José Luis Jiménez es profesor de química, miembro del Instituto Cooperativo de Investigación en Ciencias Ambientales de la Universidad de Colorado-Boulder en los Estados Unidos y especialista en contaminación del aire. Por qué sostiene que “estar al aire libre es 20 veces más seguro que estar en el interior”
Nueve meses después de aparecer en el escenario global, el nuevo coronavirus COVID-19 todavía se está propagando sin control en todo el planeta. Según los últimos datos suministrados por la Universidad Johns Hopkins, hay 26.9 millones de casos confirmados, 880.500 muertos y alrededor de 18 millones de recuperados a nivel mundial.
En este sentido y desde los Estados Unidos, el prestigioso profesor de química José Luis Jiménez, miembro del Instituto Cooperativo de Investigación en Ciencias Ambientales de la Universidad de Colorado-Boulder, quien es un investigador muy citado en la literatura científica y pertenece a la Asociación Estadounidense para la Investigación de Aerosoles y la Unión Geofísica Estadounidense, advirtió a la Revista TIME que “el COVID-19 se transmite a través de aerosoles (micropartículas suspendidas en el aire), sistemas de ventilación que no cuenten con los filtros adecuados, y que estar al aire libre es 20 veces más seguro que estar en espacios cerrados”.
Para las autoridades de salud pública de los EEUU, incluidos los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), es importante que las personas se mantengan separadas entre sí, que se refuerce el lavado de manos, se desinfecten las superficies que se tocan con frecuencia y se use mascarillas, barbijos o tapabocas correctamente. Pero estas medidas, especialmente las máscaras, han sido blanco de críticas, se las ha recomendado y al mismo tiempo desaconsejado, y a diario se escuchan casos en los que las personas no saben cómo se infectaron.
Según Jiménez, escuchamos sobre eventos de superpropagación, en donde una persona infecta a muchos, que ocurren en bares abarrotados y reuniones familiares , pero no en manifestaciones al aire libre. Esto sucede en un contexto en el que playas en ciudades como Chicago están cerradas, pero los gimnasios y los restaurantes que brindan sus servicios en espacios cerrados han reabierto. No es de extrañar que el público esté confundido. Esto sucede también en la Argentina, cuando por un lado reabren ciertas actividades al aire libre, y muchos rubros esperan la confirmación oficial de los protocolos para poder volver a abrir sus puertas.
“Es fundamental tener una descripción física clara de las formas en que se transmite el COVID-19, de modo que las personas y las instituciones puedan visualizarlo y comprender cómo protegerse”, apuntó Jiménez, quien detalló que la comunidad científica distingue 3 formas de transmisión: a través de las superficies, las microgotículas que despiden las personas a la hora de toser y/o estornudar, y a partir de aerosoles, que son micropartículas virales deshidratadas que pueden permanecer en el aire suspendidas por un tiempo, por ejemplo en sistemas de ventilación, y sobre todo en espacios cerrados.
“Junto con muchos otros científicos, creemos que una parte sustancial de los casos de COVID-19 son el resultado de la transmisión a través de aerosoles y la evidencia a favor de los aerosoles es más fuerte que la de cualquier otra vía”, señaló el profesor de química e investigador quien recibió un galardón en 2014 por ser el quinto científico más citado a nivel mundial en geociencias durante los últimos 10 años. En este sentido insistió: “Los funcionarios deben ser más agresivos al expresar esta realidad si queremos controlar la pandemia”.
De acuerdo a lo estudiado por Jiménez, hay tres formas posibles de transmisión del virus, dos de las cuales han sido enfatizadas por la OMS y los CDC. La primera es a través de “fómites”, es decir objetos o sustancias que están contaminados con el virus o con cualquier patógeno, entre los cuales se podría incluir la piel de otra persona.
Al comienzo de la pandemia, la preocupación por la transmisión de fómites llevó a algunas personas por ejemplo a rociar con alcohol al 70% alimentos y paquetes. Los CDC ahora dicen que los fómites son un posible medio de transmisión, pero probablemente no uno que sea importante. Por ejemplo, un programa intensivo de lavado de manos en el Reino Unido produjo solo una reducción del 16% en la transmisión del virus. De manera significativa, otros virus que, como el SARS-CoV-2 -el que causa el COVID-19-, tienen una envoltura lipídica, por lo cual no sobreviven mucho tiempo en manos humanas. Eso significa que alguien necesitaría tocarse los ojos, las fosas nasales o la boca inmediatamente o poco tiempo después de tocar una superficie contaminada para contraer el nuevo coronavirus.
La segunda posibilidad de cómo se propaga el COVID-19 es a través de gotitas, pequeñas partículas de saliva o líquido respiratorio que expulsan las personas infectadas cuando tosen, estornudan o hablan. Estas gotas, que según la OMS y los CDC son el medio principal de transmisión de COVID-19, se impulsan a través del aire, pero caen al suelo después de viajar de 1 a 2 metros. Sin embargo, la investigación publicada, que se ha replicado, muestra que las gotitas solo son importantes y cuentan con la suficiente carga viral al toser y estornudar.
Pero cuando se trata de hablar de cerca, lo que parece jugar un papel importante en la transmisión de COVID-19, las gotas son menos importantes que la tercera vía potencial: los aerosoles. Muchas enfermedades, incluido el COVID-19, infectan con mayor eficacia cuando están cerca. Dado que las gotas son visibles y caen al suelo hasta a 2 metros, podemos ver y comprender fácilmente esta ruta de infección. De hecho, durante décadas se pensó que la tuberculosis se transmitía por gotitas y fómites, basándose en la facilidad de infección en las proximidades, pero la investigación de la ciencia finalmente demostró que la tuberculosis solo se puede transmitir a través de aerosoles. “Creo que hemos cometido un error similar con COVID-19”, manifestó el profesor de la Universidad de Colorado José Luis Jiménez.
Según el químico, “la transmisión por ‘aerosol’. a veces también denominada ‘aerotransportada’, es similar a la transmisión por gotitas, excepto que los trozos de líquido son tan pequeños que pueden permanecer en el aire durante minutos u horas. Para comprender la escala de los aerosoles, el diámetro de un cabello humano es de aproximadamente 80 micrones, y los aerosoles de menos de aproximadamente 50 micrones pueden flotar en el aire el tiempo suficiente para ser inhalados. El SARS-CoV-2 tiene sólo 0,1 micrones de diámetro, por lo que hay espacio para muchos virus en aerosoles.
Los fómites y las gotas han dominado nuestra comprensión diaria de la transmisión de COVID-19. “Si bien la OMS y los CDC afirman que los aerosoles podrían provocar la transmisión en situaciones muy específicas, ambas organizaciones sostienen que son menos importantes”, lamentó Jiménez y añadió: “Creo que se trata de un error importante y el 6 de julio, junto con 239 científicos, pedí a la OMS que reevaluara su postura. La OMS actualizó su posición en respuesta, pero el lenguaje de la agencia continúa expresando escepticismo sobre la importancia de esta vía”.
“Dada esta profunda incredulidad sobre la transmisión por aerosoles, se ha aceptado que solo unas pocas enfermedades, como el sarampión y la varicela , se transmiten a través de aerosoles, y solo porque son tan transmisibles que la comunidad médica no puede ignorar las pruebas. Algunas enfermedades respiratorias menos contagiosas, como la influenza, se describieron como debidas a la transmisión por gotitas y fómites, incluso cuando claramente tenían un componente de aerosol”, espetó. Para Jiménez, esa postura, a lo largo de los años, ha creado una percepción infundada en la atención médica de que cualquier enfermedad que se transmita a través de aerosoles tiene que ser extremadamente contagiosa, “pero 110 años después, los matices y la importancia de la transmisión de enfermedades respiratorias por aerosoles finalmente se están generalizando”.
Volviendo a la enfermedad COVID-19, la evidencia respalda de manera abrumadora la transmisión de aerosoles y no hay argumentos sólidos en su contra, afirma el químico. “El rastreo de contactos cercanos ha encontrado que gran parte de la transmisión de COVID-19 ocurre en las proximidades, pero que muchas personas que comparten el mismo hogar con una persona infectada no contraen la enfermedad y para entender por qué, es útil usar humo de cigarrillo o vapeo -que también es un aerosol- como análogo”.
“Imagínese compartir una casa con un fumador: si estuviera cerca del fumador mientras habla, inhalaría una gran cantidad de humo. Ahora reemplace el humo con aerosoles que contengan virus, que se comportan de manera muy similar, y el impacto es similar: cuanto más cerca esté de alguien que libere aerosoles portadores de virus, más probabilidades tendrá de inhalar cantidades mayores de virus. Sabemos por estudios rigurosos y detallados que cuando las personas hablan cerca, los aerosoles dominan la transmisión y las gotas son casi insignificantes”, explicó y comparó.
“Si se está de pie del otro lado de la habitación, inhalará mucho menos humo, pero en una habitación mal ventilada, el humo se acumulará y las personas en la habitación pueden terminar inhalando mucho humo con el tiempo”, especificó y agregó: “Hablar, y especialmente cantar y gritar aumentan la exhalación del aerosol en factores de 10 y 50, respectivamente”. Para el investigador, se está descubriendo que los brotes a menudo ocurren cuando las personas se reúnen en espacios interiores abarrotados y con ventilación insuficiente, como en los eventos de canto en fiestas de karaoke y/o celebraciones religiosas, personas que animan en clubes, al conversar en bares y al hacer ejercicio en gimnasios. Estos son eventos de superpropagación, donde una persona infecta a muchas, y todas tienen en común que ocurren casi exclusivamente en lugares cerrados y están provocando la pandemia. Estas observaciones se explican fácilmente por aerosoles y son muy difíciles o imposibles de explicar por gotitas o fómites.
Además, “las gotas se mueven balisticamente”, precisó Jiménez. Y esto es porque vuelan como una bala de cañón desde la boca de alguien y luego viajan por el aire hasta que golpean algo (en el peor de los casos, los ojos, la boca o las fosas nasales de otra persona) o caen al suelo. Los aerosoles, en cambio, actúan como humo: después de ser expulsados, no caen al suelo, sino que se dispersan por el aire, diluyéndose por las corrientes de aire y siendo inhalados por otros presentes en el mismo espacio. “El rastreo de contactos cercanos o estrechos muestra que, cuando se trata de COVID-19, estar al aire libre es 20 veces más seguro que estar en el interior, que sostiene que la transmisión por aerosoles es mucho más importante que las gotas; al aire libre, hay mucho aire en el que los aerosoles pueden diluirse; no tan en el interior. Además, los investigadores han demostrado la transmisión por aerosol de este virus en hurones y hámsteres”, sentenció.
Eventos de canto, fiestas de karaoke y/o celebraciones religiosas, el conversar en bares y el hacer ejercicio en gimnasios son eventos de superpropagación, donde una persona infecta a muchas, y todas estas situaciones tienen en común que ocurren casi exclusivamente en lugares cerrados y son los que están provocando la pandemia
Para el profesor de química y experto en aerosoles, la analogía visual del humo puede ayudar a guiar nuestra evaluación de riesgos y estrategias de reducción de riesgos. Uno solo tiene que imaginar que todos los demás con los que se encuentran están fumando, y el objetivo es respirar la menor cantidad de humo posible. Pero el COVID-19 no es muy contagioso en la mayoría de las situaciones, a diferencia de, por ejemplo, el sarampión: los CDC dicen que 15 minutos de proximidad cercana a una persona infectada con COVID-19 a menudo conduce al contagio, lo que proporciona una estimación de la cantidad de “humo exhalado”. “Uno puede necesitar inhalar para la infección. Inhalar un poco de “humo” aquí y allá está bien, pero mucho “humo” durante un período prolongado de tiempo y sin una máscara es arriesgado. “Para ser claros, el humo real no aumenta la probabilidad de infección”, apreció.
Asimismo Jiménez recomendó que debemos seguir haciendo lo que ya se nos ha recomendado: lavarnos las manos, mantener una distancia de dos metros entre las personas, etc. Pero esto no es suficiente. “Debe surgir un conjunto de recomendaciones nuevo, coherente y lógico para reducir la transmisión de aerosoles”, opinó.
“Propongo la siguiente: Evitar Multitudes, Espacios Cerrados, Lugares con Poca Ventilación, Mantener Distancia con otros, Quedarse mucho tiempo estático en espacios reducidos, Usar Mascarilla y no Hablar, Cantar o Gritar Sin Barbijo (Avoid Crowding, Indoors, low Ventilation, Close proximity, long Duration, Unmasked, Talking/singing/Yelling – acrónimo en inglés que forma A CIViC DUTY o ‘un deber cívico’). Estos son los factores importantes en los modelos matemáticos de transmisión de aerosoles y también pueden entenderse simplemente como factores que impactan la cantidad de “humo o virus” que inhalaríamos.
La consigna ‘Un deber cívico’ primero sugiere que deberíamos hacer tantas actividades como sea posible al aire libre, como hicieron las escuelas para evitar la propagación de la tuberculosis hace un siglo, a pesar de los duros inviernos. “Dado que estar al aire libre reduce el riesgo de transmisión de COVID-19, es asombroso que la Guardia Nacional de los EE. UU. no esté ocupada instalando carpas abiertas en el exterior de todas las escuelas del país”, valoró.
“Salir al aire libre no es una protección mágica contra el contagio: un día ventoso en un área abierta mientras mantenemos nuestra distancia es muy seguro, pero una conversación cercana sin tapabocas o mascarillas sin viento o una mínima correntada en un paisaje estrecho entre edificios altos es muy arriesgado”, advirtió en primer lugar el profesor Jiménez, en una extensa columna concedida a la Revista Time.
En segundo lugar, sostuvo que “las mascarillas son esenciales, incluso cuando somos capaces de mantener la distancia social. También debemos prestar atención a que las máscaras se ajusten bien , ya que no son solo un parapeto contra las gotas balísticas, sino también un medio para evitar que el “humo” se filtre a través de los huecos. No debemos quitarnos las máscaras para hablar, ni permitir que alguien que no lleva máscara nos hable, porque exhalamos aerosoles 10 veces más cuando hablamos que cuando respiramos. Todos deben tener cuidado de no pararse detrás de alguien con una máscara que no le queda bien, ya que la curvatura de una máscara que no le queda bien puede hacer que los aerosoles viajen detrás de la persona que la usa”.
De acuerdo al investigador, “es importante pensar en la ventilación y la limpieza del aire. Damos por sentado las ventanas operables y los sistemas HVAC (heating, ventilation and air conditioning en inglés), y rara vez prestamos atención a cómo funcionan. Los tiempos son diferentes ahora y debemos aprender a utilizar mejor estos sistemas para reducir el riesgo. Necesitamos aumentar la cantidad de aire interior que se reemplaza por aire exterior, abriendo ventanas o ajustando los sistemas mecánicos”.
“Necesitamos mejores filtros instalados en muchos sistemas de ventilación que recirculan parte del aire. Estas intervenciones pueden resultar costosas, por lo que es muy importante pensar detenidamente y priorizar de manera objetiva; podemos, por ejemplo, utilizar mediciones de CO2 asequibles. Identificar los espacios públicos más peligrosos, infraventilados frecuentemente ocupados y priorizarlos”, aconsejó.
Los limpiadores de aire HEPA -filtro especial- portátiles funcionan bien para eliminar aerosoles cargados de virus, pero desafortunadamente son costosos. Los limpiadores de filtro de ventilador improvisados se pueden fabricar por menos de U$D 50, se ha demostrado que funcionan en múltiples pruebas, incluidos documentos revisados por pares, y se han utilizado durante años en China para reducir el impacto de la contaminación en los hogares. Pueden ser ruidosos y no son una solución a largo plazo, pero pueden ayudarnos a pasar los próximos meses y evitar los eventos supercontagiadores, de acuerdo a lo sugerido por Jiménez.
El rastreo de contactos cercanos o estrechos muestra que, cuando se trata de COVID-19, estar al aire libre es 20 veces más seguro que estar en el interior
La evidencia científica sostiene que los sistemas de UV germicidas pueden ayudar en algunas situaciones, pero solo si la ventilación y el filtrado no pueden hacer el trabajo. “Debemos recordar que la limpieza del aire no es una solución milagrosa: si simulamos el estallido del coro Skagit con una gran cantidad adicional de limpieza del aire , la tasa de infección solo se reduce a la mitad. Pasar el mayor tiempo posible al aire libre, usar máscaras y reducir la densidad seguirá siendo fundamental, sin importar qué tan bien ventilemos y limpiemos el aire”, precisó.
Finalmente, en otro pasaje del escrito, sintetizó: “En una pandemia viral de rápido movimiento, la comprensión científica cambiará inevitablemente a medida que la investigación se ponga al día con la velocidad a la que se propaga el virus. Sin embargo, parece claro que los aerosoles son más importantes cuando se trata de transmitir COVID-19 de lo que pensábamos hace seis meses, y ciertamente más importantes de lo que los funcionarios de salud pública actualmente lo den a entender”. “La OMS y los CDC, entre otros, deben comenzar a comunicar la ciencia que sugiere la propagación del COVID-19 en aerosol, y las estrategias de reducción de riesgos necesarias como resultado. De lo contrario, se obstaculiza nuestra capacidad para contrarrestar las crecientes consecuencias para la salud y el aumento del número de muertes por COVID-19”, concluyó. (Fuente: Infobae)