El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, se reunió con la cúpula del episcopado argentino, muy crítico en los últimos tiempos de la marcha del país – Peña quiere una tregua para recuperar a los votantes desencantados
Preocupado porlos números a la baja que reejan las encuestas y conrman, indirectamente, las elecciones provinciales, el Gobierno admite una pérdida de votos identicados con varias corporaciones, entre ellas la Iglesia, y por eso se lanzó en una campaña destinada a recuperar a los votantes desencantados, que podrían ser decisivos para torcerla balanza en la primera vuelta y un hipotético ballottage.
El encargado, esta vez, de tenderlos puentes fue el ministro más político del gabinete de Mauricio Macri. El titular de Interior, Obras Públicas y Vivienda, Rogelio Frigerio,solicitó a la cúpula de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA)serrecibido en audiencia, gracias a la mediación delsecretario de Culto, Alfredo Abriani.
Frigerio fue recibido en la sede que el episcopado tiene en el barrio porteño de Retiro por el obispo de San Isidro y presidente del cuerpo colegiado, Oscar Ojea; el cardenal arzobispo de Buenos Aires y vicepresidente primero, Mario Poli; y y el titular de la diócesis de Chascomús, Carlos Malfa, que ocia de secretario general.
Según dejaron entrever ocialmente, el encuentro sirvió para continuar»conversaciones para la búsqueda de consensos básicos más allá de la coyuntura y de la campaña electoral». La conducción de la Iglesia que, a nivel global, encabeza el Papa Francisco, ya había manifestado su rechazo a una agenda cerrada con «diez puntos», como lanzó la Casa Rosada un mes atrás.
Frigerio transmitió a la cúpula eclesial la voluntad de alcanzar compromisos sostenibles en el tiempo con sectores de la sociedad civil, en tanto ambas partes reconocieron «la complejidad de la situación socioeconómica».
No obstante lo dicho, el Gobierno encendió luces rojas tras comprobar que la imagen del presidente Macri está herida en vastos sectores del clero y el laicado católico, que pese a no involucrarse en política partidaria,son referentes en sus comunidades y pueden inuir en la toma de decisión sobre el voto de su feligresía.
El punto más evidente del desencuentro del Gobierno y la Iglesia es el debate por la legalización del aborto, más aún luego de ltrarse que el Gobierno pretende que haya «paridad» de candidatos a favor y en contra de la práctica -«verdes» y «celestes», porlos pañuelos que los identican.
Menos notoria, pero igual de efectiva en términos de apoyo o rechazo, es la queja de las comunidades eclesiales de base por la crisis económica. Semanas atrás, cuando los gremios más combativos efectuaron un paro contra las políticas del macrismo, la Iglesia decidió no pasar desapercibida y marcó su preocupación por la situación general del país y el creciente desempleo. Los voceros fueron los curas villeros, con apoyo episcopal.
Con este escenario, el jefe de gabinete, Marcos Peña, ordenó un «operativo seducción» de los votantes confesionales desencantados, para convencerles de que continúen apoyando al Gobierno y eviten elregreso del kirchnerismo, o bien se alejen de las propuestas electorales monotemáticas -antiaborto- o de centroderecha, que en los tests provinciales debilitaron el apoyo al Gobierno.
El caso más representativo es el de la mediática Amalia Granata, que encabezando el frente «Somos Vida» y una plataforma provida y antiaborto, fue la tercera diputada más votada. Para el Gobierno,sus votos se fugaron de la boleta que llevaba a gobernador a José Corral.
(Fuente: El Cronista)