Desde Brasilia
De golpe. Jair Bolsonaro echó este lunes a seis ministros, entre ellos el de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva y el titular de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo. También hubo cambios en las carteras de Justicia, Casa Civil (Jefatura de Gabinete), Gobierno y en la Abogacía General de la Unión. En rigor son siete las modificaciones ya que hace una semana había caído el ministro de Salud, general Eduardo Pazuello, reemplazado por el médico Marcelo Queiroga.
La reforma ministerial ocurre cuando el presidente se encuentra arrinconado por la pandemia que ha costado la vida de poco menos de 314 mil personas e infectó a 12,5 millones. Además de enfrentar el aislamiento internacional por haberse convertido en un jefe de Estado que amenaza la seguridad sanitaria global mientras es acosado por un Luiz Inácio Lula da Silva que se mostró dispuesto a disputar con chances de victoria las elecciones de octubre del año que viene (si las hay).
El nuevo equipo de gobierno es hijo del desgaste de una administración que acaba de cumplir sólo dos años y dos meses con la popularidad del mandatario en baja unida al deterioro de su alianza con el frente de partidos conservadores conocido como «Centrao», bajo cuyo comando están las cámaras de Senadores y Diputados. Las casas legislativas que pueden dar luz verde a una eventual comisión investigadora sobre la medidas ante coronavirus y/o autorizar la apertura de un impeachment.
Este lunes, dos días antes del aniversario del golpe de estado de 1964, que seguramente será evocado con loas, fueron anunciados tantos y tan repentinos cambios que es difícil ponderarlos en su conjunto. Será necesario aguardar unos días para elaborar una lectura sobre la nueva realidad y delinear lo que vendrá.
Esta claro que el nuevo gabinete indica que Bolsonaro tuvo que ceder al Centrao pero esto no lo amansó. Ni por asomo. El excapitán mantiene viva su disposición a fogonear la crisis – sus ingredientes son la desocupación, el aislamiento social contra el virus y un subsidio estatal irrisorio – hasta que derive en el caos del cual espera sacar provecho. Un incendio en el que tendrían un papel importante las milicias parapoliciales actuantes en varios estados, como Rio de Janeiro o Bahia.
El capitán y los generales
La noticia más importante del día fue la caída del general Fernando Azevedo e Silva, como titular de Defensa reemplazado por su camarada de armas, Walter Souza Braga Netto. Según dijeron fuentes parlamentarias a este diario, Bolsonaro exigió, sin previo aviso, la salida del general que luego divulgaría una nota formal con un párrafo de alta densidad política.
El ministro saliente agradeció la confianza depositada en él y aseguró haber desempeñado sus funciones con total «lealtad» al mandatario, pero algunos párrafos más abajo llega lo interesante. Escribió el exministro que durante sus poco más de dos años como jefe de Defensa, «Preservé a las Fuerzas Armadas como instituciones de Estado».
En los últimos meses trascendió que sectores del generalato observan con atención la «politización» de las corporaciones castrenses, especialmente la tropa y la baja oficialidad, impulsadas por Bolsonaro, un capitán jubilado.
Este proselitismo no sólo incomoda a una parte del generalato, como también reaviva el antiguo desprecio de éste hacia aquel Bolsonaro que en la década del 80 fue procesado por la justicia militar por haber planeado atentados con explosivos a modo de reivindicación por aumentos salariales, lo que derivó en su expulsión «blanca» de la fuerza.
Es probable que la carta escrita por el exjefe de Defensa, Azevedo, haya tenido el visto bueno el comandante del Ejército, general Edson Pujol, un militar que gusta de ser llamado institucionalista (aunque esto debería ser tomado con cautela) y quien no ha escondido sus divergencias frente a la militancia del presidente.
No se trata de una división entre generales demócratas y capitanes golpistas. Por cierto la corporación fue omisa ante el golpe que derrocó a Dilma Rousseff en 2016 y apoyó activamente la proscripción de Lula en 2018, que asfaltó el camino de Bolsonaro hacia el poder.
Incluso el ahora exministro Azevedo e Silva fue nombrado como virtual interventor del Supremo Tribunal Federal en 2018, para garantizar que Lula fuera mantendido preso y privado de todo derecho político, incluso de dar entrevistas durante la campaña electoral.
Ocurre, eso sí, que el alto mando del Ejército, o una parte de éste, no estaría dispuesto a participar en las habitualmente mencionadas asonadas impulsadas por Bolsonaro para dar paso a un estado de sitio o estado de defensa.
El útimo pretexto citado por el gobernante es impedir que los gobernadores decreten aislamientos sociales contra la covid, a los que compara con «estados de sitio» propios de una dictadura. Un contrasentido, viniendo de Bolsonaro.
La salida de Azevedo e Silva tomó por sorpresa a altos mandos de las Fuerzas Armadas cuya cúpula mantuvo una reunión de urgencia en la que se habría analizado la renuncia de los tres comandantes, informó el diario O Globo.
Saudades de Trump
La única renuncia que llegó sin causar sorpresa fue la del canciller Ernesto Araújo, que era dada como segura desde el domingo a la noche debido a la crisis desatada con el Senado.
Araújo será reemplazo por otro diplomático de carrera, Carlos Alberto Franca, asesor especial del presidente desde octubre de 2020 y antes de ello jefe de Ceramonial del Palacio del Planalto
La dimisión fue presentada este lunes al mediodía en el Palacio del Planalto, y fue el punto final de una crisis detonada la semana pasada cuando el diplomático de extrema derecha citó en el Senado una frase en latín de Benito Mussolini.
Su caída fue una derrota para Bolsonaro y su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, que de hecho era el canciller en las sombras.
La razón de fondo no fueron los versos en latín sino la oposición de Araújo a negociar la compra de vacunas en el exterior, actitud que adoptó siguiendo órdenes directas del mandatario.
La renuncia de Araújo, un bolsonarista íntegral ( e integrista) fue celebrada por la mayoria de los congresistas, oficialistas y opositores.
El presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, y el titular de Diputados, Arthur Lira, los dos oficialistas, exigieron la salida del canciller, en línea con otros congresistas que amenazaron realizar un impeachment con el ministro saliente. E insinuaron que no descaran la idea de un juicio político contra el propio Bolsonaro.
Luego de que enviudó de su hacedor, Donald Trump, Bolsonaro perdió su brújula diplomática, quedando aislado, mientras Brasil ganó el estatus de bomba de tiempo epidemiológica global. Una bomba que puede barrer a Sudamérica y, por proyección, al planeta.
Sin currículum para asumir el Palacio Itamaraty, Araújo conquistó cierta notoriedad, no prestigio, por un líbelo aparecido en 2017 donde caracterizó a Trump como el salvador de Occidente en una cruzada ante el marxismo cultural. Un gramsciano al revés. Sus enemigos son la ONU, la OMS, la igualdad de género y la amenaza comunista escondida detrás de cualquier crítico a la dictadura militar.
Desde esa mirada oblicua Araújo cargó contra el gobierno chino el año pasado cuando surgió la pandemia del coronvirus, siguiendo el guión dictado por los Bolsonaros, En la cúspide del delirio atribuyó la dolencia a una conspiración en la que estaría envuelto hasta el Partido Comunista de China.
Estas afirmaciones, junto a otras de Eduardo Bolsonaro, desataron la nada frecuente ira del embajador Yang Wanming, quien, de hecho, suspendió las relaciones con Araújo.
Esto ocurriría justo cuando Brasil más necesitaba de la diplomacia de la vacuna para acceder a los fármacos del gigante asiático.
(Fuente: Página 12)