Incluso antes del último viaje, que comenzó el lunes 13 de noviembre del año pasado y nunca concluyó, los tripulantes del ARA San Juan convivían con desperfectos permanentes en el submarino que complicaban su trabajo en el mar. Así surge de un informe confidencial de la Armada que la semana pasada fue revelado por el jefe de Gabinete, Marcos Peña, en su presentación al Congreso.
En su penúltimo viaje, el ARA San Juan tuvo al menos 10 problemas técnicos de distinta envergadura, según quedó registrado en el informe de actividades de la navegación hecha entre en julio de 2017 y varios de ellos en febrero pasado. A ellos se sumaron una serie de desperfectos adicionales que fueron considerados «menores» por la Armada y figuran como un punto más entre los problemas del submarino.
En la expedición de mediados del año pasado, la nave salió con un solo periscopio en servicio, pero al sexto día de navegación la tripulación detectó un defecto en la óptica que impedía hacer foco correctamente. Era un problema superlativo para la misión, que entre otras cosas buscaba documentar la presencia de barcos en la plataforma continental argentina (de manera más técnica, su tarea era la localización, identificación, registro fotográfico y fílmico de buques frigoríficos, logísticos, petroleros y buques de investigación de otras banderas que se encontraran realizando alijo con un buque pesquero).
La tripulación acudió a la inventiva criolla para reparar el problema: tomaron fotos con un teléfono celular, algo que se fue complicando cada vez más con los días.
En las pruebas previas a la salida falló un acoplador de HF (para comunicaciones). Como su recambio implicaba demorar la misión, el submarino salió con una sola unidad, un repuesto consignado por el ARA Santa Cruz y otra alternativa menos apropiada. Al quinto día de navegación, el acoplador falló y debió ser reemplazado por la unidad prestada.
Una antena que había tenido dificultades antes de la salida, pero había sido reparada, volvió a fallar al tercer día del viaje. También debió ser reemplazada por un repuesto del ARA Santa Cruz.
Las complicaciones del ARA San Juan fueron más allá de las comunicaciones. Al momento de zarpar, el submarino hizo un movimiento «alternado hacia propia y hacia popa» que derivó en el corte del largo de la popa «debido al estado de desgaste de la misma». Y a partir del segundo día de navegación se detectó un ruido permanente cuando la nave funcionaba entre las 65 y las 85 revoluciones por minuto (RPM). Eso llevó a que la lectura en el detector de cavitación superara el máximo de la máquina.
Leave a Reply