En los tiempos actuales, existen muchos personajes que se obsesionan por endilgarse el título de “políticos”, pero que se presentan empeñados en lograr que nadie escuche a nadie, de promover el todos contra todos, y al mismo tiempo destacarse por no presentar una sola idea factible.
Son personajes egoístas y mezquinos que, ante la ausencia de políticas de diseño propio, apuestan sólo a destruir las ajenas y promover el aturdimiento generalizado.
Por el contrario, reivindico aquellas y aquellos que aún entienden que la verdadera política radica en contar, entender y solucionar las historias de las y los que peor la están pasando en momentos tan difíciles como el actual.
Personas que no son beneficiarias ni por cerca, del discurso abstracto, inentendible y para nada efectivo en solucionarle el día a día.
Discursos que solo provocan más bronca sobre la bronca misma. Y peor aún, discursos que falsamente dicen incluirlos para luego olvidarlos y atentar inevitablemente contra quienes “los eligieron».
Creo que se ha generado un espacio y un tiempo de confusión plena; un ambiente proclive para que lo ocupen centralmente, algunos personajes que años atrás no hubieran tenido un segundo de atención de nadie.
La aparición de personas que exaltan criminales de lesa humanidad o hacen del “libre mercado” su única orientación para comercializar órganos, niños y niñas, o cualquier cosa que atienda la demanda de quien pueda comprarlo.
¿Realmente debemos conformarnos complacientemente a la aparición de semejantes engendros sin reacción ninguna?
¿Hubiera sido posible su aparición y centralismo si al mismo tiempo no existiera un retroceso de la dirigencia política preocupada solo por el bien común?
¿Podrían existir personajes engreídos que exhiben su vitalicia impunidad institucional de haber mediado realmente un ejercicio de los derechos que implícitamente deben establecerse en un país democrático?
Pero son estos tiempos muy difíciles los que pulen dirigentes políticos que valdrá la pena tenerlos en cuenta y recordarlos.
Los que proponen y buscan soluciones en los momentos de incertidumbre, momentos de realidades complejas y que enfrenten valientemente la imperiosa necesidad de ser imaginativos y generosos con aquellos que trabajan en contextos muy precarios, sin protección laboral ni representación sindical que los y las escuche.
Aquellos y aquellas que genuinamente pueden aturdirse con falsos mensajes de “libertad” y “republicanismo”.
Aquellos y aquellas que la realidad cotidiana les impide participar y recibir los beneficios de un país igualitario y que los incluya humanamente. Y por ello, simplemente por ello, entiendo que la democracia puede encontrarse en el límite de su perdurabilidad. Debemos recordar una vez más que la política “bien parida” no establece “zonas de confort”.
Exige un continuo compromiso alejado de slogans facilistas.
En gestiones de éxito no se requieren de mayores esfuerzos personales.
Pero es necesario también recordar que el empoderamiento del bien general en momentos de ejercer la política representativa, también establece un compromiso ineludible en los momentos más difíciles. Ya hemos sufrido consecuencias nefastas de “líderes” (¿?) que apostaban sólo a la “felicidad de dar buenas noticias…”.
El abandono de la militancia política y del compromiso de ejercer el accionar honesto esperable en momentos de dificultades, es claramente una traición a quienes más necesitan de ella y se dice representar. Son los momentos difíciles los que engendran “políticos reales”.
Los que enfrentan con perseverancia las situaciones que parecen imposibles de solucionar para lograr la mejora de las mayorías. Lo demás, estoy convencido, no solo pone en peligro lo ya conseguido, sino que se olvida que a tantos les ha costado hasta la vida misma. Y lamentablemente, algunos parecen querer repetirlo con fines exclusivamente económicos. La democracia participativa es uno de los pocos caminos que puede impedirlo.
Dr. Oscar A. Ruiz