La poda de los árboles debe ser una práctica basada en el conocimiento biológico del árbol dándole forma para que el mismo pueda desarrollarse y crecer sano.
El árbol urbano se encuentra condicionado a crecer por los vehículos del lado de la calle y los frentistas por el otro.
Es importante tener en cuenta que la poda no es una necesidad fisiológica del árbol sino una manera que tenemos de adaptarlo, pero esto es posible hasta un punto. Ya que debe prestar los mismos beneficios que como urbanización necesitamos.
El árbol en el medio urbano suele ser podado para formar una estructura resistente y adecuada al entorno a fin de cubrir una importante necesidad que es minimizar las islas de calor que generan con la polución y pavimentos de las ciudades. Esto bien se puede ver en nuestra ciudad, donde se hace imposible la vida al medio día durante el verano en la zona céntrica.
La poda del arbolado público puede ser hecha únicamente por el propietario que es el Municipio. A pedido de un frentista, puede delegar esta autorización para ser realizada correctamente por podadores registrados. Estos son monitoreados por la Secretaria Municipal de Servicios.
Se busca formar un árbol con tronco elevado y copa equilibrada, siempre respetando las formas específicas de cada especie. No está permitido bajar la copa, que es nivelar la parte superior de la copa ya que es contraria a la fisiología de la planta.
A su vez hay un cambio de paradigma en la formación de árboles para arbolado público. Además de llamarse Bosques Urbanos, antes el árbol se ramificaba a partir de los 3 m de altura. Para lo cual se llevaba una linealidad de fuste hasta esa altura, luego se cortaba el ápice formando múltiples ramas principales. Hoy en día se busca que el árbol conserve su forma natural con un tronco principal generando una copa más natural que le permite al árbol conservarse de la mejor manera.
Si bien puede parecer al revés, el árbol no nos necesita y nosotros dependemos de ellos.
