Europa y Estados Unidos ya la habían aprobado para uso de emergencia y ahora fue aurorizada por el Reino Unido. Desarrollada con tecnología de adenovirus, puede permanecer hasta tres meses refrigerada en freezers de 2-8 °C, lo que, además, facilita su distribución
El 1 de abril de 2020, la farmacéutica Johnson & Johnson anunció al mundo la creación de una vacuna contra la enfermedad COVID-19 generada por el coronavirus SARS-CoV-2.
Pero el desarrollo de esta nueva arma contra la pandemia del coronavirus no tuvo lugar de la noche a la mañana. Hace una década, los investigadores del Beth Israel Deaconess Medical Center en Boston, Estados Unidos, desarrollaron un método para hacer vacunas a partir de un virus llamado Adenovirus 26 , o Ad26 para abreviar. La compañía Johnson & Johnson desarrolló vacunas para el ébola y otras enfermedades con Ad26 y ahora cuenta con la flamante aprobación -limitada por el contexto global de emergencia sanitaria- para su inoculante contra el coronavirus.
Denominada Ad26.COV2.S, la inoculación se administra en una sola dosis muscular. A su vez, se puede almacenar hasta dos años con un sistema de congelado a -20°C y hasta tres meses refrigerada en freezers de 2-8 °C. Esta es una ventaja distintiva ya que las otras vacunas autorizadas en el mundo hasta el momento necesitan dos dosis. Además, por el hecho de que puede almacenarse a temperaturas normales de nevera en lugar de en congeladores, facilita la tarea logística de distribución y conservación, en contraposición a sus dos competidoras que requieren freezers ultra fríos.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aprobó su uso de emergencia el 27 de febrero último y lo mismo hizo Europa el 11 de marzo.
La vacuna de J&J ha demostrado ser efectiva en todos los grupos demográficos en Estados Unidos, aunque la respuesta durante las pruebas clínicas ha variado dependiendo del país, con EEUU registrando un 72% de efectividad, Latinoamérica, un 66 % y Sudáfrica, donde se ha extendido una variante más resistente y contagiosa del virus, un 64%. Los expertos consideran probado que la vacuna es segura y no provoca reacciones graves entre los que la reciben.
Un nuevo estudio preliminar no revisado aún por pares, publicado hace dos semanas, da cuenta la efectividad en el mundo real de la vacuna de vector adenoviral Ad26.COV2.S, más conocida como Johnson & Johnson, para COVID-19.
“Uno de los primeros estudios para evaluar la efectividad en el mundo real de la vacuna de una dosis de J&J, coincide con el ensayo clínico de fase 3, al 77%”, expresó al respecto, el prestigioso cardiólogo e investigador estadounidense, editor jefe del sitio de salud Medscape, Eric Topol.
En este estudio, publicado en la revista científica The Lancet, según detallaron los autores se aprovechó la curación longitudinal a gran escala de registros médicos electrónicos del sistema de salud de Mayo Clinic en varios estados de Estados Unidos.
Los datos que fueron mencionados por Topol en un post de su cuenta de Twitter, surgen de este estudio que compara la tasa de infección de 2,195 personas que recibieron una sola dosis de la vacuna Ad26.COV2.S de Johnson & Johnson con la tasa de infección de 21,950 personas no vacunadas con propensión emparejada entre el 27 de febrero y el 14 de abril de 2021.
“De los 1.779 individuos vacunados con al menos dos semanas de seguimiento, solo 3 (0. 17%) dieron positivo para SARS-CoV-2, 15 días o más después de la vacunación, en comparación con 128 de 17.744 (0,72%) individuos no vacunados (tasa de reducción de 4,34 veces)”, dice el informe.
Esto corresponde a una efectividad de la vacuna del 76,7% para prevenir la infección por SARS-CoV-2 que comienza al menos dos semanas después de la vacunación. Estos datos concuerdan con la eficacia de Ad26.COV2.S informada en ensayos clínicos en la prevención de COVID-19 de moderada a grave con aparición al menos 14 días después de la administración de la vacuna.
Según las conclusiones del estudio la evaluación continua de la eficacia y seguridad en el mundo real de las vacunas autorizadas por la FDA “es fundamental para amplificar la transparencia, generar confianza pública y, en última instancia, mejorar los resultados generales de salud”.
Una piedra en el camino
Un grupo de investigadores alemanes han afirmado que, a partir de una serie de estudios de laboratorio, habrían encontrado la causa de los raros pero graves episodios de coagulación sanguínea, entre algunas personas que recibieron las vacunas COVID-19 desarrolladas por AstraZeneca y Johnson & Johnson (Janssen).
Los investigadores afirmaron que las vacunas analizadas envían parte de su carga útil al núcleo de las células, donde algunas de las instrucciones para fabricar proteínas Spike de coronavirus pueden ser malinterpretadas. Las proteínas resultantes podrían desencadenar trastornos de coagulación de la sangre en un pequeño número de receptores.
La mayoría de las pruebas de diagnóstico y las vacunas se han diseñado utilizando esta proteína Spike a través de la cual el virus se adhiere a las células para comenzar el proceso de infección. El estudio alemán sugiere que los fabricantes de vacunas que utilizan vectores adenovirales podrían alterar la secuencia de la proteína Spike “para aumentar la seguridad de estos productos farmacéuticos”.
Las vacunas desarrolladas a partir de vectores adenovirales han sido limitadas en su uso, al menos en la Unión Europea. Francia, por ejemplo, limita su uso a mayores de 55 años, reservando para los menores de esa edad, los desarrollos con tecnología ARN mensajero, Pfizer-BioNTech y Moderna. En Bélgica, este miércoles, el país decidió dar la vacuna Johnson & Johnson solo a personas mayores de 41 años, algo que ya había hecho con el producto de AstraZeneca.
Pruebas en la Argentina
En el marco del estudio “ENSEMBLE”, en noviembre de 2020 se comenzó a vacunar en la Argentina a voluntarios mayores de 18 años que recibieron la única dosis que constituye a esta vacuna candidata en los Centros Swiss Medical acondicionados para este fin. Al ser un ensayo multicéntrico, otras instituciones también aplicaron la dosis.
Consultado por Infobae, el médico Gabriel Novick -quien fuera ex viceministro de de Salud de la Ciudad de Buenos Aires durante la pandemia de gripe H1N1 en 2009-, precisó respecto a la nueva vacuna: “Particularmente esta vacuna de Johnson & Johnson facilita la adherencia, todo lo que sea en una dosis facilita la adherencia. También tiene la ventaja de que no requiere congelamiento o freezer para el transporte y el almacenamiento, lo que también facilitaría a nivel de salud pública la inseminación y distribución de la vacuna. Son dos atributos interesantes de esta candidata en particular”.
Sobre las características particulares y propias de la vacuna de Johnson & Johnson-Janssen, la médica Paula Barreyro, directora de asuntos científicos y externos de Janssen Latinoamérica Sur explicó a Infobae: “Técnicamente nuestra vacuna se llama de vector viral. Eso significa que usamos un adenovirus no replicante que no generará infección, ni enfermedad en el organismo al que se inocula”.
Y agregó: “Las tecnologías sobre las que se está investigando la vacuna contra la COVID-19 se denominan AdVac y PER.C6. Estas brindan no solo la capacidad de desarrollar nuevas opciones de vacunas con rapidez; sino también de aumentar la escala de producción de la vacuna candidata óptima. La misma tecnología fue utilizada por la compañía para desarrollar la vacuna para el Ébola, para el virus del Zika, el virus sincicial respiratorio y el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH); las cuales se encuentran en fases 2 y 3 de desarrollo clínico”.
En el caso de la vacuna contra el nuevo coronavirus se utiliza como el vector que trasladará un “pedacito del coronavirus hacia el organismo para luego generar la respuesta autoinmune”.
La inclusión de la primera vacuna monodosis debería contribuir a acelerar la campaña de vacunación al no requerir de una segunda dosis a las tres semanas, como ocurre con las inyecciones de Pfizer y Moderna, aunque Johnson & Johnson dijo hoy que baraja posibles recordatorios anuales.
La vacuna de J&J no requiere las extremas bajas temperaturas en el almacenaje como en el caso de Pfizer y Moderna, ya que no está basada en ARN mensajero, como sus predecesoras, sino en instrucciones codificadas en una cadena de ADN transmitida a la célula en un adenovirus, una técnica menos expuesta a deterioro.
Por esta razón, puede ser conservada hasta tres meses entre temperaturas de 2 a 8 grados centígrados, algo que reduciría la complejidad de la cadena de suministro y escenas como las vividas en algunos puntos del país, donde se distribuyeron vacunas de emergencia entre la población tras problemas con los congeladores. (Fuente: Infobae)