Denuncian que no hay camas libres y que ya se elige a qué paciente dar un respirador
Los trabajadores de la salud aseguran que cada lugar se ocupa en cuanto fallece un paciente, y que las guardias son inseguras por los contagios. Funcionarios y directivos dan otra versión.
En la entrada del Hospital Durand hay un logo de BA, Buenos Aires Ciudad. Fue intervenido con tres cintas negras y tres nombres escritos con fibrón debajo de cada una: Julio, Grover, Virginia. Recuerdan a los tres trabajadores de este hospital que fallecieron por covid, Julio Gutiérrez, Grover Licona y Virginia Viravica. Lució como un fondo no planificado el miércoles al mediodía, cuando los trabajadores de la salud de distintos hospitales de agudos porteños volvieron a denunciar, reunidos en la puerta de este centro de salud de Caballito, lo que ya dijeron tantas veces: «no damos más», «estamos en peligro».
Advirtieron también sobre un sistema que definen no ya como «al borde del colapso», sino en el centro mismo de ese colapso: distintos trabajadores que relataron su cotidiano a Página/12 afirman categóricamente que hoy no hay camas libres de terapia para covid en la Ciudad de Buenos Aires: lo que se da en los hechos, aseguran, es un sistema de «cama caliente» en el que se ocupa inmediatamente cada lugar que va quedando libre en el sistema, generalmente porque el paciente que lo ocupaba, falleció. Mientras tanto, quienes ingresan permanecen en guardias y shock rooms que se vuelven inseguros para quienes acuden con otras urgencias (un accidente en la calle o doméstico, una dolencia repentina de cualquier tipo), porque son lugares que no están preparados para mantener la distancia y la ventilación necesarias.
«Yo mismo he esperado que los médicos decidan a qué paciente me llevaba a ventilación, entre dos o tres. Siempre es el más joven, a menos que sea el padre o la madre de alguien».
Los trabajadores relatan además que allí ya han aplicado en reiteradas ocasiones el procedimiento conocido como «triage duro» para decidir qué paciente «sube» de la guardia en cuanto se desocupa una cama y cuál no: el que tiene más posibilidades de sobrevida, es el que finalmente accede a un respirador, con distinta suerte de según la demanda del momento. «Esa es hoy nuestra realidad. No se dice porque el blindaje es total. Pero yo mismo he esperado que los médicos decidan a qué paciente me llevaba a ventilación, entre dos o tres. Siempre es el más joven, a menos que sea el padre o la madre de alguien. El otro queda esperando, y en (pacientes) respiratorios cada minuto cuenta», dice el camillero Carlos Horacio Argüello.
«Esa información brindada no es la correcta», asegura el director del Hospital Durand, Horacio Bolla, a este medio. «Trabajamos en red, somos 34 hospitales y tenemos un índice de ocupación de terapia intensiva covid del 85 por ciento. Y en las camas de moderados en los pisos es de 80 por ciento aproximadamente. No existe ningún triage». En el mismo sentido, desde el Ministerio de Salud de la Ciudad afirman ante la consulta de Página/12 que «el sistema no está colapsado, tenemos un 80 por ciento de camas UTI».
Dos versiones
No es la primera vez que el director del Durand –y de otros hospitales porteños, como recientemente el del Fernández– y las autoridades de la Ciudad desmienten las advertencias urgentes del personal de la salud. Bolla afirmó, por ejemplo, que en el hospital que dirige quedaban cuatro camas de covid libres. «Lo que no dice es que no hay médicos para atender esas camas«, responde Ever Alvarado, enfermero de guardia del hospital, quien actualmente trabaja allí atendiendo a pacientes covid.
«En el Durand hay tres terapias. Una con 10 camas, otra con 22, esas están llenas. Y hay una tercera terapia pediátrica adaptada para covid, con 16 camas, de las cuales 12 están ocupadas. O sea que sí, hay cuatro camas libres», describe. «Pero quedan pacientes en la guardia, esperando subir en cuanto se desocupe alguna cama. Sin embargo no los suben, porque allí no hay médicos para atención. Es decir, cuentan camas que no están en uso«.
«No es así, todas las camas que contamos como libres están en condiciones y tienen el personal idóneo, están técnicamente habilitadas para terapia intensiva», asegran desde el Ministerio de Salud porteño a Página/12.
«Que no digan que hay camas libres porqe es mentira. Las camas se liberan porque la gente se va muriendo, pero atrás hay otro esperando. Pongalo así porque es tal cual, por favor».
«La cifra real es lleno total: Estamos sin camas desde el 2 de abril, se desocupan y se ocupan de inmediato«, describe Valeria Urueña, médica de guardia del Ramos Mejía. «Como personal sanitario tuvimos un entrenamiento para aumentar la respuesta en situación de colpaso, pero los recursos son finitos», dice.
Según su punto de vista, no es posible sumar muchas más camas a las existentes en el sistema: «Hay un nivel de formación en el manejo de pacientes críticos que lleva muchos años. Un médico puede atender bien entre 3 y 5 pacientes con respirador, y en turnos de menos de 12 horas, porque terminás quemado. Si son pacientes pronados (a los que hay que dar vuelta), se necesitan entre 4 y 5 personas para mover a una persona sedada. Estamos al límite, y ya se está tomando personal que no está formado y hace lo mejor que puede», describe el pamorama.
Urueña habla desde el lugar de «veterana en la profesión», con 16 años de trabajo y la experiencia del año pasado, «que son como mil más». «Veo mucha irresponsabilidad social. El sistema no va a colpasar, ya colapsó, el virus es mortal, pero la gente no reacciona. Y veo como un apelativo a convencer a la población de que la vida no vale nada, y que se mueran los que tengan que morir. Si es un sistema de selección natural, van por buen camino«, ironiza.
Involucrados
«Que no digan que hay camas libres porqe es mentira. Las camas se liberan porque la gente se va muriendo, pero atrás hay otro esperando. Pongalo así porque es tal cual, por favor», pide Lidia Fernández, trabajadora administrativa del Durand. Dice que la pandemia «los involucró a todos», que trabajan con miedo, «también la gente de limpieza, que está tercerizados y cobran 16 mil pesos». Cuenta anécdotas del modo en que establecen contacto con las familias de los pacientes aislados, desdeperadas por saber algo más.
«Lo que pasa acá es lo que pasa en todos los hospitales de agudos. En lo que va de la pandemia el Gobierno de la Ciudad sumó solo 50 camas», suma Luis Ledesma, del Ramos Mejía.
«Estamos sin licencias, sin vacaciones, porque no hay recambio. Y eso también baja la calidad de la atención y sube la mortalidad».
Graciela es licenciada en enfermería y terapista del Zubizarreta, en Devoto. Coincide con el diagnóstico: en su hospital están ocupadas todas las camas covid. Hay 16 pacientes «respirados» (con asistencia mecánica) internados, y 8 leves. «Quedan cuatro respiradores, pero no hay recursos humanos para manejarlos», asegura. «El tema es que no damos más. Estamos sin licencias, sin vacaciones, porque no hay recambio. Y eso también baja la calidad de la atención y sube la mortalidad», asegura.
Muestra su recibo de sueldo: tiene 12 años de antigüedad, una carrera terciaria y cobra 41 mil pesos por guardias nocturnas. Para ir al hospital toma el tren desde San Miguel. Se contagió covid en el hospital y volvió a trabajar. Es otra de las que piden con vehemencia el reconocimiento de la carrera profesional de enfermería, un reclamo histórico.
El camillero Argüello está indignado, enojado, dice, y cuenta su historia: se contagió covid en abril pasado, y está seguro de que fue en el hospital. «Los siete camilleros que estuvieron conmigo, quedaron asilados. Porque como nuestro lugar de trabajo es un subsuelo sin ventilación, todos fueron contcto estrecho, ahí no hay manera de aplicar protocolo. El turno mañana se quedó sin camilleros, y no tomaron gente extra: forzaron la máquina, sacaron de otros turnos. Los camilleros somos el último orejón del tarro. ¿Sabés lo que es ir venir con los pacientes, porque te avisan que hay una cama que después no estaba, luchar con los ascensores que no andan, cambiar los tubos de oxígeno?», interpela.
Cuenta que trabaja hace doce años en el Durand y cobra 42 mil pesos por un turno de 8 horas. Completa el sueldo colocando aires acondicionados. «Pero como quedé secuelado, también me cuesta llegar al final del día, no tengo el mismo rendimiento físico», lamenta.
La enfermera del Gutiérrez Elena Amarilla cuenta que en el hospital de niños la situación no es de la misma gravedad en cuanto a la ocupación de camas respiradores, ya que se trata de pacientes de otro tipo en cuanto a la evolución del virus, pero alerta por el ingreso cada vez más niños y niñas por covid, y la muerte de tres de ellos por esta enfermedad.
«Esto tiene dos puntas peligrosas: de un lado la gente que no se cuida, que pide libertad. Del otro el gobierno que niega la realidad y no habilita más recursos. De un lado y del otro, están creando un desastre en el medio», concluye.
(Fuente: Página 12)