“Nuevos datos muestran que los niños tienen la mitad de probabilidades de contagiar el virus y un tercio de chances de contraerlo”, aseguró un especialista en enfermedades infecciosas y asesor científico del Reino Unido
Mucho se dijo y escribió sobre los protocolos para una vuelta a clases segura desde que abrieron las primeras escuelas en el mundo tras los primeros meses de cierre a causa de la pandemia por coronavirus.
En la Argentina, las clases presenciales se reanudaron desde el 17 de febrero en la mayor parte del país y uno de los ítems que más discrepancias generó del reglamento dispuesto por el Ministerio de Educación es el uso del tapabocas durante todo el tiempo que los chicos permanecen en los establecimientos educativos.
Según reza el texto del protocolo, “es obligatorio, para el ingreso y permanencia en los establecimientos educativos, el uso de tapaboca en todo momento, que debe cubrir por completo la nariz, boca y mentón”.
Y si bien la normativa establece que en el caso de las niñas y los niños de salas de tres a cinco años “deberían usarlo durante todo el tiempo que sea posible” siempre y cuando el menor cuente con la autonomía suficiente para colocarse y quitarse el tapabocas por sus propios medios, en términos generales la mayoría de los colegios lo planteó con el mismo carácter de obligatoriedad que en el resto de los niveles.
Es que el reglamento otorga a cada escuela la potestad de “adaptar el protocolo de acuerdo a las características del edificio”.
El debate se extendió por todo el mundo y ahora el Reino Unido acaba de confirmar que el cubrimiento facial no será obligatorio en las escuelas primarias, luego de que uno de los asesores científicos del país asegurara que “abrir las ventanas sería mucho más efectivo para reducir la propagación del COVID-19 en las escuelas que hacer que los niños usen máscaras faciales”.
El profesor Calum Semple es especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Liverpool y miembro del Grupo Asesor Científico para Emergencias del Reino Unido (SAGE por sus siglas en inglés) y dijo no ser “un fanático de pedir a los niños pequeños que usen máscaras” e insistió en que existen mejores estrategias para controlar el virus.
Si bien en el inicio de la pandemia, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) enunciaba que “el uso de mascarillas faciales durante brotes de enfermedades virales como la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) se demostró en estudios científicos que sólo es efectivo para proteger a los trabajadores de la salud y reducir el riesgo de que pacientes enfermos diseminen la enfermedad” y aconsejaba su uso a “las personas que tienen síntomas respiratorios como tos, estornudos o dificultad para respirar, las personas (incluidos los familiares) que brindan atención a personas con síntomas respiratorios y los trabajadores de la salud, cuando ingresan a una habitación con pacientes o cuando tratan a un individuo con síntomas respiratorios”, el organismo incurrió luego en varias contradicciones acerca de la recomendación del tapabocas en personas sanas. Y esa discusión quedó plasmada en las opiniones de los especialistas consultados por Infobae.
Eduardo Lopez es médico infectólogo pediatra (MN 37586) y ante la pregunta de este medio señaló que “las estrategias para minimizar los contagios en las escuelas son múltiples, no exclusivamente el uso del barbijo elimina el riesgo, como tampoco lo hace la burbuja, ni la ventilación de los ambientes”. “Creo que la estrategia para disminuir el riesgo en las aulas tiene que ser de tipo múltiple -insistió-. A los chicos hay que enseñarles como una actividad lúdica a utilizar el barbijo, el lavado frecuente de manos, la limpieza de sus pupitres de forma sistemática, a trabajar con el concepto de burbuja, tener las aulas ventiladas lo máximo posible, que los chicos hagan su recreo al aire libre con concepto de burbuja y los padres de los alumnos que tengan cuadros respiratorios o diarreicos deben saber que es buena conducta que no vayan a las escuelas porque pueden estar comenzando un cuadro de COVID y contagiar”.
Y tras considerar que “haberse tomado la decisión de vacunar a los maestros también aporta a disminuir el riesgo de contagio de los maestros a los chicos”, el especialista aclaró que “el riesgo nunca se elimina, pero si se suma el uso del barbijo, más la ventilación de las aulas, lavado frecuente de manos, distancia social, vacunación de maestros creo que son todas medidas que hacen que se minimice el riesgo de contagio en forma significativa”.
El médico infectólogo y epidemiólogo Edgardo Schinder (MN 38667) es master en Salud Pública Internacional y junto a otros colegas realizó una investigación (ver final nota) sobre los efectos adversos del uso de mascarillas faciales para infecciones virales, en la que concluyeron que “el empleo de mascarillas faciales para protección de infecciones aerógenas -en este caso del denominado COVID-19- y particularmente en personas sanas, ha actuado con más perjuicios que beneficios. Y que esto ha sido más característico para mujeres y para personal de salud independientemente del tipo de máscara, de la clase social, el nivel educativo y de las otras variables analizadas”.
De un total de casi mil encuestados en la Argentina, el 55.5% atribuyó inconvenientes y molestias por el uso de barbijos. Asimismo, “fue muy elevada (52%) la significación de los que padecieron dolores de cabeza, cefaleas, jaquecas y migrañas”, al tiempo que el 38% manifestó sensación de ahogo, sofocación y de falta de aire.
Y mientras el 58.6% de los encuestados declararon irritabilidad por el uso de la máscara, un 52.5% refirieron fatiga y agotamiento de algún carácter con el uso de los barbijos.
“Una de las consecuencias más uniformes del uso de máscaras faciales es la cefalea, dolor de cabeza, jaquecas y migrañas -puntualizó Schinder-. En nuestra serie estuvo relacionado con la duración de horas de uso diarios, en particular en quienes adoptaban las máscaras más de ocho horas diarias (59.3%) y se diferenciaban con quienes lo dedicaban menos de dos horas diarias (41.9%) o entre dos a cuatro horas diarias (41.8%) o el resto de los usuarios de labor entre cuatro a seis horas (60.6%) o de seis a ocho horas diarias (61.6%)”.
La frecuencia de dolores de cabeza se incrementaba con el período de empleo diario, según refirió el investigador.
Si bien del estudio sólo participaron tres menores de edad y sus apreciaciones no pudieron ser sumadas al análisis estadístico, la médica pediatra Liliana Szabó (MN 57156) se encargó de explicar por qué, a su criterio, “los niños no deben usar barbijo en las escuelas ni en ningún otro lado”.
Las razones que esgrimió son cuatro:
1) Riesgo de hipoxemia: “Está comprobado científicamente que el uso de barbijos mantiene baja la oxigenación en sangre. Esto lleva a la lentificación de todos los procesos metabólicos del cuerpo humano; disminuye la inmunidad natural llegando inclusive a la muerte celular, con el consiguiente riesgo de muerte neuronal”, explicó la pediatra, para quien “un niño está en pleno proceso de crecimiento y reproducción celular por lo tanto necesita todo el oxígeno posible disponible para ello”.
2) Favorece las infecciones orales y respiratorias: “La exhalación de saliva y gérmenes que son retenidos en la tela y vuelven a ser inhalados sin renovación adecuada del aire generan aumento de la carga viral y del número de bacterias en el aire inspirado con el aumento del riesgo de generar infecciones en boca, garganta, laringe, tráquea y pulmones -detalló-. La humedad acumulada en la tela del tapabocas genera colonias de hongos, como por ejemplo candidiasis, y bacterias varias que son inhaladas una y otra vez sin posibilidad de ser eliminadas a través de la libre respiración”.
De esta manera, según Szabó, “el barbijo se convierte en un elemento de contaminación que atenta contra la higiene sanitaria privando al niño o a cualquier persona que lo use de sus recursos respiratorios naturales de inmunidad”.
3) Genera daño psicológico grave: “Se ha demostrado perfectamente que tapar la boca y nariz a un individuo lo coloca en una situación de indefensión -justificó la pediatra-. Los mismos delincuentes se tapan la cara para infundir temor además de no ser reconocidos. Para un niño no poder expresarse espontáneamente, no poder respirar libremente y no poder ver las expresiones de la cara de sus pares ni de su maestra constituye una agresión básica a su psiquis. Estos niños desarrollarán una actitud de sometimiento y temor ante el prójimo en lugar de desarrollar su propio Yo y personalidad para poder plantarse en un futuro en sus vidas como adultos seguros y saludables”.
4) Los niños no se encuentran ante ningún riesgo: “O no se contagian fácilmente por carecer de receptores de membrana para el virus según su edad, o se inmunizan directamente o hacen cuadros muy leves que de ninguna manera justifican medidas drásticas”, explicó Szabó, para quien “ya se conocen tratamientos curativos de esta enfermedad por lo que no hay ningún motivo sanitario real para indicar restricciones del contacto e intercambio social, imprescindible para el desarrollo del niño en crecimiento”.
En ese sentido, Semple insistió en que “los niños de la escuela primaria tienen el menor riesgo frente al virus tanto para ellos mismos como para la sociedad”. “Están saliendo datos realmente buenos que muestran que los niños tienen la mitad de probabilidades de contagiar el virus y un tercio de probabilidades de contraerlo -remarcó-. Así que no soy un gran admirador de que los niños pequeños usen mascarillas”.
Y en ese sentido, agregó: “Si tuviera que invertir en una sola actividad para mejorar el medio ambiente tanto para los niños como para los adultos, estaría buscando mejorar la ventilación, abriendo las ventanas, mejorando los intercambios de aire; esa sería una forma mucho más eficaz de reducir la transmisión en las escuelas”.
Cuando se le preguntó sobre el riesgo para los maestros, Semple refirió que los datos muestran que “la escuela como lugar de trabajo no representa más riesgo para las personas que los que tiene la sociedad en general, que lleva a cabo su vida diaria y su entorno de trabajo normal”.
No hay evidencia de que las escuelas abiertas impulsen la propagación del coronavirus en la comunidad en general en el Reino Unido, dijeron los asesores de SAGE la semana pasada.
En un estudio de las ausencias de alumnos y maestros causadas por pruebas positivas de Covid, los investigadores dijeron que las infecciones confirmadas en las escuelas no condujeron a brotes más grandes. En cambio, hubo evidencia de que lo contrario era cierto, lo que sugiere que los alumnos y los maestros tenían más probabilidades de infectarse en otros lugares.
(Fuente:Infobae/Valeria Chavez)