Ya en los finales de la maratónica sesión en Diputados, en su carácter de presidente del bloque radical, Rodrigo de Loredo mientras mencionaba distintos aportes históricos de su partido, se refirió a “la pelea de los dos Arturos, aquel que trajo la modernización de la Argentina, la inversión extranjera, el desarrollo, la internalización de su mercado del 58 al 62 y aquel otro que nos debió haber complementado, que le dio estándares de mayor eficiencia en educación y salud pública y las mayores inversiones que haya registrado ningún gobierno presidencial en la historia argentina”.
Está claro que se refería a los expresidentes Arturo Frondizi y Arturo Illia.
No por breve la cita deja de ser desafortunada.
Y dejarla pasar es en cierto modo aceptarla.
No hubo pelea de dos Arturos. En todo caso, lo que hubo fueron dos partidos distintos -aunque con un mismo tronco y una separación reciente- que compitieron con candidatos distintos, con conductas y con propuestas distintas.
Arturo Frondizi no fue presidente por la Unión Cívica Radical, lo fue por la Unión Cívica Radical Intransigente.
Es verdad que los dos Arturos habían compartido un largo camino en los difíciles tiempos de la intolerancia, de los desencuentros, pero aquellas elecciones de 1958 los encontraban en veredas distintas.
Sus caminos -y los de sus partidos- nunca más se volverían a encontrar.
Ya nada tenía que compartir Arturo Illia con el Arturo Frondizi del Plan Conintes, del Plan Larkin y la muerte del ferrocarril, del pacto firmado y no cumplido, de la entrega del petróleo, de Alsogaray y pasar el invierno.
Al contrario, cada vez se fueron distanciando más, al punto de culminar el suyo Frondizi apoyando a su nuevo amigo Seineldin.
Tampoco es feliz la expresión sobre el gobierno de Illia “nos debió haber”, como si fuese una promesa incumplida.
Cada uno tiene el obvio y legítimo derecho de compartir las ideas y las prácticas de aquellos con los que más coincida.
Tampoco el reconocimiento a uno debe implicar el desconocer lo hecho por el otro o descalificarlo.
Lo que no se puede, y mucho menos hacerlo quien encabeza la representación legislativa de la UCR es querer estar con Dios y con el Diablo al mismo tiempo.
Reivindicar el gobierno de Frondizi y el de Illia al mismo tiempo es meter en la misma bolsa cosas distintas e incompatibles. No se puede apoyar la política petrolera de Frondizi y a la vez reivindicar la anulación de esos contratos por Illia.
De Loredo, por convicciones propias, por mandato familiar, o lo que sea, tiene el derecho de reivindicar a Frondizi y sus políticas, lo que no tiene es el derecho de hacerlo desde la presidencia del bloque de diputados nacionales de la Unión Cívica Radical. (Fuente El Ciudadano de Necochea)