Capilla de Adoración Perpetua, Paz y Serenidad junto al Santísimo

Obra del Arquitecto Carlos Alberto Iriarte
Por el arquitecto Lucio Plorutti Dor

El agua es el elemento más abundante en nuestra Tierra, y su movimiento perpetuo es constante. En las mareas y el viento, en las pendientes y en convección, es el vientre de la vida; conteniendo todo su don. Fluye al son del tiempo desde el pasado hacia el porvenir, y en su canción transporta tanto misterio ahogando el ruido y la desazón. Es ése efecto el que nos recibe en la Capilla de Adoración Perpetua de nuestra Catedral Chascomunense, materializado en dos estuarios superpuestos que hacen de espejo y cascada, para acallar los sonidos callejeros e introducirnos a la transición del canto urbano hacia el interior, hasta el silencio mediante una rampa de leve pendiente y una imponente cruz del más noble hormigón.
El recorrido es transformador, silenciando también la mente, el ego, y la voz. Y en el sutil sonido del agua que se derrama no queda atrás sólo la calle y su ritmo, también queda atrás uno mismo para perderse en meditación. Prosigue el fuelle meandroso de una antecámara que intercepta al mismo tiempo al aire y a la luz exterior, a la estrecha dirección, a la prisa, y a la exaltación de nuestra modernidad. Recién entonces llegamos a una segunda puerta que pivotea y nos introduce a un espacio sin tiempo, sin sonido y sin pretextos, donde habita la serenidad, donde la Paz purifica y descansa el Santísimo. Y es tan agraciado el efecto que invita a devotos y ateos, a sanos y a enfermos, a pecadores, desalmados y predilectos.
El arquitecto Iriarte nos cuenta que recibió del párroco de nuestra catedral un plano esgrimido por el Arq. Ochoa al entrevistarse por primera vez para ser encomendado para el trabajo de la Capilla; y que en posteriores entrevistas con el Obispo de nuestra Diócesis se confesó un novato en arquitectura religiosa, hecho por el cual recibió «la ayuda desinteresada del gran arquitecto Ricardo Calderón». De José Ochoa recibió la resuelta la circulación del recorrido desde la vereda hasta el interior, y del ciudadano ilustre; decano de nuestra matrícula local, obtuvo el valioso aporte en la ambientación del interior de la capilla gracias a su «gran sapiencia arquitectónica». Así, con el aporte de quien lo precedió y el «Richard», se terminó de resolver el patio apendicular donde antes accedían a Nuestra Señora de la Merced mediante la rampa preexistente los discapacitados motrices, niños en cochecito, y la gente mayor de edad.
«A mí la madera me da una sensación especial. Tiene mucha calidez y una ductilidad única», nos confiesa Carlos Alberto; impronta presente en el interior donde se encuentra la Custodia con el Santísimo.
«Para desmaterializar la medianera sembramos plantas que crecerán para formar un muro verde, tanto sobre el estuario como en el remate vidriado de la capilla, y compramos unos silloncitos para el que quiera leer, coincidentes con las luces del cielorraso; además de los bancos de madera de iglesia que permiten arrodillarse, costumbre religiosa por excelencia». De ésta forma, termina de enfatizar Iriarte, uno puede tomarse unos minutos de Paz para acallar le mente y disfrutar del silencio logrado.