Familia chascomunense Peralta-Peroncini
Irse de vacaciones siempre es un placer, y volver para contarlas, también, más si en el viaje terminas sufriendo un huracán y un terremoto.
Eso fue lo que le sucedió a una familia chascomunense, los Peralta-Peroncini, que seguramente nunca olvidarán la experiencia vivida en Orlando (Estados Unidos) primero y en Cocoyoc (México) después.
Por lo pronto, en el final de la visita a Disney, donde concurrieron con familiares y amigos, 23 chascomunenses en total, los protagonistas de esta historia sintieron de cerca el Huracán Irma.
«Entre el domingo y lunes (10 y 11 de septiembre), el Estado de Florida decretó el toque de queda por el Irma, que pasó tipo 2 de mañana y fue Grado 3, menos intenso que en Miami», comentó Luciano Peralta.
«Se sintió el huracán, hubo árboles caídos, pero estuvo todo muy organizado: Disney entregó linterna y bolsa con comida y agua por persona y todo el tiempo llegaban mensajes al teléfono sobre lo que estaba sucediendo», agregó.
Hasta ahí, un relato más de argentinos que sufrieron en parte el desastre en el sur de Estados Unidos, aunque las particularidades de estas vacaciones no tardaron en llegar, solo fue cuestión de volver a Latinoamérica, a tierras aztecas precisamente.
De manera solitaria, ya sin la compañía de los restantes 19 chascomunenses, la familia Peralta-Peroncini continuó sus vacaciones en México, donde supo vivir entre 2002 y 2004, desempeñándose Luciano en la profesión que tiene, ingeniero, y su mujer, Maricel, como diseñadora de una revista.
Tras pasar uno días en el Distrito Federal, con el objetivo de visitar amigos, los viajeros se trasladaron a Cuernavaca, Estado de Morelos, y fueron a pasear a Cocoyoc. Estando en la Estancia de Hernán Cortez, dentro de la ciudad, los Peralta -Peroncini fueron testigos presenciales de uno de los peores terremotos del país azteca, el cual tuvo dos epicentros: Morelos y Puebla.
«Estábamos al aire libre en el momento que se desató el temblor, ese que comenzó aparentemente a 20 kilómetros de distancia. Lo primero que hicimos fue correr lejos de las construcciones viejas de un complejo que cuenta con hotel, spa, acueducto, iglesia…», relató Luciano.
«Los primeros movimientos fueron verticales, de arriba hacia abajo, pero luego se volvieron horizontales, lo que provocó que mucha gente que estaba corriendo, se cayera. Era como si te moviera una alfombra, o podías correr, al hacerlo, se te cruzaban los pies», añadió.
«El terremoto duró 1 minuto y medio y fue muy intenso. Estábamos acostumbrados a temblores de cuando vivimos en el DF, pero no esto. Incluso gente amiga que vivió el terremoto de 1985, sostenía que este fue peor. La sensación era que la tierra se abría», prosiguió.
«En el lugar, se rajó la entrada del hotel y se rompieron vidrios; se cayeron cruces de las iglesias, se rompieron torres. Cuando tomamos la autopista, estaba cortada por piedras. Ya en Cuernavaca se empezó a ver el desastre que provocó y más aún cuando en el DF, donde fue menor la intensidad, pero mayores los daños, como trascendió», terminó Luciano Peralta, protagonista junto a su familia de unas vacaciones que seguramente no olvidará.
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