El gobierno bonaerense y los jefe comunales de las ciudades balnearias trabajan en el armado de protocolos para poder recibir a millones de personas durante diciembre, enero y febrero
¿Habrá temporada de verano? ¿Cómo serán los protocolos? ¿Qué hará todo la estructura comercial, gastrónomica, hotelera y recreativa de la costa bonaerense si no hay vacaciones? Las preguntas surgen en forma permanente en los municipios de la costa atlántica donde suelen veranear millones de argentinos cada año. En esta oportunidad se enfrentan al desafío de preparar una temporada de verano en el medio de una pandemia. Porque el coronavirus seguirá circulando en los primeros meses de verano y la vacuna aún seguirá siendo una esperanza. Según dijo Alberto Fernández, estaría para el primer trimestre de 2021, pero no hay una fecha precisa.
El gobierno nacional y el de la provincia de Buenos Aires tienen la decisión tomada de armar, promover y apoyar la realización de la temporada de verano en todo el país, y especialmente, en la costa. Los intendentes de ciudades balnearias no se imaginan el verano sin temporada. Hay una razón clave. Si no hay vacaciones, se verán comprometidos los ingresos de los municipios y la cadena de comercios y actividades que viven gracias al turismo. Las tres patas políticas coinciden en hay que trabajar en el armado de la temporada aunque hoy la realidad sea otra.
A Mar del Plata, en la última temporada, ingresaron 3,5 millones de personas. En el municipio de Pinamar, que abarca a Valeria del Mar, Cariló y Ostende, un número similar. Cerca de 3 millones. En Miramar, donde viven 35 mil personas, en tres meses pasaron 300 mil. Un mundo de gente que se desplaza de un lado a otro. Una acción que hoy es difícil de imaginar pero que está dibujada en los borradores de la política. La temporada se diseña en paralelo a la crisis sanitaria, pero los datos epidemiológicos serán los que finalmente determinen si se hace realidad o no.
¿Qué es lo único que puede frenar la temporada? Que la situación en diciembre sea la misma que la actual. Es decir, que la provincia esté en un promedio diario de 5000 casos y que el sistema de salud esté permanentemente exigido. Si eso sucede, no hay temporada de verano. Sería imposible llevarla a cabo. En la actualidad la preocupación está centrada en que el sistema de salud no colapse. El verano es una anhelo. Pero, al mismo tiempo, es una realidad que los gobiernos municipales avanzan en el diseño de protocolo y llevan adelante negociaciones con las cámaras que nuclean hoteles y transportes para tener planteado un escenario posible para el verano.
Ni Axel Kicillof, ni Alberto Fernández, ni los intendentes imaginan que en el verano haya una realidad tan compleja y estresante como la que hoy vive la Argentina, sino un escenario bien distinto. Unas vacaciones de verano con protocolos, distancia social y movimiento en las rutas. Kicillof lo dijo hace poco tiempo: “Puede ser que pasemos de las medidas de aislamiento a los protocolos”. Lo aseguró el día en que presentó un plan para la reactivación productiva para la provincia. Con cautela, como se viene moviendo hasta el momento, advirtió: “No es algo que hay que sufrir. Es un aprendizaje para poder trabajar, vivir y recobrar cosas que hemos perdido mientras el virus todavía no se fue”.
Hay dos interpretaciones que hacen en todos los gobiernos. La primera es que pese a la crisis económica, habrá gente con intenciones de viajar. Frente al hartazgo de la cuarentena, la necesidad de la playa, el aire libre y la recreación. La segunda es que, para ese entonces, aunque bajen los casos, habrá muchos que aún tendrán miedo de desplazarse a ciudades donde se crucen ciudadanos de distintos puntos del país. Es imposible determinarlo. El comportamiento social lo sabrán cuando diciembre esté llegando a su fin.
Hay algunas ciudades balnearias, como es el caso de Villa Gesell, que ya hicieron público un protocolo para las playas. Van a implementar un sistema que les permita a los turistas verificar que playas están llenas y cuáles tienen lugar. Personal municipal va a controlar los ingresos y también pondrán banderas que señalen la capacidad de las playas. Bandera verde, hay lugar. Bandera roja, no hay lugar. Lo mismo sucederá con una App que implementaron y que los turistas la podrán descargar en su celular. Allí van ver el nivel de ocupación y tendrán la posibilidad de decidir si quieren elegir un lugar donde haya menos gente.
Además, van a poner carteles a 100 metros de la playa para que vean el nivel de saturación y retenes en la zona de acceso de las playas céntricas para que el personal también informe el nivel de gente que hay. Es decir, una serie de avisos escalonados para que los turistas no pisen la arena y se sientan es riesgo frente a la cantidad de personas que pueda haber.
En Pinamar le quitan dramatismo a la situación. Dicen que la gente debe comportarse mejor que ahora. Que la palabra protocolo asusta pero que la base de ese comportamiento son la distancia social, el uso de barbijos y la higiene. Si se cumple, no deberían existir problemas. Además, esperan que el gobierno bonaerense colabore con todos los municipios de la Costa y aporte fondos para aumentar la infraestructura sanitaria o que mande terapias móviles para estar más cubiertos en el área sanitaria.
El intendente pinamarense Martín Yeza puso en palabras una de las claves que tendrá la temporada y que comparten todos los jefes comunales y el gobierno provincial. “El objetivo es trabajar para tener la menor rotación posible de público. Que se queden la mayor cantidad de tiempo posible. La cuenta es mayor permanencia, menor rotación de público”, aseguró en diálogo con este medio.
Sin embargo, reconoce que esa estrategia solo conviene en este tiempo de pandemia. La cuenta es sencilla. El público más consumidor para una ciudad balnearia es el que va durante un fin de semana o durante cinco días. Salen a comer, hacen compras y realizan actividades recreativas. Mueven la economía local con más fuerza. En cambio, si las vacaciones se extienden, las familias tratan de economizar los gastos. Peor es nada. De eso está seguro. Yeza lo vende con una forma simpática: “El desafío de esta temporada es que todo sea bueno, bonito y barato”.
En Miramar quieren dar un primer paso en el corto plazo. Consiste en dejar ingresar a las personas que tienen una casa en la ciudad pero viven en otro lugar. Están estudiándolo y es posible que, de no mediar inconvenientes, lo hagan antes de que termine septiembre. “Estamos adaptando los protocolos generales de Nación y provincia de acuerdo a la realidad que tenemos. Gracias a las temporadas de verano podemos administrar el funcionamiento del distrito durante el resto del año”, le indicó a Infobae el intendente local Sebastián Lanuantoni.
En la ciudad que gobierna buscarán sacar la mayor parte de la gastronomía a la calle, armar espacios para que se instalen food track y explotar al máximo el sistema de delivery y take away. Además, quieren incentivar a los turistas a que utilicen formas de pago virtuales. Por eso están en plena tratativas con los comercios para que la mayoría pueda ofrecer ese formato de pago. Así buscan reducir la utilización de billetes o tarjetas, lo que implica eliminar una vía de posible contagio.
En Mar del Plata aún están diseñando el protocolo en los balnearios. Hay algunas definiciones que ya tienen. Habrá un límite de gente por sombrilla y por carpa. Podrían ser 4 personas. Pero aún no está cerrado. Las sombrillas estarán a 4 metros de distancia unas de otras, los vestuarios estarán restringidos y los paradores tendrán que permitir menos gente en sus mesas.
Uno de los problemas lo ven en el control de ingresos. Creen que será muy difícil poder controlar la gente que ingrese a las playas públicas. No tienen forma de hacerlo. Solo dependen de que miles de personas se organicen y acepten entrar por ingresos pautados de antemano por el municipio, donde puedan llevar un control de la cantidad de personas que hay. “Dependemos de la responsabilidad individual. La gente va a tener que ayudar”, asumen en el gobierno marplatense.
Respetar la distancia, usar barbijo, mantener la higiene personal. Los protocolos serán los mismos que hoy se deben cumplir en todo el país. Una regla de convivencia que la gran mayoría asimiló durante los últimos cinco meses pero que sigue teniendo excepciones. El margen de error debe achicarse al máximo en el verano. Esa es la idea que atraviesa a todos los municipios de la costa. Todos saben que será una temporada atípica.
El otro inconveniente que analizan en Mar del Plata es el formato de ingreso a la ciudad. Analizan la posibilidad de pedir test serológicos o declaraciones juradas sanitarias. Son opciones, no definiciones. De antemano piensan que sería imposible pedir un test a cada uno de los que entra. La cola de autos sería interminable. Un método inviable frente a una ola masiva de personas que ingresan a las ciudades de la costa.
En el gobierno bonaerense, como en los municipios, coinciden que los test tienen una efectividad limitada porque en el momento que se hacen pueden dar negativos y después las personas pueden infectarse en el tiempo que estén dentro de la ciudad. Son una foto del momento. Nada más.
Mar del Plata es también uno de los lugares que más obras de teatro concentra durante el verano. Por ahora no hay un protocolo aprobado para que abran pero el gobierno de Buenos Aires lleva largas semanas teniendo charlas con representantes de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET) para buscar alternativas. Formatos posibles para que la industria teatreal sobreviva.
Lo que tienen en claro en el Poder Ejecutivo es que tanto para los empresarios teatrales como para los hoteleros es importante que entre el final de septiembre y el principio de octubre haya mayor claridad sobre el armado de la temporada. Ambos trabajan con dos meses de distancia en el armado de las obras y en la puesta a punto de los hoteles. Deberían tener una fecha estimada del comienzo de la temporada, los protocolos que se deban utilizar y las medidas sanitarias que tendría que aplicar.
Lo que quieren evitar, tanto en el Gobierno como los empresarios, es habilitar la temporada, abrir los locales, teatros, hoteles y comercios, y tener que cerrarlos a mitad de camino por un aumento de contagios. Eso le generaría un gasto muy grande a las personas que viven del turismo y los dejaría parados en un escenario peor al que están ahora.
Si bien el foco de la gestión está puesto en la administración de la pandemia, en el gobierno de Kicillof avanzan en las negociaciones con las cámaras hoteleras, los balnearios, los locales gastronómicos y los dueños de las empresas de transporte. El encargado de llevar adelante las múltiples negociaciones es el ministro de Producción bonaerense, Augusto Costa, que tiene línea directa con el ministro de Turismo, Matías Lammens. Ambos trabajan en la misma sintonía. En el horizonte están las vacaciones de millones de argentinos.
En diálogo con Infobae, Costa dijo que en el gobierno bonaerense “hay voluntad de que se haga la temporada” y que la actividad turística “se reactive ni bien se pueda”. Fue concreto al expresar que “desde ningún punto de vista pensamos que no vaya a haber temporada”. Si pueden habilitarla antes de diciembre, lo harán. Dependen exclusivamente de los datos epidemiológicos. Lo que buscan es que haya un escenario sostenible en el tiempo.
Para ese entonces los protocolos y el plan de acción ya estarán armados y pulidos. “Hay mucho diálogo con los intendentes, los sectores que trabajan con el turismo y el gobierno nacional. Estamos alineados en este trabajo con lo que piensa Nación”, resaltó el funcionario. En ambos gobiernos están esperando que la curva de casos comience a bajar en el territorio bonaerense para poder hacer proyecciones más seguras.
“La temporada depende de lo que hagamos ahora. Tenemos que ser prudentes en este momento y evitar que los contagios se expandan. Eso es lo que le pedimos a los intendentes”, explicó el ministro bonaerense. En La Plata creen que el gobierno marplatense abrió demasiado rápido las actividades y que esa flexibilización fue la antesala del pico de contagios que hoy atraviesa la ciudad y que los obligó a volver a fase 3.
Lo que le pidió Costa a los intendentes es extremar los cuidados en este tiempo y llegar mejor parados para la temporada. Si en las localidades donde se veranea empiezan a subir los contagios en los próximos meses, entonces el nivel de incertidumbre se multiplicará y la posibilidades de coordinar las actividades para el verano disminuirán abruptamente.
En el gobierno de Buenos Aires, por el momento, descartan la posibilidad de impulsar un turismo que sea solo regional. Un plan similar al que llevó adelante Jujuy y que no tuvo buenos resultados. Si el virus ingresa y corre con velocidad, no importa el lugar de donde provenga la gente. Por eso el comportamiento social será determinante para un buen resultado.
El espejo en cuál se miran en La Plata es Europa. Pocos días atrás comenzaron a aparecer rebrotes que alarmaron a las autoridades en la etapa final de la temporada de verano, que son los meses de invierno en Argentina. Si no hay un comportamiento adecuado del turismo, la posibilidad de llevar adelante un verano con protocolos habrá sido un esfuerzo inútil. En paralelo, esperan que los sueros que se están utilizando para minimizar el impacto de la infección comiencen a dar resultados. Sería un paleativo, hasta que llegue la vacuna, que podría generar un escenario mejor que el actual.
Dentro de las certezas que tiene la temporada a esta altura está la decisión de no habilitar eventos masivos ni abrir boliches. Es imposible. Entre las dudas están los protocolos para el transporte público, ya que mucha gente viaja en colectivo, y la estructura sanitaria que tendrán que montar para prevenir contagios y reaccionar con velocidad frente a los casos que surjan.
En un mes, tal vez en dos, habrá menos dudas sobre las vacaciones de verano. Pero ni los gobiernos ni los sectores que viven del turismo pueden comenzar a trabajar en el armado de la temporada cuando los datos epidemiológicos den la luz verde. Lo deben hacer antes y estar preparados para el momento en que puedan habilitar el turismo. Hoy es una utopía porque la actualidad sanitaria arrastra las ilusiones y las dispersa por la arena. Tal vez en un tiempo cercano deje de ser un anhelo para convertirse en una realidad más palpable. (Fuente: Infobae)