El Presidente se encontró a solas con su colega trasandino para analizar el impacto económico y social de la pandemia y articular una agenda común que incluya a todos los países de América Latina
La apuesta es inmensa y tiene final abierto: Alberto Fernández pretende articular una agenda común que vincule a la región desde Chile a México para establecer un bloque geopolítico que permita aplacar las asimetrías cuando se negocien intereses económicos y comerciales frente a Estados Unidos, China y la Unión Europea (UE).
El plan presidencial para América Latina no es un hecho casual que inició ayer en Santiago Chile con la reunión a solas entre Alberto Fernández y Sebastián Piñera. Pero la derrota de Donald Trump a manos de Joseph Biden otorgó cierta verosimilitud a un programa de política exterior que se hilvanó con escasos concurrentes en la quinta de Olivos.
Trump ejercía su fuerza de gravedad en el Mercosur y la Organización de Estados Americanos (OEA), y Alberto Fernández no tenía una mínima posibilidad de plantear una agenda alternativa a la rampante hoja de ruta que el expresidente de los Estados Unidos imponía en la región.
La llegada de Biden a la Casa Blanca y la morigeración en los prejuicios ideológicos del jefe de Estado abrieron una ventana geopolítica para construir un bloque virtual que combine acciones diplomáticas multilaterales y estrategias de negociación económica y comercial entre América Latina y Estados Unidos, China y la UE.
Alberto Fernández mencionó un proyecto de unidad regional esbozado por Juan Domingo Perón durante su discurso ante Piñera, y a solas con el presidente de Chile insistió con la idea de unir fuerzas ante un escenario global que aparece distópico como consecuencia del COVID-19 y sus efectos económicos, sociales y sanitarios.
El plan estratégico del Presidente fue escuchado con atención por Piñera, pero eso no implica su adhesión automática. Piñera tiene profundas diferencias ideológicas con Alberto Fernández y su conocido pragmatismo político no implicará que entierre sus opiniones sobre Nicolás Maduro, Evo Morales y la experiencia socialista que lideró Salvador Allende en Chile.
Alberto Fernández conoce la matriz ideológica de su colega chileno, pero aprendió en los últimos meses a aplacar sus prejuicios políticos para construir su plan regional. Ya reconoció su error de apreciación respecto a Emmanuel Macron, y ayer aceptó que Piñera tiene la suficiente versatilidad para acompañar un programa estratégico que fue iniciado por un gobierno peronista.
El Presidente se fue satisfecho de su bilateral con Piñera y después de cumplir la agenda protocolar -visita al Parlamento y a la Corte Suprema- protagonizó una reunión distendida con la oposición política de Chile. El encuentro sucedió en la embajada argentina y también encuentra su lógica en la hoja de ruta que pretende ejecutar Alberto Fernández durante su mandato.
La idea es sumar la fuerzas de todos los jefes de Estado, pero sin descuidar a la oposición que puede llegar al poder en las próximas elecciones. Por eso recibió, distendido y de buen humor, a dirigentes opositores como Fuad Chahin -Democracia Cristiana-, José Miguel Insulza -Partido Socialista-, Karol Cariola -Partido Comunista-, Camilo Lagos -Partido Progresista-, Carlos Ominami y el alcalde de Valparaiso, Jorge Sharp que le regaló una camiseta de fútbol.
En el patio señorial de la embajada argentina, distribuido por mesas que respetaban la distancia social, los dirigentes chilenos escucharon en silencio a Alberto Fernández que, sin meterse en los asuntos internos de Chile, bajó línea como si estuviera en las antiguas asambleas estudiantiles de la Facultad de Derecho.
“Antes de llegar al Gobierno, los peronistas coincidíamos en nueve cosas y disentíamos en una. Y nos ganó la derecha. Y antes de eso, ya habíamos aprendido que la derecha disiente en nueve cosas y coincide en una sola: no le gusta que gobierne el peronismo. Eso lo aprendimos, nos pusimos de acuerdo respetando nuestras diferencias, y por eso ganamos las elecciones”, argumentó Alberto Fernández frente a la oposición de izquierda que, fragmentada, permitió la victoria de Piñeira.
En su intento de estrategia regional, el Presidente no soslaya al poder económico de cada país que pretende unir en una agenda común frente a los bloques más importantes del mundo. En este contexto, Alberto Fernández tendrá hoy una reunión de trabajo con empresarios chilenos y una vídeo conferencia con inversionistas convocados por el Comité Empresarial Binacional.
Y antes de partir de regreso a Buenos Aires se encontrará con el expresidente Ricardo Lagos y la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Barcena. Lagos es un ícono de la política chilena y Barcena fue clave para la designación de Martín Guzmán como ministro de Economía. Con los dos, Lagos y Barcena, Alberto Fernández tiene la intención de analizar la situación global y su impacto económico y político en la región.
El Presidente comió un asado con Luis Lacalle Pou para encauzar la relación bilateral entre Argentina y Uruguay, protagonizó una vídeo conferencia con Jair Bolsonaro para acercar posiciones con Brasil y ha exhibido gestos de distensión diplomática con la Casa Blanca y la OEA cuando en tiempos de Trump todo era frío y lejano.
La visita a Chile fue la primera escala oficial de una hoja de ruta que Alberto Fernández desea ejecutar en toda América Latina sin descuidar a los estados más poderosos del planeta. Por eso aguarda la invitación formal de Biden para un encuentro en Washington y espera que la pandemia no atente contra su viaje ya pautado a Beijing.
“El viaje está saliendo muy bien”, evaluó anoche el Presidente frente a su círculo más cercano.