La centralidad de Cristina Kirchner corroe la imagen presidencial. Las versiones sobre el gabinete. Los planes del jefe de Gobierno
Otra vez las encuestas. Horacio Rodríguez Larreta apeló, una vez más, a los especialistas para desentrañar la reacción de una parte de la sociedad frente al recorte de la coparticipación propinado por Alberto Fernández, que marcó una bisagra en el vínculo personal y político entre el Presidente y el jefe de Gobierno.
En la administración porteña estaban convencidos de que el electorado opositor rechazaría la decisión presidencial de hace quince días. Pero se sorprendieron por una respuesta en particular. Los estudios arrojaron que lo que más molestó no fue la medida en sí, si no la forma: con un mensaje telefónico, apenas minutos antes de la puesta en escena de Olivos.
“Ya está, este tema lo va a terminar resolviendo la Corte”, le contestó Rodríguez Larreta al Presidente en la conversación que mantuvieron hace poco más de una semana, en medio de las negociaciones en torno a la crisis sanitaria y una vez que Axel Kicillof los dejó a solas en la oficina de la jefatura de la residencia de Olivos. No habían hablado desde el anuncio de recorte del 1,18% de coparticipación que Mauricio Macri le había aumentado a la Ciudad en el 2016 por el traspaso de la policía. El jefe de Estado le explicó al alcalde el por qué de su decisión. El jefe de Gobierno cuestionó el método utilizado. Pero le restó dramatismo. No volvieron a hablar. “Claramente se lesionó el vínculo”, explican en la cúpula porteña.
La pregunta es quién pierde y quién gana más.
Alberto Fernández atraviesa una crisis de identidad política severa que lo pone de manera constante a la defensiva ante la pasividad de buena parte de su gabinete. En su entorno, los más optimistas todavía creen que hay solución. Y que es preciso recuperar el activo que lo llevó a asociarse a la coalición de gobierno y a ser elegido por Cristina Kirchner como candidato a la Presidencia: la moderación, su capacidad de abrir el diálogo y ampliar el frente electoral, atributos que ahora parecen esfumarse.
Hasta hace un mes, Fernández y sus colaboradores más cercanos daban cátedra a la hora de explicar por qué era necesario mantener el vínculo con Rodríguez Larreta, para repeler a los fanáticos de cada bando. Fue uno de los temas centrales de la conversación que el Presidente mantuvo con los intendentes Juan Zabaleta, del PJ, y Néstor Grindetti y Jorge Macri, de la oposición, a principios de julio. Después de ese encuentro en Olivos, el jefe de Gobierno incluso intercedió ante Inés Weinberg de Roca para avisarle que el mandatario la llamaría para convocarla a formar parte de la comisión encargada de revisar el funcionamiento de la Corte y del Poder Judicial: le pasó el contacto del Presidente y le dijo que la llamaría. Así fue.
Rodríguez Larreta supo siempre que, tarde o temprano, la Casa Rosada avanzaría con la poda de fondos que Macri aumentó por decreto durante su gobierno. Y que el Presidente terminaría por tomar como propia la agenda del sector más duro del Frente de Todos, encabezado por Cristina Kirchner. Pero decidieron, de todos modos, administrar de forma conjunta la crisis sanitaria en el Área Metropolitana. Y preservar el vínculo.
Pero la armonía llegó a su fin. El jefe de Gobierno está convencido de que, por ahora, la decisión del Frente de Todos de posicionarlo como enemigo le abrió una oportunidad. Y se precipitaron los tiempos. A pesar del déficit presupuestario, estimado en $13.000 millones para este año y en poco más de $60.000 para el próximo. El viernes, el ministro de Hacienda porteño, Martín Mura, todavía buscaba cómo reacomodar las partidas.
“Cuando el enemigo se equivoca, hay que dejar que se equivoque”, planteó Rodríguez Larreta hace un par de semanas en charlas reservadas.
Alberto Fernández está ahora frente a una encerrona. La figura de Cristina Kirchner tomó una centralidad apabullante. “Está más dura que nunca”, confiesa un integrante del círculo presidencial. Para el jefe de Estado debe ser agotador explicar, una y otra vez, que la autoridad es él. En especial porque son pocos los que le creen. El círculo rojo le bajó el pulgar a nueve meses de asumir. Y, en paralelo, mira con cada vez más entusiasmo a Rodríguez Larreta, que se erige como líder de una oposición atravesada por sus propias internas.
El Presidente enfrenta, además, las falencias de una gestión con poco brillo. Hay ministros que tienen muchas más dudas que certezas. De hecho, algunos están con más ganas de irse que de quedarse. “Estoy muy, muy preocupado”, le dijo a este medio el viernes uno de ellos.
Las versiones sobre al menos la mitad del gabinete son incesantes. En especial del equipo económico. Los rumores alcanzan incluso hasta a Martín Guzmán, que hace tres semanas y media fue la cara del exitoso acuerdo de renegociación de la deuda en dólares emitida bajo legislación extranjera con los bonistas privados. El evento, en el Museo del Bicentenario, que contó con la presencia de la ex Presidenta y todos los gobernadores, había sido ideado como el relanzamiento del Gobierno. Duró lo que un suspiro.
Fue la antesala de la decisión presidencial vinculada a la coparticipación de la Ciudad que marcó el endurecimiento definitivo del Gobierno, frente a una oposición que también había definido de antemano extremar sus posiciones.
El fin de semana pasado, Fernández y Cristina Kirchner hablaron largo y tendido en Olivos sobre las nuevas restricciones al dólar, cuya implementación le cayó pésimo a la vicepresidenta. Es más: trascendió que a principios de semana la ex Presidenta se habría reunido reunido en el departamento familiar de la calle San José, en Constitución, con Emmanuel Álvarez Agis, ex viceministro de Economía durante la gestión de Kicillof. Los trascendidos lo ubican como posible reemplazante.
“Hay una bajada de línea de ser más duros con los que van a ser rivales (electorales)”, explican desde el entorno del Presidente. A CFK la inquieta el presidente. Pero también el futuro. En especial por su legajo judicial. Le atribuyen una frase inquietante: “Si yo no puedo estar tranquila nadie va a estarlo”.
El rival elegido ahora es Rodríguez Larreta, sobre quién la ex Presidenta vio desde siempre como un apéndice de Macri -terminó por imponerse sobre la opinión del jefe de Estado-, y cuya popularidad en las encuestas se mantiene intacta en los últimos meses. El avance sobre el jefe de Gobierno, que todavía mantiene canales de comunicación subterráneos con Juan Manuel Olmos, Julio Vitobello y Santiago Cafiero a través de Diego Santilli o Felipe Miguel, entre otros, tiene el sello del kirchnerismo ortodoxo. Y el Presidente, que defiende con argumentos el recorte de fondos a la Ciudad, no tuvo más alternativa que apretar el acelerador.
Hasta a Sergio Massa, amigo personal de Rodríguez Larreta, fundador de la “ancha avenida del medio”, no le quedó más remedio que asociarse con mayor participación accionaria al sector más extremo del Frente de Todos. Anda con Máximo Kirchner de acá para allá. Mucho más que con el Presidente.
Rodríguez Larreta le imprimió en los últimos días mucha más política partidaria a su agenda pública.
Visitó, por ejemplo, al intendente Julio Garro en La Plata, con la excusa de la firma de un convenio que nada tiene que ver con la crisis sanitaria. Tenía frenada esa foto desde hacía un mes. Ahora no solo la ejecutó, si no que no se tomó el trabajo de caminar un par de cuadras para conversar con Kicillof.
Después se encontró de manera virtual con casi media docena de intendentes de las ciudades más importantes de Santa Fe y Tucumán, entre otros distritos. El martes a la mañana, encabezó una reunión remota con los senadores de Juntos por el Cambio por el proyecto de traspaso de la policía a la Ciudad que el kirchnerismo pretende apurar en el Parlamento para recortar aún más el presupuesto porteño. El jueves, el jefe de Gobierno lideró además una conversación del PRO de la Ciudad, que empezó a rearmarse.
“Hay que ampliar lo máximo posible”, pide Rodríguez Larreta con el objetivo de apuntalar su proyecto presidencial. El jefe de Gobierno habla con todos. Incluido Macri. Más de lo que se cree. El ex Presidente, en tanto, revisa los capítulos de su libro, cuyo título principal, por ahora, es “Primer tiempo”. En su entorno dicen que no se refiere a una eventual candidatura en el 2023, sino a un proceso general de Juntos por el Cambio. Había algunos que, por las dudas, ya habían empezado a preocuparse. (Fuente: Infobae)