Un médico español denuncia obstáculos de todo tipo en la investigación de los potenciales antivirales contra el SARS-CoV-2. Asegura que la inmunización no acabará con la enfermedad y anima a los médicos a impulsar ensayos para probar las antiguas moléculas que han mostrado “indicios positivos”.
En el mundo hay 7.700 millones de potenciales “clientes” para las vacunas contra el covid-19 mientras que para los antivirales que podrían funcionar contra esta enfermedad hay 75 veces menos. Cifras que cuando se analizan en términos del negocio que representan una y otra alternativa para las farmacéuticas brindan una pista de por qué todos los esfuerzos se han centrado en el desarrollo en tiempo récord de vacunas. En tanto, los estudios de los posibles fármacos para tratar la enfermedad han encontrado distintos tipos de trabas que les impiden avanzar. Se trata de una situación sobre la cual se ha expresado recientemente el doctor Manuel Calleja, cirujano cardíaco del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada, en España, y autor del libro “No se podía saber”, que aborda “el pésimo manejo de la pandemia” que ha habido en su país.
”Me llamó mucho la atención el despliegue científico tan enorme que ha habido que poner en marcha para el desarrollo de todas estas vacunas, que en un tiempo récord han salido al mercado”, expresó Calleja en una entrevista con La Prensa. “Esto a base de acortar muchísimo todos los plazos de tipo administrativo y burocrático que habitualmente hacen falta para las vacunas, teniendo en cuenta que el tiempo medio que se tarda para el desarrollo de las vacunas es de entre 12 y 15 años”, añadió.
En opinión del médico español, si bien es entendible que “ante la enorme amenaza, que ha producido tanta cantidad de muertos, se hayan dado tanta prisa”, resaltó que “para cualquier médico es evidente que la solución real es un tratamiento bueno”.
Calleja, quien aclara que no es “antivacunas” ni adepto a las teorías conspiranoicas, consideró: “Las vacunas están bien, no estamos en contra de ellas, pero no cabe duda de que con las vacunas no se va a hacer desaparecer la enfermedad. Se va a cambiar mucho el panorama de la enfermedad, es verdad, pero ésta seguirá existiendo”.
– Tampoco sabemos qué pasará con estas vacunas a mediano y largo plazo, teniendo en cuenta que los estudios no han concluido.
– Efectivamente. La rapidez con que se han puesto en marcha significa que ya hay muchísimas más incertidumbres en ellas que en otras vacunas que han estado en proceso de creación durante 10, 12 o 15 años. No cabe duda de que nadie, ni los propios fabricantes, ni los propios científicos que están involucrados en la fabricación de estas vacunas, saben a ciencia cierta qué efectos pueden tener, sobre todo a largo plazo. Entonces, llama mucho la atención que no se haya puesto el mismo énfasis en encontrar algún agente que con mucha rapidez sea capaz de abortar desde el comienzo la enfermedad.
– ¿Usted investigó acerca de los potenciales antivirales contra el covid-19 que se podrían estar estudiando con mayor celeridad?
– Efectivamente, se empezó a tener noticias pronto desde distintos sitios del mundo de experiencias con determinados fármacos, generalmente todos ellos conocidos para tratar otras enfermedades y se empezó a ver lo que en la ciencia se llaman “indicios” positivos. Pero, en vez de ahondar mucho más en los medicamentos que mostraron indicios positivos, resulta que a esos mismos fármacos les han puesto una cantidad de trabas enormes para ser investigados. Porque yo no abogo por que se apruebe tal o cual fármaco, sino que pido que se permita, se facilite, investigar.
– Hay un dato bastante significativo: en la mayoría de los casos de esos posibles fármacos conocidos que podrían investigarse para el covid se han vencido sus patentes y son de bajo costo.
– Exactamente. Son todos ellos como “hermanos pobres” de la farmacología. Son fármacos ya amortizados, ya fuera de las patentes porque ya ha pasado el tiempo suficiente como para que no pueda funcionar ninguna patente con ellos. Y son fármacos que difícilmente se pueda pensar que vayan a enriquecer a nadie. Eso es lo más sospechoso.
– ¿El hecho de que las farmacéuticas se interesaran más en desarrollar vacunas que antivirales tiene que ver solamente con una motivación económica?
– Hay que tener en cuenta que de quien tenemos que ir de la mano en la investigación son los mismos científicos para las vacunas y para los antivirales. Son la misma gente. Por un lado, hay un despliegue de muchísimo trabajo encima que les ha restado tiempo para otras cosas, pero cuando los médicos asistenciales -no los científicos- hemos querido tomar iniciativas en ese aspecto, todo son trabas. Son continuos aplazamientos. Yo mismo me he visto involucrado en uno, aunque no soy inmunólogo, ni virólogo… pero porque un antiguo maestro mío conoció a un ciudadano belga que fabricaba unos fármacos antiquísimos que tenían capacidad antiviral, hemos intentado en el hospital de Granada, donde trabajo, que se apruebe un ensayo clínico. No se puede imaginar las trabas que tenemos. Los aplazamientos. Oficialmente te dicen que están muy potenciados ahora en fomentar los ensayos clínicos, pero la realidad es que pasan semanas y semanas y nada. Uno ve que con la ivermectina está pasando lo mismo en muchos sitios del mundo. Que con la colchicina está pasando lo mismo. En España, hay un laboratorio que tiene en estudio una molécula nueva, la plitidipsina, y las trabas que encontró fueron tales que científicos de distintos lugares del mundo han hecho un manifiesto en el que plantean por qué no se permite el ensayo fase III de esa molécula. Los virólogos de reconocido prestigio admiten que tiene un poder anticovid que es 2.800 veces más potente que el remdesivir, que sin embargo curiosamente sí está aprobado y también curiosamente ahora se está viendo que no sirve para nada.
No soy aficionado a lo que llamamos conspiranoia, pero en esta situación es muy difícil pensar otra cosa que no sea que hay una mano negra que aparece por todos los sitios. A ese convencimiento he llegado yo. El problema son las pruebas.
– Los datos concretos son los que usted describe: la falta de avance en los estudios de estas moléculas versus los avances acelerados con las vacunas, las aprobaciones de emergencia en los distintos países de estas vacunas y también el discurso -a nivel mundial- por el cual se trata de instalar la idea de que solamente se podrá terminar con la enfermedad una vez que buena parte de la población está vacunada.
– Ese es el discurso que las farmacéuticas y ¡no olvidemos! especialmente con mucha fuerza la OMS han conseguido instalar definitivamente. Si hay que elegir la palabra preferida del año, es “vacunas”. Parece no existir otra cosa que no sea una vacuna.
CUESTION DE NUMEROS
– Usted ha realizado, en un artículo reciente que publicó, una comparación muy elocuente en cuanto a la cantidad de clientes que tienen las vacunas y cuántos podrían tener los antivirales.
– Ahora mismo la pandemia afecta al mundo entero, excepto cinco o seis países pequeños que no han tenido casos. Pero en el mundo entero son 7.700 millones de personas: son los potenciales clientes de las vacunas. Mientras que para los antivirales solo sería cliente aquel que enfermara, que es una cifra 75 veces menor, de acuerdo al número de contagios que ha habido. Es decir, hoy 1 de cada 75 humanos se ha contagiado y esos serían los clientes de un antiviral.
– ¿Advierte que hubo una pérdida de confianza en las vacunas en general por los manejos que se han visto con esta vacuna en particular contra el covid?
– Sí, es cierto. Era esperable que la gente desconfiara de las vacunas por una razón, porque todo el mundo es consciente de que esas vacunas pueden ser poco seguras. Entonces la gente ha reaccionado estando en contra. Luego, el miedo es el que ha ido haciendo que cada semana haya más gente favorable a las vacunas. Yo no soy un antivacunas. De hecho, me he vacunado. Pero soy consciente de que me vacuné y tengo encima una cantidad de incertidumbres enormes.
– ¿Qué vacuna le aplicaron?
– La de Moderna. En España eso no se puede elegir. Lo único que se puede elegir es si sí o si no. Y si sí, te vacunan con la que hay.
– ¿Usted se vacunó por ser personal de salud?
– Claro.
– ¿Y cómo fue que decidió vacunarse a pesar de las dudas que tiene?
– Creo que es elegir entre lo malo y lo peor. Sinceramente. No me he vacunado con ningún entusiasmo, al contrario, con bastantes dudas. Pero, como todos los médicos y sanitarios, llevo viendo una auténtica película de terror. Estoy convencido de que si yo me contagiara, probablemente moriría por mis condiciones. Por eso me pareció que vacunarme era la opción menos mala.
ACTITUD POLITICA
– ¿Cuáles cree que han sido las medidas que se tomaron de manera errónea desde el comienzo de la pandemia no solo en España sino a nivel mundial?
– En España tenemos una de las peores experiencias del mundo. España ha batido varios récords, negativos todos, en cuanto a número de infectados, de muertos, de sanitarios contagiados. Hemos sido en muchos casos los peores en todo esto. Los resultados de unos países a otros han sido muy diferentes. Es muy difícil admitir que, ante un mismo agente causal, de la misma severidad, los resultados sean tan tremendamente diferentes. Creo que la actitud política ha sido determinante en los efectos de esta pandemia. Hay dos factores que son determinantes: la rapidez en las decisiones, sobre todo la prohibición de actos masivos (en España durante bastante tiempo, al principio, fueron indiscriminados totalmente), y también el cierre de fronteras durante las temporadas más difíciles (al principio en España fue una cosa laxa y hubo auténticas barbaridades). La prueba está en cómo se extendió en el país. Es verdad que no hemos sido los únicos, pero hemos sido de los primeros.
– En distintos países han denunciado que en las estadísticas han desparecido los enfermos por otras causas y prácticamente toda la morbimortalidad del último año se ha atribuido al covid. ¿Esto también ocurrió en España?
– La sensación que tiene casi todo español, opine políticamente como opine, es que ha habido un manejo enorme de los datos para engañar. Imagino que como habrá ocurrido en otros sitios también. Pero al final ha habido que recurrir a la única verdad de todas que es el “exceso de mortalidad”. Durante los últimos 10 años ha habido un número de muertos muy parecido, año a año, y sin embargo en 2020 ha habido 150.000 muertos más.
– En la Argentina, por miedo, la gente dejó de acudir al médico, a los controles e incluso ante situaciones graves como un infarto no buscó atención de emergencia.
– Aquí también.
– Las estadísticas en la Argentina mostraban que supuestamente hubo menos muertes por infarto o por cáncer porque aquí solo bastaba con que la persona que se internaba diera positivo en el test de covid para que se le pusiera que la causa de mortalidad era covid, pese a que tenía otras comorbilidades.
– Aquí también. Hay que reconocer que parte de ese exceso de mortalidad probablemente ha sido también en parte debido a ese tipo de enfermos que usted menciona, porque no cabe duda de que ha bajado el número de infartos en este último tiempo y eso no es posible que sea cierto. Tiene que haber habido más o menos los mismos infartos, pero mucha gente no ha acudido al médico y muchos de ellos habrán fallecido. Pero, de todas formas, en España los muertos se han ocultado y -que yo sepa- en muchos otros países porque políticamente una de las formas de defenderse de los gobiernos es engañar.
CONTRATOS Y PLAZOS DE ENTREGA
– Al mismo tiempo se vivió y se vive una campaña del miedo.
– También la ha habido. Y eso ha sido aprovechado desde algunas instancias, por ejemplo, en España se ha aprovechado para legislar muchas cosas por procedimientos de urgencia que en condiciones normales no son aceptados. Y me da la sensación de que eso ha pasado en otros sitios.
– ¿Cómo vislumbra que será la evolución de esta pandemia en los próximos meses?
– No debemos olvidar que en el mundo se están vacunando ocho países. La inmensa mayoría del mundo todavía no se ha puesto ninguna vacuna. Y en los países en que se está poniendo, se está poniendo, hasta ahora, una cantidad ínfima de vacunas. El único que va más adelantado es Israel, que ya tiene la mitad de la población vacunada. En España vamos con velocidad de tortuga porque ocurre una cosa muy curiosa: de los tres fabricantes de vacunas que ahora mismo están funcionando, los tres se han equivocado en la predicción de su propia producción. Lo cual es llamativo. Que a las tres les haya pasado lo mismo… ¿es tan difícil para ellos mismos calcular la velocidad de producción? Da la impresión de que se han apresurado para firmar contratos aunque no estuvieran preparados para servirles con los productos. Se han apurado para firmar contratos y embolsarse el dinero pero no tanto para la otra parte del pacto, el fabricarlos.
– ¿Qué opina de que los laboratorios hayan exigido a los gobiernos deslindarse de responsabilidad ante posibles efectos adversos de las vacunas y que se haya exigido mantener la confidencialidad sobre la composición de estas vacunas?
– Solo lo puedo entender como un auténtico abuso por parte de las farmacéuticas. Por una parte, había unas compañías con las perspectivas de poder enriquecerse y unos compradores deseando comprar a toda costa y lo antes posible. Sencillamente, unos han abusado a los otros. Como decimos en España, son como las lentejas, “o las tomas o las dejas”. Si usted quiere vacunas, en estas condiciones. Usted se hace responsable de todo lo que pase, tiene que pagar por adelantado, no puede conocer la composición y los propios contratos que han firmado se los han dado censurados, tachados… los gobiernos estaban por un lado preocupados por la humanidad y, por otro lado, preocupados por ellos mismos porque les podía costar el gobierno.
Todas las condiciones que ahora mismo se han dado no son solamente inéditas sino alucinantes. Ninguno de los humanos podría haberse imaginado que íbamos a vernos en una situación así.
– Usted ha instado a médicos y científicos para que reaccionen ante esta realidad e investiguen posibles tratamientos.
– Creo que los médicos hemos actuado demasiado encorsetados en esta situación. Los médicos estamos un poco intoxicados de rigurosidad. No se puede pretender que el discurso en una situación tan excepcional y tan enormemente grave y tan rápida, sea tan riguroso como funciona la medicina habitualmente. Creo que es una situación excepcional en la que hay que tener imaginación y, sobre todo, valentía. Tampoco es tanta valentía la que requiere, tengamos en cuenta que casi todas esas moléculas que yo defiendo que se deje investigar, fueron usadas para otras cosas. Quiero decir que el asunto de la seguridad lo tienen demostrado. Son todas usadas durante muchos años. Concretamente, el producto en el que me veo involucrado yo, fue aprobado por la FDA en 1965. Estamos hablando de 55 años.
– ¿Qué producto es?
– No tiene nombre comercial porque es la mezcla de seis productos todos ellos aprobados. Son aceites esenciales. Se sabe que los aceites esenciales tienen propiedades antivirales y lo que han hecho es juntar unos cuantos por lo que se ha potenciado muchísimo el efecto antiviral. Todos ellos se han utilizado para el herpes genital, el herpes labial, sin efectos secundarios. Si se sabe que daño no va a hacer ¿cuál es el problema para probarlo?
(Fuente: La Prensa)