El médico y dueño del Grupo Insud reveló en diálogo con Infobae que están analizando la efectividad de un antiparasitario veterinario que también se indica en humanos para sarna y pediculosis y de un suero equino hiperinmune que hasta hoy se usaba para fabricar antiofídicos y contra el botulismo
A pesar del dolor y de lo controversial de este tiempo sociohistórico de pandemia global por la COVID-19, Hugo Sigman está fascinado. Y lo está por varias razones, y en su triple condición de médico, de dueño de un conglomerado de compañías del sector farmacéutico con presencia internacional; y también de protagonista privilegiado que asiste con orgullo a la velocidad que la pandemia le impuso al trabajo “desclasificado” de la investigación científica. “La ciencia mundial está trabajando de manera mancomunada y sin miserias contra el virus, algo que la política debiera imitar. Por esa misma razón es inaceptable utilizar a la pandemia como un argumento político”, explicó a Infobae.
Actualmente Sigman es propietario y director del grupo Insud en la Argentina, y además tiene 3 plantas en China, y otras industrias distribuidas entre España, Italia e India. Su lista de intereses es tan ecléctica como las del grupo empresario que lidera; y se reparte entre la pasión por el arte -con los pintores argentinos Juan Carlos Distéfano y Antonio Berni, a la cabeza de sus favoritos- y su grupo de empresas que empezó en el sector pharma y hoy se extiende al mundo agroforestal, editorial y el cine.
En la lucha sostenida contra la pandemia sobresalen dos proyectos del Grupo Insud para hacer frente al coronavirus. Una de las investigaciones -que ya cuenta con un protocolo aprobado por ANMAT – se basa en ivermectina, el conocido producto antiparasitario de uso veterinario utilizado también en humanos para sarna y pediculosis. Y el otro trabajo, lo lidera Inmunova -en la que participa el Grupo Insud- que desarrolló un antígeno por ingeniería genética que inyectada en caballos produce un suero hiperinmune. Si esto funcionara es un buen recurso para usarlo en los inicios tempranos de la enfermedad, y si los anticuerpos del suero de caballos neutralizaran al virus, se conseguiría probablementre evitar el progreso del COVID-19 y que las personas se enfermen severamente.
Pero Sigman suena riguroso y cauteloso sobre ambos proyectos, “todo está en estricta etapa de investigación, hay que evitar crear ilusiones que después se frustran, como de alguna manera pasó con la hidroxicloroquina. Todavía con la ivermectina y el suero equino hiperinmune hay que lograr más evidencia científica a travé de los estudios clínicos, y hasta que no tengamos resultados no podremos decir si estos productos van a servir o no. LLegarán pronto los resultados”.
-¿Cuál es su reflexión en este tiempo de pandemia, nos dejará una enseñanza?
-La pandemia está caracterizada porque estamos viviendo un momento de gran incertidumbre. Si lo analizamos desde el mecanismo de producción de la enfermedad, lo que se llama la fisiopatología del virus, la verdad que nada está claro. No está claro cómo este virus enferma a las personas; no está claro por qué afecta a algunas edades y a otras no; no está claro por qué algunas personas levantan anticuerpos y un tercio de las personas no lo hacen . No se sabe cuánto va a durar la inmunidad; no se sabe si vendrá una segunda ola de pandemia o nos quedaremos aquí. Algunos piensan que el virus tiene un ciclo de vida determinado y se acaba después de un tiempo. Desde el punto de vista de la enfermedad en sí misma hay muchas dudas y pocas certezas. Y esto también se hace extensivo a los tratamientos.
– ¿Cree que se instaló un dilema difícil de romper entre economía y salud o piensa que debe primar el consenso entre las partes, para abordar el problema de la pandemia de manera sistémica?
-Ahí emerge un conflicto que se esboza en tres situaciones o grupos: hay un grupo de personas que piensan que salvar la vida es lo fundamental; hay otro grupo que piensa que cuidar la economía es más importante que salvar la vida. Y hay un tercer recorrido que responde a defender las libertades individuales y a supuestas intromisiones a la intimidad por razones sanitarias. Se agrega en paralelo, que habrá muchos enfermos que no van a atenderse al centro médico y se morirán de otras enfermedad y no por la COVID-19. En esta situación tan dramática para la humanidad lo que uno esperaría es que existieran acuerdos fundamentales en temas importantes, y renunciar a sostener lo que piensa cada sector. Es más importante un acuerdo de los políticos y ciudadanos, y no utilizar la pandemia como un argumento político, eso para mí expresa una gran miseria.
-Luego de más de cinco meses desde que estalló la pandemia en el mundo, cómo analiza el “paquete» de tratamientos que se han ido probando, pero que aún no han podido demostrar nada muy concreto
– Empiezo por enumerar las primeras experiencias, la hidroxicloroquina, con la asociación de antivirales como el ritonavir y lopinavir (la asociación de ambos se llama caletra), los trabajos con interferón, los fármacos hipertensivos, y otros ya conocidos como la colchicina por su efecto inmunomodulador. A medida que cada médico iba imaginando una causa que podía ser responsable de la enfermedad se imaginaba qué medicamento podía ser efectivo para atacar esa causa.
Luego se hicieron numerosos experimentos con antivirales nuevos como el remdesivir; incluso cuando se vio que los pacientes -primero en Italia y luego en Estados Unidos- hacían microembolias, empezaron a usar heparinas de bajo peso molecular; pero ninguno de todos estos tratamientos fueron protocolos clínicos muy sistematizados; la mayoría fueron protocolos con pocos pacientes. Hoy existen algunos estudios más sólidos como Solidaridad – un trial clínico internacional que impulsa la OMS junto a más de 10 países entre ellos la Argentina- donde se compararán cuatro opciones de tratamiento para evaluar la eficacia relativa de cada una de ellas frente a la COVID‑19: remdesivir, cloroquina o hidroxicloroquina, lopinavir con ritonavir y lopinavir con ritonavir más interferón beta‑1a. Y también se comenzaron a hacer estudios más numerosos y bien diseñados como el del Hospital Clinic de Barcelona, con hidroxicloroquina, en más de 300 pacientes.
Un estudio reciente que hizo el MIT concluyó que es muy probable que no sea a través de un solo medicamento que se resolverá los efectos del virus sobre el organismo; lo que habrá que buscar será la combinación entre varios ante el cuadro muy polifacético que presenta la enfermedad; también se está investigando con plasma de convalecientes que es un recurso que me parece muy interesante.
– Existen dos proyectos de investigación prometedores contra la COVID-19 que se están desarrollando desde el Grupo Insud y que han entusiasmado -lo hizo públicamente- por su avance, accesibilidad y participación de científicos argentinos al propio ministro de la Nación, Ginés González García, ¿De qué se tratan y cuál es su estatus actual?
– Efectivamente, sobre el primero, el de la ivermectina, una universidad australiana hace aproximadamente 60 días – la Universidad de Monash, en Melbourne- publicó con mucha repercusión un estudio donde infectaba células Vero con el virus del COVID-19 y después las trataba con ivermectina. La ivermectina es uno de los productos más usado en veterinaria y fue descubierto en 1975, por Satoshi Omura y por William Campbell, ganadores del premio Nobel por ese descubrimiento. Se ha usado también en humanos en algunas indicaciones como en la llamada enfermedad de los ríos, una parasitosis transmitida por una mosca que produce ceguera, en filariasis, en sarna y también en pediculosis.
Los investigadores australianos dividieron las células en dos grupos: a uno no le daban nada y al otro grupo lo trataban con ivermectina. En el grupo al que no le daban nada, el virus se replicaba mucho y la célula moría. En cambio, al grupo que le daban ivermectina, el virus dejaba de replicarse y las células sobrevivían perfectamente.
Nosotros tenemos bastante experiencia, por nuestra compañía Biogénesis, en el uso veterinario de la ivermectina. Y también tenemos experiencia en el uso humano, porque venimos trabajando desde hace años en una asociación de la ivermectina con otro antiparasitario, que con una sola toma pueda tratar al 95% de todos los parásitos que pueden afectar a los seres humanos. Principalmente lo estamos haciendo en una cooperación pensando en el continente africano.
Para hacer esta combinación nosotros teníamos que usar dosis más altas de ivermectina -hasta ahora lo aconsejado en seres humanos eran 150 microgramos por kilo de peso- y nosotros teníamos que usar en el estudio para COVID-19- 600 microgramos por kilo de peso. Hicimos todos los estudios de bioseguridad y avanzamos sin problemas en nuestro universo de estudio, y resultó ser una dosis segura.
Cuando estalla la pandemia y los australianos publican el trabajo, lo que primero muestran es que las dosis que ellos usaban eran muy altas para lograr eficacia; por lo tanto nosotros ya teníamos allanado el camino y empatizaba bien con el trabajo que habíamos hecho para la otra indicación. Entonces ahí desarrollamos un protocolo clínico que dirige el científico argentino Alejandro Krolewiecki, del Instituto de Investigaciones de Enfermedades Tropicales, de la Universidad Nacional de Salta (IIET- UNSa), y en donde participa la Universidad de Salta, el Hospital Garrahan, la Universidad Nacional de Quilmes, Elea, Mundo Sano y varias instituciones más.
Es muy interesante porque se trata de un medicamento muy barato y seguro, y si el estudio clínico es positivo podría ser usado cuando una persona va a cuarentena porque estuvo en contacto con un enfermo, y también para el personal de salud en contacto con pacientes con COVID-19. Los resultados los tendremos aproximadamente en 45 días, por eso hasta ese entonces hay que ser prudentes para no crear falsas expectativas.
– Y el otro estudio involucra la larga historia que tiene la produccion de sueros equinos hiperinmunes que se utilizan para sueros antiofídicos, botulismo y que ahora se la puede estudiar para frenar la COVID-19
-Sí, se trata de otro proyecto de investigación que aún no tiene presentado un protocolo pero que tenemos muy avanzada. Y nos tiene tan entusiasmados como la generosidad con la cual se ha expresado el ministro Ginés González García sobre esto. La empresa Inmunova -en la que participa el Grupo Insud- desarrolló un antígeno (proteína RDA) por ingeniería genética que inyectada en caballos produce un suero hiperinmune. La producción de este antígeno ya demostró ser capaz de tratar la toxina Shiga -responsable del Síndrome Urémico Hemolítico (SUH) – y ya recibió para esto la aprobación de la autoridad regulatoria europea (EMA) y de la FDA (Estados Unidos).
Además la producción de sueros equinos hiperinmunes se utiliza desde hace años para el tratamiento contra el veneno de serpientes y alacranes o contra la toxina tetánica o contra el botulismo. Es decir que en nuestros equipos, tenemos esa experiencia en la producción de sueros equinos hiperinmunes.
En el caso de la COVID 19 hay un dominio del virus que es la proteína RDB y que es la responsable de la respuesta inmunitaria del virus, pero no enferma. Es la misma estrategia que se usó para la vacuna recombinante de la Hepatitis B. Nosotros hemos desarrollado la proteína RDB por ingeniería genética – ya la hemos fabricado- e inyectamos a los caballos esta proteína y hemos determinado que hay una respuesta muy buena de anticuerpos. Lo que todavía no sabemos es si estos son anticuerpos neutralizantes del virus o no.
Si esto funcionara es un recurso extraordinario para usarlo en los inicios tempranos de la enfermedad , y si los anticuerpos del suero de caballos neutralizan el virus se conseguiría probablementre evitar el progreso de la enfermedad y que las personas se enfermen severamente. Sería un recurso similar al plasma de pacientes convalecientes.
– ¿Qué opina sobre la trascendencia de estimular la ciencia argentina y la importancia de tener una industria farmacéutica local vigorosa… porque a esta última no siempre se la coloca en ese lugar?
–La pandemia puso en evidencia dos cosas: la primera, la calidad del sistema científico argentino; y lo segundo es un modo de trabajar que habría que extenderla a otras áreas de la vida argentina. Existe hoy una enorme colaboración entre el sector público y el sector privado, entre los ministerios nacionales – Salud, Ciencia y Tecnología- con el INTA, con el Instituto Leloir, con universidades, con investigadores del Conicet, con hospitales, con clínicas privadas… lo que demuestra que tenemos un sistema científico que cuando lo estimula y lo dinamiza un poco, resurge con mucho vigor y con un espíritu colaborativo.
Tener una industria nacional farmacéutica vigorosa es muy importante para un país y esto ocurre con creces en el caso argentino. Poder asegurar el suministro de medicamentos, que invierta, que exporte, que compita nacional e internacionalmente es algo que hace y fortalece la defensa nacional. Tanto Europa como Estados Unidos que vieron su dependencia de suministros en esta pandemia han decidido reforzar su industria con medidas proteccionistas y con subsidios inteligentes que estimulen la producción nacional. Es necesario que nuestro país recorra el mismo camino. (Infobae – Por Daniela Blanco)