Dos investigaciones científicas concluyeron que las células inmunes más importantes sobreviven en la médula ósea de las personas que tuvieron coronavirus o que fueron vacunadas y, de acuerdo a estos estudios, “la inmunidad al coronavirus dura al menos un año, llegando a mejorar con el tiempo, especialmente después de la vacunación, lo que permitiría que se extienda incluso por toda la vida”, consideraron.
Ambos estudios sugieren que la mayoría de las personas que se recuperaron de la Covid-19, y que luego fueron inmunizadas, no necesitarán refuerzos. Sin embargo, las personas vacunadas que nunca se infectaron probablemente sí los necesitarán, al igual que una minoría que se infectó pero no produjo una respuesta inmunitaria sólida.
El estudio, publicado el lunes en la revista Nature, concluyó que las células que conservan una memoria del virus persisten en la médula ósea y pueden producir anticuerpos cuando sea necesario.
El otro estudio, publicado en línea en BioRxiv, un sitio de investigación en biología, encontró que las llamadas células B de memoria, continúan madurando y fortaleciéndose durante al menos 12 meses después de la infección inicial.
Las células B de memoria, producidas en respuesta a la infección con SARS-CoV-2 y mejoradas con la vacunación, son tan potentes que frustran incluso las variantes del virus, lo que anula la necesidad de refuerzos, según Michel Nussenzweig, inmunólogo de la Universidad Rockefeller en Nueva York, director del estudio sobre la maduración de la memoria.
Es posible que el resultado no se aplique a la protección derivada de las vacunas solamente, ya que puede ser que la memoria inmunológica se organice de manera diferente después de la inmunización, en comparación con la que sigue a una infección natural.
Eso significa que las personas que no tuvieron coronavirus y fueron inmunizadas pueden eventualmente necesitar una vacuna de refuerzo, explicó Nussenzweig. (DIB) ACR