Se conocieron a fines de los ’90, en el ocaso del menemismo. Asados en familia y el vínculo con María Eugenia Vidal. Los reproches de Mauricio Macri y el apuntalamiento con Alberto Fernández. El objetivo compartido de la Presidencia
A Sergio Massa, que justo ese domingo de julio del 2015 le había tocado un intenso viaje por el interior para apuntalar su campaña presidencial, lo invadió una sensación extraña. Se enteró mientras volvía a su casa de Tigre que el resultado del ballotage porteño entre Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau, en el que al final se impondría el jefe de Gobierno, venía más ajustado de lo que se preveía. Solo un par de puntos.
Para Massa, una eventual derrota de Rodríguez Larreta impactaba de lleno en la candidatura presidencial de Mauricio Macri. Tenía que festejarlo. Pero la sensación era agridulce. Más agria que dulce. “Pierde mi amigo…”, razonó amargo en privado, un buen rato antes de que al final el resultado se vuelque en favor del jefe de Gobierno.
Meses antes del periplo electoral de ese año, el periodista Diego Genoud había intentado, sin éxito, entrevistar al entonces jefe de Gabinete porteño para su libro sobre la biografía del presidente de la Cámara de Diputados. “Yo soy amigo de Sergio, así que no esperes nada”, le contestó Rodríguez Larreta, sin mucho más para agregar. El dirigente del PRO suele decir que el líder del Frente Renovador es su única amistad en serio en la política.
Vinculados estrechamente desde hace dos décadas, la relación entre Massa y Rodríguez Larreta se cuela silenciosa y conveniente entre las tensiones que atraviesan desde hace meses, azuzadas por el tratamiento parlamentario de la reforma judicial, al oficialismo y la oposición.
El titular de la Cámara baja y el jefe de Gobierno suelen compartir asados en familia en el barrio privado de Tigre del ex intendente o en la casa de fin de semana del jefe de Gobierno, en el country Newman. Y vacaciones -Miami solía ser un destino compartido-. Malena Galmarini y Bárbara Diez también son amigas: la wedding planer organizó el casamiento de la pareja en un salón de la Costanera, en el 2001, y según el entorno de ambas compartieron un artesanal emprendimiento textil. Para ese tiempo, los cuatro ya eran amigos.
Rodríguez Larreta y Massa se conocieron a fines de los ’90, durante la campaña nacional de Ramón “Palito” Ortega que al final se postularía como compañero de fórmula de Eduardo Duhalde, una postal del ocaso del menemismo. Rodríguez Larreta integraba los equipos técnicos. Massa, que llegó a ese lugar de la mano del tucumano Pablo Fontdevila, fatigaba el país junto a Diego Santilli, el fallecido Mario Das Neves, Daniel Scioli y Jorge “Coqui” Capitanich.
Antes de decidir integrarse al Frente de Todos y acompañar la candidatura de Alberto Fernández, y de resolver algunas viejas rencillas con Cristina Kirchner que aún hoy siguen latentes, Massa estuvo cerca de acoplar su Frente Renovador a Cambiemos, en particular como una línea colectora en la provincia de Buenos Aires, para apuntalar la campaña de María Eugenia Vidal. El ex intendente de Tigre negoció con su amigo Rodríguez Larreta, que hacia adentro anunció casi como un hecho el acuerdo, que finamente se disolvió por factores diversos.
Cuando Vidal asumió la gobernación, el jefe de Gobierno organizó un encuentro, la sentó con Massa -ya tenían trato- e intermedió como el garante del acuerdo político de gobernabilidad que la gobernadora y el ex jefe de Gabinete sellaron durante los cuatro años de la administración bonaerense de Cambiemos. Vidal después trabó un vínculo más que estrecho con Massa -se reunían en uno de los bares más discretos del Four Seasons y en otros hoteles- que todavía perdura.
Incluso cuando la ex mandataria definió que al final no tenía margen para desdoblar el calendario electoral bonaerense del nacional, llamó por teléfono a Massa para contarle la decisión. La respuesta del líder del Frente Renovador fue contundente y premonitoria: “Te estás cavando la fosa”.
Durante la campaña del año pasado fue Massa el que ofició de anfitrión en el quincho de su casa de Tigre para una comida en la que confluyeron Máximo Kirchner, Eduardo “Wado” de Pedro, Rodríguez Larreta y Vidal. Según las fuentes, los cinco, al menos hasta que estalló la crisis sanitaria, “se veían habitualmente”. El jefe de Gobierno habla con el titular del bloque del Frente de Todos en Diputados mucho más de lo que se cree.
Rodríguez Larreta y el presidente de la Cámara de Diputados son astutos. No conocen de prejuicios. Sí de pragmatismo, incluso ideológico. Les fascinan las encuestas. El círculo rojo, en todos sus rubros, los cobija con facilidad. Dedican a la política más tiempo que a cualquier otra cosa, aunque con algunos matices. El jefe de Gobierno tiene sus días mucho más cronometrados que Massa. Los sábados a la tarde, por ejemplo, apaga el teléfono y duerme la siesta. Un rito sagrado. La agenda del ex intendente es mucho más volátil. También sus horarios.
Hay diálogo constante. Pero no hay cuestionamientos ni interferencia en los planos de uno o de otro. Porque los dos tienen claro que buscan un solo objetivo: llegar a la Presidencia. Carlos Ruckauf, que trató con ambos en sus inicios, solía ponderar sus condiciones.
Así como Rodríguez Larreta sufrió en reiteradas oportunidades los cuestionamientos de Macri y la llamada “ala dura” por su vinculación estrecha con Massa, al que el ex mandatario apodó “ventajita” -el jefe de Gobierno trataba siempre de mirar para otro lado-, el titular de la Cámara baja trabaja ahora en sus ratos libres para sostener la relación del Presidente con el jefe de la Ciudad.
Al inicio de la pandemia, Alberto Fernández y Rodríguez Larreta definieron que la mejor manera de enfrentar la crisis sanitaria y sus coletazos era a través de un trabajo conjunto entre ambas administraciones, junto a Axel Kicillof, el tercer integrante de esa mesa tripartita.
Lo reflejaron las encuestas. Sin embargo, en los últimos tiempos la popularidad del jefe de la Ciudad empezó a despegarse de la del Presidente. Y obligó al Frente de Todos a empezar a cascotear a la administración porteña. Formó parte del menú, según los trascendidos, del almuerzo que el domingo pasado compartieron Fernández y Cristina Kirchner en Olivos, que se prolongó hasta la hora del té.
La centralidad de la ex Presidenta arrasa con todo. Después de esa comida, las críticas a la Ciudad se multiplicaron. CFK cree que el jefe de la Ciudad es lo mismo que Macri. El Presidente considera que no es para tanto. Massa busca reforzar esa posición.
La propia ex Presidenta utilizó de hecho sus redes sociales para arrastrar al fango de la puja política a Rodríguez Larreta por la modalidad de sesiones de la Legislatura, según la vicepresidenta, bajo el mismo sistema que ahora la oposición busca anular en Diputados. Cristina Kirchner ordenó tuitear justo cuando Massa, su hijo y los principales referentes de Juntos por el Cambio en la Cámara baja buscaban un acuerdo en torno al protocolo de funcionamiento virtual.
Como el jefe de Gobierno, el presidente de la Cámara de Diputados trata de ser un apologista de la moderación. Con el diálogo cortado entre el oficialismo y la oposición en el Senado, Massa y Máximo Kirchner mantenían hasta la semana pasada un clima de armonía política que se resquebrajó en estas horas. Era uno de los activos que el ex intendente de Tigre cuidaba como una regla de oro en el Parlamento. Cristian Ritondo, de vieja historia en el peronismo y extensa relación con Massa, funciona como motor de algunos acuerdos en la gestión diaria de la Cámara baja con Rodríguez Larreta y Vidal.
La tensión creciente entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio no pareciera dar indicios de tregua. En el medio, Rodríguez Larreta y Massa diseñan sus proyectos presidenciales. El futuro es incierto. Pero si alguno llega a la Casa Rosada, el otro va a poder decir que tiene un amigo presidente.