Los femicidios dejaron sin madre a 3.158 niños y adolescentes en todo el país desde 2008 hasta el primer semestre de este año, es decir que en menos de una década casi todos los días algún chico quedó sin su mamá, asesinada en hechos de violencia de género, según cifras del Observatorio de Femicidios de la organización civil La Casa del Encuentro,
En el 63% de esos casos están involucrados menores de 18 años (2.012 niños y adolescentes), advirtió Ada Rico, presidente de la ONG.
Los datos fueron difundidos ayer, cuando el femicidio volvió a ser puesto en el centro del debate por la vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia y titular de la Oficina de la Mujer del alto tribunal, Elena Highton, quien advirtió que en Argentina «hay indudablemente una emergencia» por la violencia de género, dado que ya hubo 714 femicidios entre 2014 y 2016, una cifra que supera a la del «peor momento» de esta problemática, registrado en Ciudad Juárez, de México, en los años ’90 (ver aparte).
El femicidio es la última y más grave instancia de la violencia de género, casi siempre precedida por violencia doméstica, amenazas y maltratos en todas sus variantes, un círculo que suele tener cautivos durante «muchos años» a los hijos, quienes, aunque no reciban golpes, siempre resultan agredidos» por la situación que se vive en su casa y la victimización de su mamá, explicó, en tanto, Rico.
Este año, sólo en el primer semestre, 239 hijas e hijos perdieron a su mamá. De ellos, 153 tenían menos de 18 años cuando ocurrieron los crímenes.
En 2016, el Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes intervino en 29.839 casos registrados en la capital federal, de los cuales la mitad estuvo relacionado con situaciones de violencia y, de ellos, el 25 por ciento fueron graves.
«Hay que abandonar la creencia que ubica a las situaciones de maltrato infanto-juvenil en la órbita privada de las familias; son actos que lesionan los derechos de los chicos y deben poner en alerta a toda la sociedad», reflexionó Karina Leguizamón, titular del consejo.
El coordinador de la unidad técnica especializada en Maltrato Infanto-juvenil del Consejo, Mauro Pineli, explicó que es común que los chicos inmersos en situaciones de maltrato doméstico terminen «identificándose con la víctima o con el agresor», porque esas experiencias «condicionan el modo en que los niños construyen su subjetividad».
La violencia deja «huellas» y las secuelas pueden ir desde problemas para dormir, de aprendizaje y miedos hasta dificultades para relacionarse con sus pares, reacciones exageradas o, por el contrario, poca capacidad de autodefensa.
En los casos extremos, como los femicidios, además de perder a su madre, el padre «queda destituido de su función de padre» a los ojos de los niños.
María Eva Sanz, coordinadora del Grupo Buenos Ayres, dispositivo de rehabilitación para hombres violentos, declaró que «generalmente existe una gran distancia emocional entre los varones que cumplen al pie de la letra el mandato patriarcal, y sus hijos».
«Papá empezó a matar a mamá y yo bajé corriendo por las escaleras», contó en cámara Gesell el hijo de 9 años de Elke Yvars Beck, asesinada de 40 puñaladas en diciembre de 2015 por su ex marido, Claudio López Rossi.
«Presencian la violencia entre sus padres o simplemente viven en un entorno donde las relaciones violentas y el abuso de poder -que justifica, legitima y desencadena la violencia- es parte de las relaciones afectivas y personales. Por eso, internalizan un modelo negativo de relación que daña su desarrollo», argumentaron las especialistas.
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