Buenos Aires se consolidó una vez más como la mejor ciudad de Latinoamérica para estudiar, de acuerdo a un índice global. La sexta edición del ranking de la consultora británica Quacquarelli Symonds (QS), sin embargo, muestra una pequeña caída respecto al año anterior: pasó del puesto 25 al 31 del mundo.
En 2018, incluso, Buenos Aires se había consagrado como la más destacada de Iberoamérica; había pasado por primera vez a las dos ciudades españolas más fuertes. En 2019 no lo pudo sostener: Barcelona (21) y Madrid (27) volvieron a ubicarse por delante.
La caída de CABA va de la mano con una tendencia regional. Excepto Santiago de Chile y Lima, todas las otras perdieron terreno. Según explicaron desde QS, el fenómeno se debe, en parte, a la categoría de «Actividad del empleador», que busca determinar cuáles son los lugares donde se reclutan los mejores profesionales.
«A pesar de que Latinoamérica está atravesando un periodo de turbulencia, Buenos Aires continúa siendo el mejor lugar para estudiar de la región con diferencia. Esto es en parte debido al posicionamiento de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que fue nombrada recientemente la mejor universidad de la región por quinto año consecutivo», sostuvo Ben Sowter, director de investigación en QS.
Ninguna ciudad latinoamericana tiene tantas universidades rankeadas como Buenos Aires. Por eso, en el indicador «QS Rankings» figura en la decimocuarta posición, muy por encima de sus vecinas.
A su vez, de acuerdo al ranking, Buenos Aires es la que ofrece mejor calidad de vida. Figura en el puesto 70 en la métrica de deseabilidad, por delante de Santiago (81) y Ciudad de México (104). Donde también califica muy bien CABA, pese a un leve descenso, es en el punto vista del estudiante. Los alumnos calificaron la experiencia con un ratio de 91/100, lo cual la posiciona en el puesto 16. En cambio, ninguna otra ciudad latinoamericana está dentro de las 50 mejores.
No obstante, en tres de los indicadores se contrajo. En el «Mix estudiantil», que mide el nivel de diversidad y de aceptación a las minorías en las aulas universitarias, en el «Costo de vida», por el encarecimiento del último año y en la percepción general de los empleadores.