La AFIP denunció a Ricardo Echegaray por asociación ilícita, peculado, encubrimiento y violación de secreto fiscal en una causa de 2015 contra Lázaro Báez, por facturación apócrifa donde se señala al fisco como un facilitador a favor del empresario K para dicha maniobra, “sin controles” al respecto. Además, pusieron como casos testigos las maniobras investigada en relación a Cristóbal López y a Ciccone.
La denuncia como había dado a conocer La Nación, fue presentada por Jaime Mecikovsky en representación de la AFIP, y plantea “el encubrimiento llevado a cabo por altos funcionarios de la AFIP en la defraudación fiscal de un determinado contribuyente”, en referencia al dueño de Austral Construcciones.
Al respecto, el denunciante señaló que los funcionarios de la AFIP durante la gestión de Cristina Kirchner “realizaron conductas con el auxilio o con la utilización de un fuerte aparato de poder que lograba el cumplimiento de los mandatos ilícitos de estos funcionarios y concretaba el designio criminal de los autores”.
No sólo se favoreció a Lázaro Báez. La denuncia también cita el caso de la ex calcográfica Ciccone, los planes de pagos que obtuvo Oil Combustibles de Cristóbal López, como también una falsa denuncia contra Adolfo Prat Gay.
Según la extensa denuncia, los involucrados conformaron “una asociación ilícita cuyo accionar no se limita al delito o delitos investigados, sino a una multiplicidad y diversidad de ilícitos”. Todo iba destinado a un mismo objetivo: proteger a Báez, que entonces recibía del Estado nacional millonarios contratos viales.
Así, se planteó que el accionar de los funcionarios de la AFIP, con Echegaray a la cabeza, operó de forma “organizada en una estructura con larga duración en el tiempo” que se valió de “diversas herramientas y métodos para materializarlo”.
Por ejemplo, Austral Construcciones obtuvo justificaciones para no pagar sus obligaciones fiscales líquidas y exigibles, y consiguió “de forma arbitraria e ilegal facilidades de pago de obligaciones vencidas”.
Estas maniobras fueron investigadas en Bahía Blanca, donde se montó una usina de facturas apócrifas por más de 50 millones de pesos que involucra a Austral Construcciones y otras firmas vinculadas, y por otro lado, en el juzgado penal económico de Javier López Biscayart, que procesó a Báez por evasión tributaria de 80 millones de pesos.
En el marco de las investigaciones, Jaime Mecikovsky plantea que para que dichos delitos se hayan cometido, la AFIP cumplió un rol fundamental, al funcionar de manera funcional “ a los intereses espurios del grupo” Austral. Es decir, “actuaron de forma organizada, coordinada y controlada”, como una “asociación ilícita” encabezada por Echegaray y otros ex funcionarios como Rubén Toninelli, Horacio Curien, José Antonio Bianchi, entre otros.
Todos ellos utilizaron su cargo para “desplegar de manera instrumental la actividad aparentemente lícita ordenada y pergeñada en función del plan criminal” -que siempre fue “favorecer a Báez”- ya sea para emitir facturas apócrifas y ocultar las riquezas de la empresa y así evadir el pago de impuesto. Todo esto permitió que el ente recaudador “garantice la efectividad e impunidad de su plan criminal”.
¿Cómo se estructuró la presunta asociación ilícita? Por un lado, se designó a determinadas personas en cargos jerárquicos “elegidas para ejecutar el plan, como los subdirectores denunciados”. Por otro lado, desplazando a funcionarios que obstaculizaban la ejecución, entre ellos el propio denunciante, que pretendían fiscalizar al Grupo Báez.
También hubo “presiones a funcionarios del organismo para que ejecuten el plan”, y “se creó la dirección regional Río Gallegos, utilizada para encubrir” a Austral sin “dictaminar” sobre sus acciones. En sentido contrapuesto, se cerró la seccional de Bahía Blanca cuando quienes la integraban “comenzaron a fiscalizar las usinas de facturas apócrifas que se estaban encubriendo”.
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