Cuando las analogías pueden jugar una mala pasada

Correo del Lector
Coronavirus y guerra

La pandemia del Covid-19 ha sido campo propicio para las analogías vinculadas con las conflagraciones armadas y las más variadas expresiones nacionalistas.
El virus es el enemigo, el personal de salud es la tropa que está en la primera línea de combate ocupando la trinchera, los que mueren lo hacen “en el frente como soldados” al decir del papa Francisco.
Una caricatura de Nik muestra a Gaturro con médicos, policías y bomberos clavando una bandera argentina en una suerte de recreación de la histórica foto tomada por Rosenthal cuando los marines estadounidenses levantaron la bandera en el monte Suribachi durante la batalla de Iwo Jima.
El titular del poder ejecutivo, Alberto Fernández, dijo que estamos en “una guerra contra un ejército invisible”.
En el Congreso también se animaron a esas definiciones.
El presidente de la cámara de diputados, Sergio Massa, integrante del Frente de Todos, afirmó que la Argentina estaba en guerra contra la pandemia.
Ante estas analogías, es interesante ver lo que pasó en Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial.
Durante el blitzde 1940 y 1941, las bombas de la Luftwaffe llovían sobre Londres.
Hubo miles de muertos y se destruyeron millones de hogares.
La Cámara de los Comunes fue destruida por el bombardeo.
Sin embargo, el Parlamento británico nunca dejó de reunirse.
Sus miembros, conservadores, laboristas y liberales, lejos de amilanarse, continuaron sesionando durante todo el conflicto, incluso con más frecuencia, sin que ello significara dejar de plantear las disidencias entre los partidos o con el gobierno.
En sus famosas memorias sobre la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, uno de los más grandes estadistas del siglo pasado, dijo sobre esa cuestión que “ha de contribuir, sin duda, a aumentar el renombre del Parlamento el hecho de que sus miembros continuaron reuniéndose y desempeñando sus obligaciones durante todo este período… después de todo, un Parlamento libre y soberano, honestamente elegido por el sufragio universal, capaz de derribar al gobierno en cualquier momento pero orgulloso de sostenerlo en los días más sombríos, era uno de los puntos en disputa con el enemigo. El Parlamento ganó”.
Sin embargo, pareciera que en la actual guerra declarada contra el virus, los legisladores argentinos siguen sin sesionar, a pesar de que muchos quieran hacerlo, nobleza obliga decirlo.
Consultas a la Corte, sistemas informáticos que se cuelgan, simulacros de sesiones virtuales que “no dejan conforme” al presidente de la Cámara de Diputados, negativas a celebrar sesiones presenciales en espacios amplios con condiciones de seguridad, concejos deliberantes inexplicablemente cerrados.
Quizás algunos deberían repensar el uso de las analogías que mencionábamos al principio.
De otra manera, alguien podría asociar a esos legisladores que buscan cualquier excusa para no sesionarcon esos soldados que ante el avance del enemigo salen corriendo de la trinchera en desbandada hacia la retaguardia, abandonando sus armas tras de sí.