En Argentina, las infecciones comenzaron a incrementarse a partir del 8 de diciembre: si el 9 de diciembre había un promedio semanal de 5 mil casos diarios, en la actualidad, ese número se eleva a 6 mil. Durante la última semana, para ser más precisos, el promedio de casos diarios aumentó un 11% y un 19% en CABA, ciudad que en otras oportunidades operó como epicentro de la pandemia y luego su situación se reflejó en el resto del territorio. El viernes –último día de referencia en la semana, ya que sábados y domingos suele disminuir la carga de datos– se reportaron 8160 contagios y 113 muertes, con lo cual, el escenario es evidente: la curva comenzó a subir. Así lo detalla Soledad Retamar, docente investigadora de la UTN Regional Concepción del Uruguay: “Esta semana tuvimos un 11% de casos más que la semana anterior. Con el coronavirus aprendimos que cuantas más infecciones activas haya, más posibilidades hay de que la curva siga creciendo. A partir de la primera semana de marzo comenzó un incremento marcado”. Luego continúa con su descripción: “Todavía es leve, es cierto, pero no podemos dejar pasarlo por alto: la primera semana del mes se vio un aumento del 2% respecto de la anterior, la segunda fue del 5% y la tercera del 11%. Si se mantuviera un crecimiento sostenido ya sería preocupante. El Sars CoV-2 produce contagios de carácter exponencial, de manera que dentro de 10 días podría crecer a un 20% y en la semana siguiente a 40%”, advierte la analista de datos.
Jorge Aliaga, físico, secretario de Planeamiento y Evaluación Institucional de la Universidad Nacional de Hurlingham, lo analiza en la misma línea. “No hubo una explosión, sino que van aumentando de a poco, una suba muy suave. Si utilizamos los parámetros que estableció el gobierno en enero, podríamos decir que tenemos más casos durante los últimos 14 días respecto de los 14 días anteriores (razón), mientras que la incidencia, a nivel país, es de 204 casos”, explica Aliaga que utiliza los dos parámetros que propuso el Ministerio de Salud en enero para evaluar la pandemia en el país. ¿Qué es la razón y qué es la incidencia? A principios de año, ante la multiplicación de casos y el aumento de la curva de infectados, el Gobierno estableció (en el decreto 4/21) los dos factores que serían tenidos en cuenta para restringir la circulación en horario nocturno. La fórmula con los indicadores epidemiológicos contempla «razón» e «incidencia». La primera define que se deberán implementar restricciones cuando el cociente (resultado de dividir) entre el número de casos confirmados acumulados en los últimos 14 días y el número de casos confirmados acumulados en los 14 días previos sea superior a 1,20. En concreto, cuando los casos aumenten un 20% de una quincena a la otra. La segunda, cuando el número de casos confirmados acumulados de los últimos 14 días por 100 mil habitantes, sea superior a 150.
“Tenemos muchos infectados por cantidad de habitantes y las subas se van reportando en todo el país. Paradójicamente la Patagonia está tranquila, cuando en los meses previos la pasó un poco peor. CABA tiene 370 de incidencia y 1.19 de razón de casos, con lo cual, el primer parámetro ya lo superó con creces y el segundo lo está por hacer. Si superase ambos se podría afirmar que la Ciudad está en riesgo sanitario. Según lo estipuló el gobierno, cuando se pasaba esa barrera se debían tomar medidas para disminuir ese riesgo”, plantea Aliaga. En este momento, en el país, hay 14 provincias con incidencia mayor a la estipulada y 14 con razón de casos superior a 1.2. De esas, hay solo dos que cumplen con ambos parámetros y, por lo tanto, están en una situación realmente compleja: Tucumán (169 de incidencia y 1.43 de razón) y Corrientes (224 de incidencia y 1.43 de razón).
Las razones de la suba
Nuevas variantes que, hasta el momento, se reportan en viajeros y no alcanzaron transmisión comunitaria, el comienzo de las clases presenciales, los relajamientos en las medidas de protección, el inicio del otoño y la llegada de las temperaturas más frías que empujan a la gente a dejar de ventilar los espacios, podrían estar incidiendo y explicar el incremento. “Es muy difícil discernir qué es lo que está haciendo que los casos suban. Todas las variables pueden jugar, algunas más que otras. A partir de febrero se retomaron muchas actividades y hay más gente yendo a trabajar, moviéndose en transportes, compartiendo espacios. También están las clases, pero desde mi perspectiva, en líneas generales, la situación está estable. Las aulas ventiladas, el respeto de la distancia y la obligación del tapabocas contribuyen a que no se desmadre”, analiza Aliaga. Para el especialista, si bien hasta el momento las instituciones educativas no pueden ser caracterizadas como foco de contagio, hay que seguir de cerca lo que sucede, ya que la situación podría ser diferente con la llegada del otoño y más aún del invierno. “En CABA, por ejemplo, hay un poco más de casos respecto de los reportados dos semanas atrás, no tanto en mayores sino en chicos de edad primaria y secundaria. No es una cosa terrible, pero es para ir teniendo en cuenta”, asegura.
Retamar también suma otra explicación que podría influir en el incremento. “Pienso que la vacunación también influye en el crecimiento de casos. ¿A qué me refiero? A que el hecho de saber que hay un horizonte relativamente cercano hace que muchas personas decidan bajar la guardia frente al virus”, dice. Después completa: “Buscar una sola causa siempre es complejo, pero hay que pensar que al retorno de las clases presenciales, también hay que sumar los viajes de egresados. A veces es como si las fiestas de fin de año se hubieran extendido en el tiempo”. También destaca las manifestaciones populares que se realizan sin ningún protocolo, así como también se puede subrayar el caso de los banderazos que muchos hinchas de diferentes clubes de fútbol realizan para apoyar a sus equipos. “Asimismo, hay que recordar que están habilitados los cines y los teatros. No son actividades peligrosas en sí mismas, el asunto es que son llevadas a cabo en sitios cerrados y sabemos que cuando falta la ventilación por más que haya una distancia entre los espectadores y todos conserven sus barbijos, el riesgo está. Son ambientes que, con el propósito de evitar las filtraciones de ruidos externos, son muy herméticos”, apunta Retamar.
El principal problema, señalan los especialistas, es que con el retorno de las actividades se pierde la referencia de los contactos estrechos. Una persona que fue al cine, luego a su trabajo y después a cenar con su familia, no tiene en claro de quién pudo haberse contagiado. Algo parecido puede pensarse para el colegio; Retamar lo narra mediante un ejemplo: “El tema de controlar qué ocurre con las clases presenciales no es solo prestar atención a lo que pasa en las aulas. Supongamos que una mamá lleva a tres chicos de distintas familias, ahí ya tenés a cuatro grupos familiares que se cruzaron entre sí y si uno es asintomático puede que transmita el patógeno al resto. El tema no es la escuela, que la necesitamos y mucho, sino toda la actividad que implica alrededor de las clases presenciales”.
Restricciones a viajeros, vacunas y ventilación
Restringir los vuelos a Brasil y a otros países con variantes que ya demostraron mayor contagiosidad y provocan reinfecciones en pacientes ya recuperados de la covid es clave. La opción, en esta línea, de que los viajeros sean quienes abonan su testeo PCR y su hotel para confinarse al menos una semana cuando regresan al país, puede que contribuya a desalentar los traslados por vacaciones a sitios en claro riesgo sanitario. Por otro lado, la vacuna es una herramienta fundamental pero para poder llegar a la inmunidad de rebaño –debido a la escasez del recurso– falta mucho. Por lo tanto, será cuestión de, otra vez, fortalecer los cuidados y echar mano a aquellas pautas conocidas por todos. “Tendremos que apelar, como suele mencionar el compañero Roberto Etchenique a la ‘inmunidad del cagazo’, en la medida en que no lograremos vacunar a la gente suficiente antes del invierno. Si a mitad de marzo tenemos estos valores de contagios, no me quiero imaginar lo que será en mayo o junio”, alerta la investigadora. “Cuando hablaban del inicio de la segunda ola en los países de Europa, se referían a menos de 10 casos por millón de habitantes. Argentina arranca esta segunda ola con 185 casos por millón de habitantes. Nuestro piso es muy alto”, sostiene sus argumentos con cifras que preocupan.
Las vacunas constituyen un horizonte cercano, de hecho, más de tres millones de argentinos y argentinas ya se han inmunizado; sin embargo, el virus sigue propagándose y lo seguirá haciendo por mucho tiempo. Chile constituye un ejemplo al respecto, pues ya ha inmunizado a casi 8 millones de personas y, sin embargo, experimenta una nueva ola que obliga a su gobierno a imponer restricciones, suspender clases presenciales en muchos distritos y a reducir la movilidad solo para esenciales. “Esto se va demorar. Uruguay cuenta con valores de incidencia más altos que Brasil y pensemos que la situación brasileña ya nos asusta. Está explotando de casos, nosotros en Entre Ríos tenemos un flujo constante con personas que provienen de ambos países, no podemos dejar de tenerlo presente”, comenta Retamar. La premisa es sencilla: el virus no sabe de fronteras.
Además de la distancia social, el uso del barbijo y la higiene de manos, desde hace un tiempo a esta parte el eje se desplazó de la limpieza de superficies hacia la ventilación de espacios. El contagio por aerosoles, de este modo, se ubicó como uno de los principales fenómenos a atender. Aliaga impulsa, en este marco, la utilización de medidores de CO2 en ambientes cerrados, con el propósito de controlar si la ventilación efectivamente es la correcta. “Ahora que va a empezar a hacer más frío sería bueno controlar la ventilación. En un ambiente cerrado, donde vas cambiando oxígeno por dióxido, el nivel de CO2 se incrementa muy rápido. Cuando exhalamos, expulsamos gotitas de humedad que provienen de los pulmones y cuando uno está contagiado pueden tener virus. La particularidad que tienen es que, a diferencia de las gotas grandes, quedan flotando en el aire por dos o tres horas. De repente, cuando nos queremos acordar estamos en una sopa, con montones de gotitas”, relata el físico. Luego concluye: “Si bien no hay un detector de virus en el aire, sí podemos saber cuán respirado está en un ambiente cerrado, asumiendo que la distribución de las partículas de humedad y aerosoles es más o menos la misma. Así que contar con medidores puede ser muy positivo”.
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