kilómetros del centro de Chascomús. Allí lxs estudiantes cuentan con habitaciones compartidas los primeros tres años de carrera y concluyen en el INTA Castelar los dos últimos. Todos perciben una beca mensual por sus estudios.
Agustín y Nicolás son como Mollo y Arnedo, como Palermo y Guillermo, como el Polaco y Pichuco. No solo hicieron toda la carrera juntos, sino que fueron compañeros de habitación durante toda la cursada. Pero sus tesis fueron diferentes: Agustín experimenta para acelerar el crecimiento de peces de producción mediante edición génica y Nicolás investiga para comprender mejor el tránsito de las células de la placa neural en vertebrados.
“Nos llevamos re bien y nos conocemos mucho”, dice Agustín. “La relación con tus compañeros no es ir a cursar y volver, es mucho más cercana. Se forma una comunidad muy agradable”, completa Nicolás.
A diferencia de otras carreras, la agrobiotecnología en el INTECH funciona con un método de cursada similar a la escuela secundaria. Con solo 10 ingresos por año, lxs estudiantes cursan las 39 materias cuatrimestrales juntos por bloque, año tras año. Además del aula, la currícula se compone con decenas de horas de laboratorio y campo. “Tenés de todo para hacer. Nosotros en segundo año empezamos a hablar con un profesor de biofábricas, armamos un proyecto y fuimos a la competencia Alltec a competir. Salimos séptimos. Lo bueno es que en el Instituto le planteas una idea a algún profesor y enseguida se copan y se ponen a trabajar con vos”, destaca Nicolás.
Agustín dice que “las puertas de los laboratorios siempre están abiertas y los profes siempre dispuestos a ayudarte”, pero cuenta que no todo es estudio y experimentos en el INTECH: “El primer año nos exigimos mucho y estábamos re sacados con el estudio. Después bajamos un cambio y empezamos a buscar actividades extra. Salimos mucho a andar en bicicleta y a hacer cosas para cortar un poco y no volvernos locos”.
Ya recibidos y a punto de comenzar sus doctorados, los flamantes ingenieros no paran de recomendar su experiencia a lxs chicxs que no deciden qué estudiar. “Es una carrera que te cambia la cabeza completamente y te brinda todos los recursos que necesites todo el tiempo”, destaca Nicolás. “También está bueno que conocés compañeros de otras provincias y se generan intercambios culturales que están buenísimos”, completa Agustín.
Como pez en el agua
Oriundo de Santos Lugares en el municipio de Tres de Febrero, Agustín terminó la secundaria en una escuela con orientación técnica-química. Como muchos de sus compañeros, comenzó sus estudios en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y empezó a trabajar en un laboratorio. “Yo no quería hacer los análisis que hacen los farmacéuticos y bioquímicos. A mi me gustan las cosas más aplicadas”, dice.
Gracias a una profesora se enteró de la Licenciatura en Biotecnología del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) de la UNSAM y decidió continuar sus estudios en el Campus Miguelete. “La Universidad me quedaba cerca de casa, cómoda para mi trabajo y me gustaba mucho más la dinámica de cursada con menos gente”, cuenta Agustín, pero señala que sus exigencias laborales empezaban a dificultar el estudio.
Un día, casi de casualidad, se enteró de la carrera de agrobiotecnología del INTECH y le cerró por todos lados: “Me encantó la propuesta por la posibilidad de acceder a una beca completa y dedicarme exclusivamente a estudiar sin tener que trabajar. También me gustó el enfoque mucho más aplicado de la carrera, con mucho trabajo en el campo y producción animal, y la posibilidad de alejarme del centro de Buenos Aires”.
Agustín se recibió con una tesis final desarrollada en el Laboratorio de Biología del Desarrollo del INTECH que dirige el docente e investigador Juan Ignacio Fernandino, quien además se desempeñará como director de su carrera doctoral durante los próximos cinco años en el Doctorado en Biología Molecular y Biotecnología. “Agustín es un estudiante muy inquieto, con muchas ganas de aprender siempre. Lo conocí como alumno de la materia Ingeniería Genética, y luego se acercó al laboratorio como parte de los talleres que tienen los alumnos de la carrera. Desde un principio presentó un entusiasmo enorme por participar en los experimentos que hacían los estudiantes de Doctorado del laboratorio, para luego llevar adelante su propio proyecto. Personalmente creo que Agustín tiene un potencial enorme para cualquier cosa que quiera llevar adelante, dada su calidad humana y su gran curiosidad”, dijo el investigador.
La creciente demanda mundial de pescado está llevando a un aumento de la pesca extractiva en mares y aguas continentales, llegando a un punto crítico. Es por eso que la piscicultura, que es la producción de peces para consumo, se presenta como una alternativa sostenible. Agustín integra un grupo de investigación que intenta acelerar el tamaño de los peces en el menor tiempo posible mediante técnicas de edición génica, para el avance de la producción de pescado para consumo.
Si bien usan a los peces medaka como modelo experimental, la idea es trasladar el desarrollo al pejerrey, que tarda dos años en alcanzar su peso para consumo, lo que lo convierte en una producción comercialmente poco atractiva. Para lograr acelerar el crecimiento de los peces, los investigadores intentan inhibir una hormona presente en sus células que limita la función de otra hormona que se encarga de su crecimiento.
“Se sabe que la hormona de crecimiento se libera al torrente sanguíneo, pero existe otra hormona llamada somatostatina (SST) que regula cuánta hormona de crecimiento se va liberando. Nosotros no podemos sacar la hormona SST porque esto generaría un desbalance muy grande en el pez. Lo que vimos es que la SST actúa a través de unos receptores que tienen las células que generan las hormonas de crecimiento. Entonces, si borramos este receptor la célula no va a recibir este bloqueo de la SST y va a liberar más la hormona de crecimiento”, explica Agustín.
Con la técnica CRISPR, Agustín y su grupo realizan un corte en el gen receptor y la maquinaria celular lo repara de forma defectuosa, lo que permite la liberación constante de la hormona de crecimiento en el pez. Si bien la cuarentena impidió el avance del proyecto, los investigadores detectaron que los peces a los que aplicaron la técnica crecieron un 21% más rápido en 100 días que a los que no se la aplicaron
“Sin esta beca no habría podido seguir estudiando”
Nicolás nació y se crió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al igual que Agustín, egresó de un colegio con orientación en química. Ingresó a la carrera de Licenciatura en Biotecnología de la UNSAM y comenzó a trabajar en una empresa de implantes médicos. En esa época, su familia se mudó a la costa, por lo que él se quedó viviendo solo en Capital. “No podía seguir la carrera porque laburaba muchas horas. Estuve dos años parado sin poder estudiar”, recuerda.
Cuando retomó sus estudios en la UNSAM, un profesor de matemáticas le habló de la carrera de agrobiotecnología. Un día fue a Chascomús a ver de qué se trataba y nunca se fue. “Yo no podría haber seguido con la carrera sino fuera por esta beca que me otorgaron”, dijo Nicolás y señaló que no sintió mucho el desarraigo con su ciudad: “Chascomús está cerca del AMBA y en tres horas estás en tren. Se pueden mantener los vínculos”.
La carrera científica de Nicolás continúa en el Laboratorio de Biología del Desarrollo del INTECH, mediante el Doctorado en Biología Molecular y Biotecnología, y contará con la dirección tutorial del docente e investigador Pablo Strobl-Mazzulla. “A Nicolás lo conozco como profesor de la materia Biología Molecular y actualmente como estudiante de doctorado en mi grupo de investigación. Una de las virtudes más sobresalientes de Nicolás es la motivación que pone en cada cosa que emprende y por sobre todo la capacidad de motivar a las personas que están a su alrededor. Es una persona que no pasa desapercibida en ningún ámbito en el que se desenvuelva. Esto, sumado a su inteligencia y autocrítica hacen que le augure una gran carrera científica”, dijo el científico.
Luego de la concepción de cualquier vertebrado —incluido el ser humano—, en el útero se aloja un embrión. Esa pequeña semilla contiene, entre otras, a las células de la cresta neural, unidades multipotentes que migrarán hacia las diferentes regiones del feto (territorios) diferenciándose en los huesos y los cartílagos que formarán las estructuras de la cara, las neuronas, la glia de los ganglios del sistema nervioso periférico, las células pigmentarias de la piel y otros tipos celulares.
El objetivo de Nicolás es comprender cómo se define un territorio mediante el estudio de microARN. “La importancia principal es que muy poco tiempo después de que se establecen estos territorios en el sistema nervioso central estas células migran y durante esa migración hay un millón de errores que producen un montón de afecciones, como espina bífida, paladar hendido o anencefalia. La explicación de estos fenómenos de manera temprana tiene implicancias en estos problemas”, concluye. (Por Gaspar Grieco – Fuente Noticias UNSAM/ANTI Noticias)