En un comunicado, la Cancillería anunció que “El Gobierno de Ucrania ha informado, a través de nuestra Embajada en Kiev, la disposición a brindar lugar para los ciudadanos argentinos que se encuentran en Wuhan, China, en un vuelo preparado por aquel país que parte el 18 y tiene previsto regresar a Kiev al día siguiente, donde los pasajeros deberán quedar en cuarentena por dos semanas. Nuestra Embajada en Beijing ya avanza con los trámites necesarios para los argentinos que se encuentran en esa localidad y que deseen sumarse a este desplazamiento. Una vez más esta Cancillería manifiesta el agradecimiento al Gobierno ucraniano por su generosidad y al Gobierno de China por su colaboración en esta inestimable acción”.
Actualmente se estima que en China viven unos 2000 argentinos, la mitad de ellos en forma regular. Y en la provincia de Hubei, donde se encuentra Wuhan, son 14.
Desde hace cuatro días, ante el recrudecimiento de la enfermedad, todos los edificios y comunidades en Hubei están cerrados. Los residentes apenas reciben autorizaciones para realizar salidas breves a los supermercados y comprar provisiones que les permitan sobrevivir en reclusión. Tienen que pasar una prueba más antes de poder concretar la compra: en la entrada de los comercios se les realiza un control de la temperatura corporal; por supuesto, el que tiene fiebre no puede ingresar.
En el mensaje, los compatriotas decían: “Ya hemos agotado todas las instancias formales de repatriación. Nuestra situación es difícil, estamos restringidos a salir a la calle, a ir a comprar al supermercado o simplemente salir a caminar. Entre nosotros tenemos cuatro niños viviendo esta situación de los cuales el mayor tiene seis y el menos apenas ocho meses”.
Karen Gomez, una estudiante quilmeña de 29 años, se convirtió en portavoz del grupo, está en estudia una maestría en negocios internacionales en la Zhongnan University of Economics and Law desde hace un año y medio, y cuenta que “tengo estipulado graduarme en julio”.
Vive en una habitación de dicha institución, sola, porque la compañera de estudios se fue antes de la crisis y, obviamente, no regresó. Por el momento, la universidad le impide salir de la misma. Le llevan la comida y la bebida, cuenta. “Nos dan arroz, leche, harina, verduras y huevos. Pero no productos de higiene, por ejemplo. Nos quejamos y nos lo van a traer», dice.