La Casa Rosada recibió un aviso de los servicios de inteligencia extranjeros sobre la posibilidad de atentados en varios países de Occidente, incluida la Argentina, en los días previos a la Navidad como represalia por la muerte de dos figuras clave del régimen iraní y de Al Qaeda por orden de Estados Unidos, confirmaron fuentes locales e internacionales a LA NACION.
El reporte internacional -que no llegó a calificarse de «alerta»- provocó que la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), la Dirección de Migraciones, el Ministerio de Seguridad y otros organismos estatales adoptaran medidas adicionales de prevención e incrementaran la custodia de varios «objetivos» posibles en el país.
El aviso, sin embargo, esta vez no llegó a involucrar al presidente Alberto Fernández, a diferencia de lo que ocurrió a mediados de noviembre, cuando se encontraba aislado en la quinta presidencial de Olivos por un contacto estrecho de coronavirus, pero se involucró para conocer los detalles por el potencial ingreso por la frontera norte de un cargamento de nitrato de amonio, que puede ser utilizado para la fabricación de explosivos. Esta vez, por el contrario, el jefe del Estado no fue informado de la situación.
La eventual amenaza tuvo como uno de sus epicentros el domingo 3 de enero, cuando se cumplió el primer aniversario de la muerte en Bagdad del poderoso general iraní Qasem Soleimani en un bombardeo ordenado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desatando las promesas de venganza de Teherán.
«El riesgo se concentró en las fiestas de Navidad y Año Nuevo, y en la fecha del asesinato de Soleimani«, precisó una de las fuentes oficiales consultadas, «pero la amenaza sigue vigente, por eso se extremaron algunas medidas de vigilancia en, por ejemplo, algunos edificios públicos o de la colectividad judía».
El otro eje del reporte emitido por servicios de inteligencia occidentales se concentró en las «posibles represalias en forma de atentados contra intereses norteamericanos, israelíes y occidentales» por el asesinato en Irán del número dos de Al Qaeda, Abu Mohammed al-Masri, el 7 de agosto pasado.
El mensaje, que procesó el llamado Sistema de Inteligencia Nacional, incluyó una segunda parte: «Se solicita elevar los niveles de vigilancia y monitoreo en torno a instituciones representativas de los países objetivo«.
La potencial amenaza, precisó una fuente internacional, no registró como epicentro a la Argentina, aunque el Gobierno elevó su nivel de seguridad debido a los antecedentes del país, que arrastra dos atentados terroristas en los ’90 -contra la embajada israelí en Buenos Aires y contra la sede de la AMIA -, como así también varios incidentes menores y focos de interés para las agencias de inteligencia de otros países, como la Triple Frontera.
«Una cosa es que recibamos una alerta por la entrada al país de una persona sospechada de integrar una organización terrorista; otra muy distinta es lo que ocurrió durante los últimos días de diciembre», indicó una tercera fuente consultada.
Desde el Gobierno sostuvieron que el primer aviso llegó de la mano de un delegado de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) desplegado en el exterior, cuya función es recabar información en el país en el que está asignado e interactuar con sus contrapartes de las fuerzas de inteligencia y de seguridad de ese país.
Desde el exterior, sin embargo, dieron otra versión. «Fue una alerta general emitido por servicios de inteligencia occidentales, que mencionó el suceso [por la muerte de Soleimani] y posibles represalias«, indicaron. El posible «objetivo principal», abundaron, «no era la Argentina».
Aun así, desde el Gobierno optaron por adoptar medidas de prevención, con tareas que afirmaron que se articularon entre la AFI y las direcciones nacionales de Inteligencia Criminal del Ministerio de Seguridad nacional y de Migraciones del Ministerio del Interior, entre otros organismos.
Pero, quién era Soleimani? Considerado una de las figuras más populares e influyentes de Irán -acaso sólo por debajo del ayatolá Alí Jamenei-, al punto que la cadena inglesa BBC estimó que su muerte era «más importante que la de Osama bin Laden», el general comandaba desde 1988 la «Fuerza Quds«, un poderoso brazo paramilitar de élite de su país.
No solo eso. La «Fuerza Quds» también encarnaba un instrumento clave de la política exterior iraní; con características que combinaban funciones propias de las fuerzas de operaciones especiales militares, pero también del equivalente de una Agencia Central de Inteligencia (CIA).
«Severa venganza»
La relevancia de Soleimani explicó, también, la reacción de Teherán durante las horas que siguieron a su muerte mediante un bombardeo con drones estadounidenses, cerca del aeropuerto de Bagdad. Jamenei declaró tres días de duelo nacional y prometió «una severa venganza a los criminales» responsables del ataque contra el referente chiita.
La autoría por el asesinato de Abu Mohammed al-Masri, en cambio, sigue en las sombras desde el 7 de agosto, aunque los indicios apuntan a una misión secreta ordenada por Washington y ejecutada por agentes israelíes, según reveló The New York Times en noviembre pasado.
El régimen de Teherán negó que algo así hubiera ocurrido en su territorio. «Para eludir la responsabilidad por las actividades criminales de Al Qaeda y otros grupos, Washington y Tel Aviv intentan de vez en cuando establecer un vínculo con Irán mediante la falsificación y la filtración de información inventada a los medios de comunicación», afirmó el portavoz de la Cancillería iraní, Said Jatibazdeh, tras la publicación del New York Times.
Menos de seis semanas después, sin embargo, los servicios de inteligencia de las potencias occidentales tomaron medidas ante el riesgo de posibles represalias en Estados Unidos, Israel y otros países, incluida la Argentina.
Por: Hugo Alconada Mon y Santiago Dapelo Fuente: La Nación