Como en el mensaje que aparecía al comienzo de la serie/película «Misión Imposible», la UAR y los Pumas se autodestruyeron en un abrir y cerrar de ojos. No fue en 5 segundos como la trama que refería a lo que fue la Guerra Fría, sino en 48 horas. Una seguidilla de torpezas y gravedades que empezaron el sábado a la noche en Australia, en la madrugada argentina, y que se rompieron en mil pedazos ayer. Es tal el daño que difícilmente encuentren un rápido y mínimo consuelo en una sociedad que, primero, los vio indiferentes a la memoria de Diego Armando Maradona y que, después, se indignó con antiguos pero reales tuits de algunos de los jugadores, entre ellos el ahora suspendido capitán.
Está claro que en todo esto hubo serios errores de conducción y de comunicación de parte de los dirigentes, el staff y los jugadores, en ese orden. Como si viviesen en otro mundo, sin que sea una excusa que están en Australia, con 14 horas de diferencia y con casi dos meses fuera de sus casas. Apenas una secuencia: la decisión en manos de los jugadores -éstos, que no deciden nada-, la UAR que sólo les exige un brazalete (cinta adhesiva), cero reacción ante el homenaje de los All Blacks -el manager (Marcelo Loffreda) diciendo en TV que estaba bien lo que hicieron-, y el capitán, al otro día, reconociendo que fue un error. Ni el enemigo lo hubiese programado de esa manera
Pero el problema es mucho más de fondo. Quedó en buena parte visibilizado con el asesinato en Villa Gesell, este verano. En el rugby conviven la discriminación, el clasismo, la violencia. No es la mayoría, como se cree y se vomita en las redes sociales. Pero sí hay un fuerte componente. Por eso desde la URBA se empezó a trabajar seriamente, con un programa que fue el hueso del asunto y al que adhirieron todos los clubes. También la UAR se sumó con un programa Rugby 2030. Ni hablar de todos los clubes del país que fueron solidarios con los más necesitados durante la pandemia. Pero cuando ocurren estos hechos, que no son repudiados como se debe dentro del rugby, ni se toman medidas ejemplares, se retrocede décadas.
Duele ver que jugadores del seleccionado nacional escriban -no importa cuándo- lo que escribieron. Pero hay una cuestión de educación y de disciplina profesional que tampoco pone en práctica la UAR. ¿Nadie revisó esos tuits? ¿Nadie se ocupó de decirles que los borren? ¿Alguien les habrá dicho que lo que escribieron es una barbaridad? Duele ver el casi inexistente homenaje a Maradona. Duele que los Pumas hayan ignorado la historia.
¿Qué puede pensar un chico de infantiles que lee lo que escribieron sus ídolos, Matera y Petti? ¿Cuál es el ejemplo que lleva el capitán de Jaguares, De la Fuente, cuando en un tuit dice «todos somos el Dipy», quien en sus letras habla de abusar menores? ¿Cuál es el ejemplo que bajan los Pumas aislándose de un país que casi en su mayoría llora a su mayor ídolo? ¿Dónde están ahí los famosos valores? ¿Qué es lo que hace la UAR? ¿Por dónde arranca?
Hay también, y se pronunció en los días siguientes al asesinato de Fernando Báez Sosa, una sensación de superioridad en el rugby. De hacer gala de ser diferente. Es una mala praxis de todo lo mucho de bueno que tiene este deporte, que más allá de esto sigue siendo solidario, amplio y formativo en cada uno de los clubes que riegan el país. Una cosa no quita la otra, aunque en este momento todo se meta en la bolsa.
Quizá, con la caída de anunciantes que se rumorea, la UAR entienda por una vez la gravedad de todo esto. El rugby no es todo esto que se está diciendo, pero necesita una revisión amplia y profunda. Acudir a los maestros, a los referentes, a las leyendas. A revisar y cambiar. También es tarea de la prensa poner más el ojo en esto que en los triunfos y las derrotas, que van y vienen. Y, al fin de cuentas, son sólo circunstancias.
Por: Jorge Búsico Fuente: La Nacion