«Vacilante, tambaleante, abobado, zombi«. Estos son los términos que surgen en la página Wordreference cuando se busca el sinónimo de la palabra «grogui», la expresión utilizada esta mañana por Eduardo Duhalde para referirse ni más ni menos que al presidente de la Nación, Alberto Fernández.
En apariencia, el expresidente argentino y exgobernador bonaerense se convirtió en los últimos tiempos en un hombre afecto a dar declaraciones explosivas. Hace dos semanas sugirió que podría haber un golpe de estado en la Argentina. Hoy, Duhalde volvió a resonar en el entramado político nacional.
«Mi impresión es que Alberto Fernández está ‘grogui’, como (Fernando) de la Rúa«, señaló el hombre de Lomas de Zamora en la radio Rivadavia. «Son tantos los problemas e impactos psíquicos que recibe un presidente que en algún momento tiene que pedir ayuda», profundizó.
La palabra «grogui» remite inmediatamente al ámbito del pugilismo, y no señala un fenómeno halagüeño para quien está arriba del cuadrilátero. Todo lo contrario. La Real Academia Española define al término, un adjetivo, de la siguiente manera: «En el boxeo, aturdido, tambaleante«.
En las otras acepciones que ofrece la RAE, fuera del ámbito del boxeo, el término tampoco es muy afortunado. «Atontado por el cansancio o por otras causas físicas o emocionales», dice una de ellas, mientras que la tercera y última, señala, simplemente: «Casi dormido».
La palabra utilizada por Duhalde, que es un préstamo de la lengua inglesa, se incorporó también al Diccionario del Lunfardo. José Gobello y Marcelo Oliveri son los autores de la más famosa recopilación de términos de la mentada jerga rioplatense. Allí, el término es definido como: «Momentáneamente impedido de movimiento como consecuencia de un golpe«.
A diferencia de la RAE, en el lunfardo se agrega la causa de estar «grogui», que coincide con aquello de «los problemas e impactos psíquicos que recibe un presidente», tal como fue expresado por Duhalde.
El origen de «grogui»
La raíz de esta palabra, que hoy saltó a los primeros planos de la política criolla, tiene que ver con Gran Bretaña. Y tal como se dice de los argentinos, este término también viene de los barcos.
Sucede que entre los siglos XVII y XVIII, debido a las pésimas condiciones que adquiría luego de unos días el agua transportada en los barcos, a los marinos de la Armada Británica se les repartía una ración diaria de alcohol. Así, el agua se complementó, o sustituyó, en principio con brandy o cerveza, según la historia que se consigna en el diario La voz de Galicia.
Más tarde, un almirante de la misma armada llamado Edward Vernon (1684-1757) llevó a su embarcación una cantidad enorme de toneles de ron, fruto de su paso por Jamaica. La bebida se convirtió en la estrella para los marineros, que recibían cada día entre un cuarto y medio litro según su jerarquía.
Como el bueno de Vernon utilizaba una chaqueta estilo grogram, típico de la época, su tripulación se había acostumbrado a llamarlo «Old Grog». A su vez, el apodo del capitán pasó a bautizar a la bebida que él les repartía. Pronto, el diccionario de Cambridge incorporó a sus páginas la palabra «grog», a la que definió como «una bebida alcohólica fuerte, como el ron, pero mezclada con agua».
Y claro que de «grog», vino la palabra «groggy», que se utilizaba para definir a los que se habían excedido en el consumo del brebaje que supo repartir aquel noble oficial de la marina inglesa. Luego, su uso se generalizó para definir a los borrachos que no pueden disimular su lamentable estado.
En este punto, el término está cerca del concepto que encontramos hoy. La expresión fue castellanizada desde el «groggy» original anglosajón: de aquel borracho mal entrazado del que se decía que estaba «grogui», se pasó al ámbito del boxeo y de allí al de la vida cotidiana. Finalmente, arribó esta mañana a los titulares de la siempre agitada política argentina.
Una última aclaración que nos entrega la RAE respecto de este término: su plural es «groguis», y es incorrecto escribir «grogie» o «groggie», híbridos inaceptables entre el inglés y el español.(Fuente: La Nación)