Desde el Frente de Mujeres Nacional y Popular manifestamos

Comunicado
La desaparición de Navila (15 años) la semana pasada, su Femicidio y el de tres jóvenes mujeres en el resto del país, nos dieron nuevamente una trompada, como sociedad.
La Violencia Machista mostró, otra vez, su más terrorífica razón de ser, la destrucción de nuestras vidas, la de las mujeres, y de manera irreversible, la muerte.
Chascomús, “la ciudad del buen trato”, “paraíso cercano”, “ciudad que enamora”, se convirtió en el escenario de un viejo dicho: “pueblo chico infierno grande”.
El Lunes 17, sí fue noticia. Los medios de comunicación entre inflación, robos, el clima, anunciaron otro femicidio, el de Návila Garay. Y entre la buena y la mala víctima, se reconstruyen los hechos. Pero para quienes luchamos a diario por la igualdad de los derechos, por el respeto de nuestras vidas, el derecho sobre nuestras cuerpas, no es un femicidio más. Es uno más de los femicidios que nos aterrorizan, que nos destruyen y corroen por dentro; pero no nos paraliza, por el contrario, nos enfurece y moviliza.
Comenzamos los reclamos de la búsqueda de Návila porque ya tanto silencio nos pesaba. Acompañamos a su familia que se encontraba desamparada, sin información, sin acompañamiento, sin respuestas de quienes deben responder por ellas, las autoridades locales y la justicia patriarcal. Un Estado ausente.
La esperanza fue, siempre, que Navila apareciera con vida; pero como otras tantas veces, la noticia fue la muerte, el femicidio, sin que a parte de la población la interpelara. Ahí, como cosa cotidiana.
Primero fue la lentitud de la búsqueda, la desaparición difundida como «extravío» por parte de las autoridades provinciales. Segundo, el cuestionamiento de la tardanza en hacer la denuncia, cuando la familia expresa que no se la tomaron antes. Tercero, la lentitud de la justicia, la de los allanamientos. Y podemos seguir con el «la hallaron muerta», cuando fue asesinada, a sangre fría, sin el más mínimo escrúpulo, sin la más mínima culpa, por el femicida Néstor Garay (56 años).
¿Por qué iba a ser de otra manera? si en la sociedad, en el cotidiano, el secuestro, el abuso y muerte de las pibas es moneda corriente, es naturalizado y silenciado, incluso aquí en nuestra ciudad. Sino veamos la revictimización de la justicia a una víctima de 15 años, menor de edad, aludiendo a que mantenía una “relación» con su femicida de 56 años. ¿Acaso eso no es pedofilia, abuso de menores? ¿Qué está mirando la justicia?
Nuestras vidas valen menos que cosas. Cuando ya no servimos para mercancía nos descartan como si fuéramos basura, como a un perro o nos descuartizan.En medio de todo el dolor que sentimos por la muerte de una de nosotras, continuamos firmes junto a la familia, que hoy como ayer nos necesita, firmes porque el Estado estuvo ausente, apareció cuando ya la cosa no se contenía.
No es solo un cliché cuando decimos que no queremos NI UNA MENOS, cuando denunciamos que nos roban y matan a las pibas en la cara de la gente, cuando la vulnerabilidad socioeconómica y emocional de las familias y en especial de los niños, niñas y adolescentes se vuelve una perversa oportunidad para los pedófilos y proxenetas.
Nos tocan a una, nos tocan a todas. Cada una de ellas, nuestras compañeras, nuestras sororas, refuerzan nuestra lucha y con el corazón y alma destrozadas no nos dejamos caer, redoblamos la apuesta porque nos debemos a las que ya no están, nos debemos a nuestras jóvenes, a nuestrxss niños y niñas y estaremos allí para reclamarle al Estado que es responsable por acción u omisión, que estamos acá, que tenemos los mismos derechos que el resto de la población, que no importa nuestra clase social, pertenecía política, religiosa o los bienes que tengamos o no tengamos, sino la sencilla razón de ser humanas.