Fernández se desgastó a una velocidad inédita hasta para los estándares locales. Perdió credibilidad y autoridad y con eso el control del escenario político. Además resucitó a Macri
Medido en términos de pérdida de poder, el deterioro sufrido por Alberto Fernández en menos de un año y medio no tiene precedentes. Y lo irónico es que el proceso lo aceleró él mismo al alinearse sin restricciones detrás de Cristina Kirchner con el discurso del 1° de marzo ante el Congreso. Ese día clavó el último clavo en el ataúd de cualquier proyecto de autonomía que hubiese podido construir desde la Casa Rosada.
A partir de ese momento, entregó a su ministra de Justicia y la reemplazó por Martín Soria, que debutó haciendo de vocero de Cristina Kirchner. El flamante ministro tiene claro dónde está el poder y para qué lo nombraron. Dijo que la vice quiere ser declarada inocente por los jueces y que él se encargará de desarmar el `lawfare’.
Además de la reacción opositora y de los sectores del Poder Judicial que se sintieron amenazados, Soria provocó un cortocircuito en la coalición oficialista. Los aliados de Fernández que son rivales provinciales de Soria lo calificaron de `violento’ y dejaron dudas sobre si seguirán colaborando con el gobierno nacional en el Congreso.
No trasmitieron su queja reservadamente, sino por los medios. Todos, hasta lo más irrelevantes, critican a Fernández en público.
Al Presidente lo preocupan la falta de vacunas y la inflación (ver Visto y Oído) pero más deberían preocuparlo los cuestionamientos de la propia tropa que ya alcanzaron niveles de escándalo. Sergio Berni llamó a Sabina Frederic `inoperante’ a los gritos, pero el que sufrió en realidad el agravio fue su jefe. Berni responde a Cristina Kirchner y sigue en su cargo.
Ayer Frederic contraatacó calificándolo como `un problema mayúsculo’. Habrá que ver quién sigue en su puesto, si Berni o Frederic, cuando la pelea termine. Lo que ya se sabe es que Fernández carece de poder para ponerle fin.
La investidura presidencial también quedó maltrecha por el ataque con piedras en Chubut el fin de semana pasado. Como toda reacción, el ministro del Interior culpó a sectores de la gobernación (peronista) enfrentados con la Cámpora. Moraleja: las internas del oficialismo se libran sobre la cabeza Fernández, el ministro no las previene, se limita a denunciarlas y también sigue en su cargo.
A lo que hay que agregar que Fernández entregó a su vice no sólo el manejo de la Justicia, sino también el de la economía.
Viajó al FMI el ministro del área para negociar un acuerdo difícil de alcanzar en los términos que le impone el kirchnerismo. Después de dar señales de que haría un ajuste moderado para conformar al Fondo, el gobierno viró directamente hacia el kirchnerismo ortodoxo: control de precios, déficit fiscal alto, dólar pisado y tarifas irreales. Volvió reforzado el modelo CFK-Kicillof de 2011 a 2015, Martín Guzmán quedó desairado y ahora debe explicar en los Estados Unidos que la que gobierna es la vice.
La UIA y los empresarios que son viejos socios del peronismo se quejaron, pero `pour la galerie’ por la vuelta de los controles al estilo Guillermo Moreno, pero esperarán hasta después de las elecciones para replantear su estrategia. Son concientes como nadie del drenaje del poder del presidente al que apostaron en 2019.
Resulta difícil imaginar un escenario más propicio para la resurrección política de la oposición y en particular del ex presidente Mauricio Macri que reapareció el jueves en el peor momento de Fernández: pandemia, falta de vacunas, inflación, sometimiento a la vice, pérdida de autoridad, etcétera.
Así como el peronismo volvió políticamente a 2015 con el protagonismo de Cristina Kirchner y económicamente con el modelo CFK-Kicillof, Macri volvió a recrear el discurso, la campaña y la mística que lo llevó al poder seis años atrás.
Volvió a ofrecer cambio y futuro. Rechazó el `statu quo’ que cultivan el círculo rojo y los políticos y empobrece al ciudadano de a pie.
El retorno del populismo y su nuevo fracaso demuestran que ese camino está agotado, según Macri, que reivindicó el cambio y lo identificó con la fuerza política que creó: «O somos el cambio o no somos nada». El mensaje era para los votantes, pero también para la propia tropa que quiso hacerse socia de Fernández y pertenece a la clase política. ¿Hacen falta nombres? Bueno: Rodríguez Larreta y Lousteau.
Macri hizo una autocrítica moderada y recreó la fórmula del propio Fernández: volvimos mejores. Sabemos en qué nos equivocamos y no repetiremos los errores.
La diferencia entre Macri y su sucesor es, sin embargo, que Macri lidera su espacio, mientras que Fernández fue un presidente muleto porque Cristina Kirchner no podía anotarse en la carrera con posibilidades de triunfo.
El ex presidente no habló de candidaturas, pero dejó en claro quién lidera el espacio opositor y deberá ser escuchado a la hora de armar las listas. ¿O alguien del PRO está dispuesto a competir contra él en la interna?
(Sergio Crivelli Fuente: La Prensa)