El que apostó al dólar, perdió. A contramano de lo que sucede históricamente en la Argentina, y para darle la razón al exministro de Economía Lorenzo Sigaut, el Banco Central le ganó una pulseada al mercado y se alzó con una suma multimillonaria por ventas de dólar futuro, una de las herramientas que utiliza para controlar las expectativas de devaluación.
Según fuentes del mercado, en el año que transcurrió entre febrero de 2020 y el mismo mes de 2021, el Central ganó aproximadamente $23.500 millones, confirmaron a LA NACION fuentes al tanto de esa cifra que pidieron mantener en reserva su nombre.
La institución presidida por Miguel Ángel Pesce llegó a vender futuros en 2020 a razón de US$5000 millones, pero según los últimos números oficiales, al 31 de diciembre eran US$4102 millones.
La venta de contratos de dólar futuro es uno de los dos mecanismos que el BCRA tiene para intervenir en el mercado de cambios. Uno es la venta de dólar spot, es decir, las intervenciones diarias que arrojan un saldo comprador si las cosas salen bien o vendedor si hace falta apagar algún incendio. Este es el dato que se sigue habitualmente para monitorear el nivel de las reservas, uno de los grandes temas de 2020.
El otro es, entonces, la venta de contratos de dólar futuro, a través de la que la entidad monetaria va señalizando y alineando expectativas de devaluación con el mercado. A grandes rasgos el mecanismo funciona así: se celebra un un contrato entre vendedor (que puede ser privado, como los exportadores, o el Central) y comprador en el que se pacta un precio de la divisa a futuro. Cuando llega esa fecha, alguien gana y alguien pierde. Y el factor que determina quién está de cada lado es el precio del dólar spot mayorista en ese momento, es decir, el dólar «real».
Para entender mejor el mecanismo vale ponerle números. Si en octubre pasado alguien compró dólar futuro a $98 en un contrato con vencimiento el 8 de febrero, habrá perdido cerca de $10 por contrato, porque el dólar mayorista cerró ayer a $88,17. Ese comprador apostó a una devaluación mucho más fuerte de la que finalmente terminó ocurriendo. Las operaciones se pactan en pesos y las compensaciones se liquidan en esa moneda, y es por eso que lo que gana o pierde el Central se calcula así.
En definitiva, son pulseadas en las que juega el Central y que a veces gana y a veces pierde. «En esta, ganó gracias al cepo», señala Fernando Marull, economista de FMyA. Octubre fue un mes crítico para este mercado: los tipos de cambio paralelos -el blue y los financieros- se vendían hasta un 150% más caros que el dólar mayorista y los contratos de dólar futuro para los primeros meses de 2021 se ofrecían a precios altos.
Desde que el Gobierno comenzó a intervenir en los tipos de cambio financieros a través de la venta de bonos en dólares y logró calmar la brecha, el escenario cambió. «Se empezó a desinflar la corrida cambiaria, el mercado quedó comprado y finalmente no devaluaron», describe Marull.
Si el Central utiliza los contratos de futuro para señalizar el camino del dólar y a su vez tiene en sus manos el control del tipo de cambio a través de una devaluación administrada, ¿hubo algo de «avivada» en esa ganancia de $23.500 millones? No necesariamente, explica el economista, porque esos valores muchas veces dependían de tasas internas en Rofex y MAE, las entidades privadas a cargo de la negociación de contratos de futuros.
En el mismo sentido, Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina, explica que el Central no necesariamente sabe a cuánto va a estar el dólar en tres o cuatro meses. Nunca se puede dar por desterrada una corrida cambiaria ni problemas con la liquidación de la cosecha, dice, entre los factores que podrían interferir en los planes de devaluación administrada a cuentagotas.
«El Banco Central juega con el caballo del comisario, porque tiene la decisión de endurecer el cepo, que es algo que el mercado no puede descontar. Si no hubieran avanzado las restricciones desde septiembre del año pasado, el resultado en el mercado de futuros habría sido distinto para la autoridad monetaria: o una ganancia menor, o directamente una pérdida», señala Rajnerman.
No solo hubo una ganancia del Central a fuerza de endurecer el cepo, sino también una sobrerreacción del mercado al momento de pactar los contratos. «Fue una sobrerreacción a la incertidumbre por la pandemia y al exceso de pesos que esta generó: la brecha arriba del 100% no era sostenible y todos pensaron que el BCRA iba a subir el tipo de cambio oficial, pero finalmente bajó el blue», detalla.
Dólar futuro, una herramienta envuelta en polémica
El actual presidente del BCRA, Miguel Pesce, está procesado en la causa de dólar futuro iniciada en 2015 por la supuesta venta de contratos a un valor más bajo del precio de mercado como exfuncionario de la autoridad monetaria. Es una herramienta que se vio envuelta en la polémica hacia fines de la segunda presidencia de Cristina Kirchner. Para el oficialismo actual, se trata de una judicialización de la política económica.
Lo que sucedió en ese entonces fue un escenario inverso al actual. El Central vendió futuros apostando a una victoria de Daniel Scioli a fines de 2015 y a que el cepo seguiría en su lugar, explica Rajnerman, pero ocurrió lo contrario. Finalmente ganó Mauricio Macri y, apenas asumió, desarmó las restricciones sobre el mercado oficial, lo que hizo que el tipo de cambio dependiera no ya de la mordaza oficial sino, en mayor medida, del valor que le asignaban la oferta y la demanda. Se estima que la pérdida en ese momento fue de $14.000 millones.
Según María Castiglioni, economista de C&T Asesores Económicos, en ese momento los mercados de futuros estaban totalmente desalineados con lo que el Central estaba vendiendo y la autoridad monetaria era prácticamente el único oferente.
En la actualidad, no hay un desalineamiento tan fuerte, pero el Central todavía tiene que hacer ajustes para poder acercar sus posiciones con el mercado. «El BCRA señaliza a través del dólar futuro, pero tiene que estar más o menos en línea con lo que espera el mercado, con lo cual hay un doble juego», explica.
En este momento, el BCRA puede utilizar la herramienta, pero con límites concretos. Y, en un año electoral, la ganancia o la pérdida no será demasiado grande: las expectativas de devaluación chocan con un tipo de cambio «pisado» para que no haya mayores presiones inflacionarias antes de meter el voto en las urnas.