Panorama económico
Hernán Lacunza prepara su primer viaje a Estados Unidos como ministro de Hacienda de Mauricio Macri. Lacunza tiene intenciones de contactar a inversores y banqueros en Wall Street y mantener un reunión formal con David Lipton, el director gerente interino del Fondo Monetario Internacional (FMI). Si finalmente cierra como se propone su agenda económica y financiera, el ministro de Hacienda aterrizará en New York cuando ya haya comenzado el otoño en Estados Unidos.
La gira de Lacunza comenzaría en Manhattan y terminaría en Washington. Mauricio Macri ya decidió concurrir a la Asamblea General de Naciones Unidas, y es probable que incluya al ministro de Hacienda en su reducida comitiva.
Lacunza estaría solo dos días hábiles en New York, el tiempo necesario para tratar de explicar porqué se decidió el control de cambios, cómo está la relación con el FMI y qué puede pasar con el libre mercado en la Argentina si Alberto Fernández derrota a Macri en las elecciones presidenciales.
El ministro de Hacienda tiene respuesta a los tres interrogantes que inundan los after hours en Wall Street, pero a diferencia de su antecesor Nicolás Dujovne no tendrá muchas oportunidades de obtener una inversión millonaria que haga brillar de optimismo la visita de Macri a la ONU.
Ya nadie le presta a la Argentina, y Lacunza haría una visita a Manhattan para «control de daños·» y argumentar que la mejor salida electoral es la reelección de Macri. El ministro también entrena su diplomacia institucional para contestar la pregunta que atosigó a Alberto Fernández cuando se reunió con los empresarios más poderosos de España.
Fernández contestó que no: que Cristina Fernández de Kirchner ya no es la misma de antes y que tocará la campanita en el Senado Nacional. Lacunza piensa distinto: el ministro de Hacienda no descarta la fábula de la rana y el escorpión, y tampoco cree -como sostiene Alberto- que se pueda hacer una analogía entre 2003 y 2019 para garantizar una salida exitosa a la actual crisis económica y financiera.
Camino al FMI
Lacunza llegaría a Washington con una excusa formal. Se cumplieron 60 años de la creación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y como ministro de Hacienda fue invitado a los festejos oficiales. La ceremonia es a finales de septiembre, cuando el otoño en DC aún se parece a una primavera en cámara lenta.
Guido Sandleris y Dujovne, instruidos por Macri y Marcos Peña, negociaron los dos acuerdos con el FMI por 57.000 millones de dólares. Al otro lado de la mesa estaban la directora gerente Christine Lagarde y los miembros del staff permanente Alejandro Werner y Roberto Cardarelli.
Fue un minué forzado en las sombras por el presidente de los Estados Unidos, que por esa época -septiembre 2018- aún mencionaba a Macri en su cuenta oficial de Twitter @realDonaldTrump. Desde que Juntos por el Cambio perdió en las PASO, Trump se olvidó de Macri en las redes sociales.
Lagarde cumplía ordenes de Trump, y Sandleris y Dujovne convalidaban esas instrucciones en las reuniones que mantenían con Macri y Peña. Había un quinto jugador argentino -Luis Caputo, titular del Banco Central-, que aún no había aprendido las enseñanzas básicas del Elogio de la Traición, un clásico de la sociología francesa escrito por Yves Roucaute y Denis Jeambar.
Otros detalles para tener en cuenta
Si Lacunza viaja a recordar la creación del BID, no sólo beberá una copa de champagne en honor de Enrique Iglesias, el legendario secretario del banco multilateral que siempre ayudó a la Argentina. El ministro de Finanzas también repartirá su tiempo en el Banco Mundial, el FMI y el Departamento del Tesoro.
El titular del Departamento del Tesoro, Steven Mnuchin, es un empresario exitoso que invirtió sus millones de dólares en Iron man 3. Fue una pieza clave para que Macri obtuviera los 57.000 millones de dólares del FMI, y no se corrió un sólo centímetro de las ordenes que llegaban desde la Casa Blanca.
Mnuchin bajaba las instrucciones a Lagarde y la entonces directora ejecutiva del FMI controlaba a Werner y Cardarelli, que resistían con velado frenesí la presión política que ejercía Trump desde el Salón Oval. Werner y Cardarelli conocen la lógica política de la Argentina, y no querían poner su nombre y su firma en un Standby Agreement por 57.000 millones de dólares.
Mnuchin ya no aparece al teléfono como antes, Lagarde ya no es titular del FMI -se mundo al Banco Central Europeo-, Dujovne renunció y Werner y Cardarelli son los dueños de la autoprofecía cumplida más cara en la historia de Washington y los organismos de crédito internacionales.
En este escenario geopolítico y financiero aterrizaría Lacunza hacia fines de septiembre. El ministro de Hacienda tiene previsto una reunión con Lipton -un riguroso demócrata que sucede a Lagarde hasta octubre-, y luego mantendrá encuentros con Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, y Cardarelli, jefe de la misión del Fondo en la Argentina.
Lacunza enfrentará a Lipton, Werner y Cardarelli con un sólo argumento: «Argentina cumplió las metas del Standby Agreement, ustedes cumplan su parte y hagan el desembolso de 5.400 millones de dólares previsto en los acuerdos». Esa línea argumental, que Macri repitió hace unos días en Córdoba, ya tiene escaso peso en las oficinas más poderosas de DC.
No hay un sólo indicio que permita suponer que el FMI desembolsará sus millones antes de los comicios de fines de octubre. Y si se observan las medidas implementadas por Lacunza y Sandleris, y avaladas por Lipton, Werner y Cardarelli, ellos tampoco consideran un hecho que se giren desde Washington los 5.400 millones de dólares establecidos en el Standby Agreement.
El gobierno de Macri piso los pagos y las reservas, y el FMI aceptó esa decisión política asumiendo que ya no hay acuerdo con Argentina. Y si el acuerdo ahora parece que es sólo una ficción institucional, entonces Lipton, Werner y Cardarelli no tuvieron otra alternativa que hacer cuentas por su orden y un rápido control de daños.