El Presidente resolvió empoderar al ministro de Economía al frente del equipo económico. La puesta en escena de ayer y los faltazos. El encuentro de La Cámpora con Monzó y Frigerio
“Esta debería ser la semana de Martín Guzmán”, se habían entusiasmado en la Casa Rosada.
En estado de emergencia permanente, el Gobierno le prende velas al sector de la construcción como el principal factor dinamizador de la economía ante la feroz turbulencia que sacude al gobierno de Alberto Fernández. Pero la foto de ayer en uno de los salones del Palacio de Hacienda, una puesta en escena para presentar en sociedad un paquete de proyectos destinados a impulsar la actividad, fue leída por el oficialismo en clave política y económica por igual.
Frente a la inestabilidad y la crisis de expectativas por parte del mercado, que horada la confianza del oficialismo, y la creciente inquietud de los socios de la coalición de gobierno por el rumbo de la administración, el Presidente, que suele hacer gala de su fanatismo por el fútbol, definió conservar el equipo y ponerle la cinta de capitán a Guzmán, a pesar de que las últimas medidas dispuestas por el ministro no solo no llevaron calma sino que batieron ayer un nuevo récord: el dólar libre trepó a los $183 y el contado con liqui a $175. “Hay un problema de expectativas, no de confianza», justificaban este miércoles en el entorno del funcionario.
A última hora de la tarde, Guzmán encabezó en el cuarto piso de Economía una puesta en escena con la que el Gobierno buscó, otra vez, robustecer su figura: recibió a la cúpula de la Cámara de la Construcción y de la UOCRA flanqueado parte del gabinete económico. Hasta bien pasado el mediodía se había especulado con las presencias de Sergio Massa y de Máximo Kirchner, invitados para fortalecer al funcionario en medio de la crisis. El presidente de la Cámara baja -sus colaboradores subrayaron que está en contacto permanente con el funcionario por las negociaciones en torno al presupuesto- acusó divertículos, y mudó la agenda a su casa de Tigre. El jefe del bloque del Frente de Todos no presentó parte de enfermo, pero, según su entorno, se ausentó con aviso: “No estaba confirmado, en Economía sabían que no iba”. Sí fue Anabel Fernández Sagasti, del riñón de Cristina Kirchner.
Miguel Ángel Pesce, que de acuerdo a fuentes oficiales debía ser de la partida, tampoco estuvo. Es comprensible: cuarenta y ocho horas antes, el titular de Hacienda había anunciado en un comunicado una serie de modificaciones para “reordenar aspectos normativos” vinculados a la operatoria en el mercado de capitales.
“Se ha observado que las regulaciones implementadas el 15 de septiembre (el cepo) han tendido a reducir la liquidez del mercado, ocasionando una volatilidad que resulta dañina para el proceso de formación de expectativas”, subrayó Guzmán en dicha comunicación, el lunes, con el objetivo de dotar de mayor liquidez al mercado del contado con liqui y frenar la crisis de reservas. Es decir, volver atrás con las medidas dispuestas por el Banco Central.
“Acá hay un equipo, pero la última palabra la tiene el ministro de Economía», había remarcado Guzmán en televisión, con el aval del Presidente y sin perder su habitual parsimonia, unos días antes de oficializar la rebaja de retenciones para apurar la obtención de divisas, cuyo promedio de liquidación diario pasó de $50 a 80$ millones, un aumento que, sin embargo, no tuvo el efecto deseado.
La crisis del gobierno, coinciden desde analistas hasta los propios dirigentes del Frente de Todos, atraviesa por igual a la economía, la política y hasta a la comunicación oficial. Un par de días después de ese anuncio, que ya tenía a Guzmán como protagonista, el jefe de Estado fue consultado en C5N por la efectividad de la medida dispuesta. Fernández se encogió de hombros: “No funcionó”.
El empoderamiento de Guzmán, un cuadro técnico que se acostumbró a la picadora de la política argentina e incluso al “fuego amigo” -«Le cuentan las baldosas cuando él está mirando la cuadra entera», lo defienden sus colaboradores-, llega en el momento de mayor debilidad política de Alberto Fernández. Según su entorno, sin plan B. Con sus socios que lo miran de reojo, y lo sostienen. Y con el círculo rojo que lo escruta: al jefe de Estado ni siquiera le alcanzó con inaugurar el coloquio de IDEA, un ámbito que el kirchnerismo vació durante la última década.
Según el último estudio focal encargado por una encuestadora de primera línea, la influencia de Cristina Kirchner en la toma de decisiones alcanzó, de acuerdo a los consultados, su mayor nivel: ocho de cada diez argentinos considera que la que decide es ella, y no el Presidente. Es paradójico porque en el Instituto Patria y en el seno de La Cámpora se quejan cuando le endilgan a la vicepresidente los desatinos de la gestión: dicen que son, en todo caso, exclusiva responsabilidad de Fernández y de su gabinete. Pero es aún más paradójico que esa misma encuestadora relevó, en plena crisis, que el votante más duro del Frente de Todos celebra la “radicalización” del Presidente, abocado por igual a atajar el frente interno que a la gestión.
Hace poco más de un mes, Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro, preocupados hace rato por el rumbo del gobierno, se reunieron a solas con Emilio Monzó y Rogelio Frigerio, antes de que Mauricio Macri los destratara públicamente.
El jefe del bloque del Frente de Todos en Diputados y el ministro del Interior quisieron saber, según confirmaron altas fuentes al tanto del extenso encuentro, qué análisis hacían los dirigentes opositores sobre la marcha del gobierno. Monzó y Frigerio coincidieron en remarcar la “radicalización” de la administración, la fragmentación del equipo económico y la falta de volumen político del gabinete: “Nos hace acordar al gobierno de Macri”, concluyeron.
El Presidente está abrumado. Los trascendidos, alimentados internamente, y la centralidad de Cristina Kirchner -aún cuando hace semanas que se mantiene en silencio- lo corroen. “Tiempo, necesitamos tiempo”, piden en Casa Rosada. El acto del sábado 17, una bocanada de oxígeno político del PJ hacia la figura del jefe de Estado, se evaporó ante la dureza de la crisis. El evento del martes por el aniversario de los 10 años de la muerte de Néstor Kirchner, que preparan desde La Cámpora, con la mudanza de la estatua del ex presidente al CCK, podría volver a mostrar al mandatario junto a la vicepresidente.
El último evento público de ambos, a fines de agosto en el subsuelo de la Casa Rosada, fue durante el anuncio del canje de deuda con los bonistas extranjeros. El Gobierno lo presentó como una suerte de relanzamiento: los analistas dedicaron más horas a la presencia de CFK que a la renegociación con los acreedores.
“Templanza, consistencia y convicción”, repiten en el entorno de Guzmán, empoderado por el Presidente, que además fatiga a los interlocutores del Fondo Monetario en el proceso de renegociación de la deuda con ese organismo. La fecha tope es agosto del próximo año, pero su equipo cree conveniente la necesidad de cerrar el acuerdo en abril. El 31 de mayo hay que pagarle al Club de París y el ministro también pretende renegociar. Es año electoral.
A la crisis económica y política, Fernández suma la sanitaria. El viernes volverá a anunciar una extensión de las medidas vinculadas a la cuarentena. Ayer, además del dólar, la Argentina alcanzó otro récord: 18.326 nuevos contagios de COVID-19 en las últimas 24 horas. El virus sigue en una meseta en el Área Metropolitana y la problemática se trasladó al interior, con epicentro en Tucumán, Santa Fe y Córdoba.
El vínculo con Horacio Rodríguez Larreta ya no necesita, en ese sentido, la solidez y fluidez de antes. El jefe de Gobierno, que quiere ser presidente, se mantiene callado por la reaparición de Macri y las internas de la oposición, y porque considera, según sus íntimos, que el Gobierno “se equivoca solo”. En privado, agregan los asesores, tiene una visión “apocalíptica” del rumbo del gobierno del Frente de Todos. (Fuente: Infobae)