«¡Todavía no terminó enero!», lanzó, mordaz, un altísimo funcionario del Gobierno, cuando promediaba el viernes. Como quien suelta su última esperanza con humor ante lo inevitable. El Gobierno esperaba culminar el primer mes del año con casi cinco millones de Sputnik V en el país, poner en marcha la vacunación masiva y ganarle una primera batalla a la pandemia. No pudo ser.
El trago amargo que dejó enero obligó a la Casa Rosada a bajar el exitismo.«No queremos hacer anuncios cuya concreción ya no depende del Gobierno», dijo un importante colaborador presidencial. En las últimas horas de esta semana, sin embargo, varios funcionarios volvieron a recomponer el espíritu: según pudo reconstruir LA NACION, la expectativa silenciosa que se alberga en los despachos oficiales es que Rusia haga una «puesta a punto» con sus entregas en febrero y que también llegue, durante el mes entrante, un millón de vacunas chinas. Algunos, incluso, creen que se podrían adelantar las primeras dosis de AstraZeneca, previstas para marzo.
El Gobierno negocia a contrarreloj la vacuna de Sinopharm, la compañía farmacéutica estatal de China. Serían un millón de dosis. Las tratativas se respaldan fuertemente en la performance del nuevo embajador en Beijing, Sabino Vaca Narvaja. En algún momento, el Gobierno estimó que podría contar con esta vacuna en enero, pero las tratativas se dilataron más de lo previsto. LA NACION pudo conocer que aún falta que la Anmat reciba más información para aprobarla y que resta «adecuar los términos del contrato a la legislación local».
El otro obstáculo que se presenta es que el año nuevo chino es el 12 de febrero, y en la Casa Rosada temen que eso también dilate la entrega unos días. Pero a diferencia del caso ruso, las vacunas de Sinopharm ya están fabricadas, y eso es lo que alimenta las expectativas oficiales.
La vacuna de Oxford-Astrazeneca -cuyo principio activo fue fabricado en la Argentina por el laboratorio Insud y ya fue enviado a México para su dosificación, envasado y certificación- pautó sus entregas para marzo. El Gobierno tiene apuntado el siguiente cronograma: 1,1 millones en marzo, 4,6 millones en abril, 4,6 millones en mayo, 3,4 millones en junio y 8,5 millones en julio. La semana pasada, Hugo Sigman, el titular del laboratorio Insud, estuvo en la Casa Rosada. Tras su paso, los funcionarios se ilusionaron con tener alguna partida en las próximas semanas.
El caso ruso
El pasaje a la producción en escala de la vacuna creada por el Instituto Gamaleya exhibió dificultades. La razón no revelada es que tras la transferencia de tecnología a los centros de producción en Corea del Sur e India complejizaron los controles de calidad: Rusia no se puede permitir un error en el aspecto médico, porque teme que el mundo occidental no se lo perdone. Fue así que Putin no pudo cumplir con lo pactado con la administración de Alberto Fernández. «Percibimos que los afligió incluso a ellos, trabajan mil horas por día y nos expresan mucho compromiso», dijo a LA NACION un funcionario que sigue muy de cerca las inagotables videoconferencias que llevan adelante dos mujeres designadas por el Presidente para correr la maratón mundial por la vacuna: la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti y la asesora presidencial, Cecilia Nicolini.
En las últimas horas, esas funcionarias conversaron con el Fondo de Inversión Ruso (RDIF) la posibilidad de «reperfilar» un cronograma de entregas «lo más realista posible». Según pudo reconstruir LA NACION, las autoridades rusas le propusieron al Gobierno un «catch up» para ponerse relativamente al día con las entregas con una demora de tres o cuatro semanas.
«Estamos trabajando con una readecuación del cronograma lo más realista posible. El objetivo de máxima sigue siendo que culminen la entrega de las 20 millones de vacunas a fines de marzo», señaló un importante colaborador oficial.
«Los países europeos están evaluando iniciar acciones legales contra los laboratorios, lo que nos pasó a nosotros pasa en todo el mundo», se conformó un importante ministro al culminar esta semana. A Fernández ni se le pasa por la cabeza demandar al RDIF. «Sería como darse un tiro en el pie», dicen cerca suyo. Las relaciones son buenas, porque caso argentino le habría funcionado a Vladimir Putin para abrirse camino en otros países de América Latina.
Otras vacunas
El otro contrato que la Argentina ya tiene firmado, el del sistema Covax, daría sus frutos más allá en el tiempo. Por ese mecanismo, que reparte vacunas entre un consorcio de países, el país tiene comprometidos 9 millones de dosis, pero aún no hay fecha de entrega.
Las otras negociaciones de la Argentina con cierta vitalidad son las que se llevan con la asociación chino-canadiense CanSino Biologics y con la norteamericana Moderna. Pero estos laboratorios ofrecen proveer a la Argentina «recién en el tercer trimestre», señalaron fuentes oficiales.
Con Sinovac, el laboratorio chino que le entregó dos millones de dosis a Chile esta semana, y que cerró acuerdos con Brasil y Colombia, las tratativas están frías, reconoció una fuente oficial. Con Pfizer las negociaciones quedaron en un limbo jurídico: la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, había tenido un acercamiento con los ejecutivos de la filial argentina, luego de que las negociaciones se empantanaran por la ley de vacunas. No hubo nuevos avances. «No queremos ser nosotros los que cerremos la puerta», dijo a LA NACION en las últimas horas un altísimo funcionario sobre la vacuna que estuvo a la vanguardia del mundo occidental.
«En cada negociación hay tres ejes: la aprobación de la fase III, la negociación de los aspectos legales del contrato y el cronograma de entregas», resumió un funcionario.
La nueva meta que se fijan en el entorno de Fernández (y que evitan en voz alta) es «llegar al otoño con los 12 millones de personas que integran los grupos prioritarios vacunados». Sin las dosis esperadas para enero, el GPS del Gobierno obligó a recalcular la hoja de ruta.