Tiempos difíciles estamos viviendo los argentinos.
El destino no es irreversible y de ahí la necesidad y la obligación que a todos nos compete de buscar modos de superación.
El acto policial que significó el atentado contra la Vice Presidente marcó la culminación de un modelo que debe corregirse antes de que cosas peores ocurran.
Los detalles y la valoración del hecho correrán por cuenta de los investigadores.
Pero es inevitable señalar dudas y confusiones que ayudan a enrarecer el aire.
Los sicarios no fallan, por lo que podría colegirse que el caso es más la decisión de un o unos extraviados que parte de una organización planificada.
En medio de la escena el Gobierno ha hecho también su aporte a las imaginaciones y las sospechas.
¿Puede la custodia de la Policía Federal ser tan frágil?
¿Puede un error técnico limpiar el teléfono del autor del atentado?
¿Puede el responsable de la Institución a cargo de la custodia, Aníbal Fernández, seguir en su puesto?
Son demasiadas dudas, demasiadas casualidades y demasiadas torpezas.
Superado el hecho repudiable desde donde se lo mire, es tiempo de leerlo entre líneas para imaginar una justificación y una maniobra.
El Gobierno ha elegido al odio como motor de su análisis.
Se equivoca.
Y se equivoca premeditadamente.
Es, como desde el primer día, una máquina de mentir.
No hay odio en la gente.
No lo hay tampoco en las Instituciones.
Expresiones aisladas, en todo caso, no alcanzan para hacer del odio el motor de un eventual asesinato.
Lo que en verdad ocurre es que el kirchnerismo está perdido en el camino de su sensación de irremediable deterioro.
El odio es entonces solo un invento que vanamente trata de esconder los signos de la calamidad que sufre la sociedad.
Es la inflación, la corrupción, la inseguridad y certeza del fin de ciclo lo que los trastorna.
Es que debe costarle mucho a la viuda de Kirchner y sus muchachos aceptar mansamente la devaluación del dólar soja, la visita de subordinación al FMI del súper Ministro Massa y la ejecución del ajuste, (maldita palabra) que se torna inevitable y ya está en marcha.
El final estaba escrito en el principio.
Alberto Fernández sería Presidente a cambio de la solución de los problemas judiciales de la Señora.
Fallaron ambas expectativas.
El Presidente no es realmente Presidente y las causas penales que condenan a la Jefa marchan derecho al castigo que marca la Ley.
El diálogo es necesario.
Pero las condiciones no pueden andar si el Presidente del bloque de Senadores del Frente de todos, el formoseño Mayans dice “si quieren paz social empecemos por suspender el juicio de Vialidad”.
Ahí está la madre del borrego.
Como no son democráticos imaginan que un juicio puede cerrarse porque sí.
Ya lo anunció la Señora cuando dijo que la división de Poderes es una antigüedad.
No es odio, entonces.
Es una visión populista y autoritaria que los pinta de cuerpo entero.
En verdad compiten por ser peores.
El Ministro del Interior anuncia que convocará al diálogo y la vocera presidencial lo desmiente al rato.
Más aún, en las Escuelas de la Provincia de Buenos Aires circula un cuadernillo de adoctrinamiento peor que “La razón de mi vida” que conocimos los más viejos.
Perdón por ser autorreferencial, pero se da una coincidencia que no puedo evitar.
En el panfleto provincial aparece un dibujo y la conjugación del verbo “yo odio, tu odias, el odia, nosotros odiamos, vosotros odiáis, el dispara”.
En plena dictadura de Onganía publicábamos con unos compañeros un quincenario llamado “Siempre”.
En la tapa de un ejemplar, ilustrado con la foto de un policía con arma larga y su pie apoyado en la espalda de un civil tirado en el piso, escribí una columna que titulé “yo democracio, tu democracias, ellos no”.
Este es un gobierno elegido por el pueblo lo que no los hermana.
Pero no se puede negar que por lo menos parecen primos.En fin.
No es odio, es amanecer de un cambio irreversible…
Héctor Ricardo Olivera
Nota: ¡Feliz día a los Maestros que enseñan y no adoctrinan!