La trampa monetaria en que se encuentra el BCRA en la pulseada dólar vs. tasa no da margen para el error, principalmente, por el impacto inflacionario. Nada hace anticipar que el IPC se frene de golpe.
Nadie espera que la inflación se desacelere rápido y pronto
Por Jorge Herrera
No hay duda que la estabilidad del tipo de cambio jugó a favor de la desaceleración del IPC de diciembre. Así se vio por ejemplo que el promedio móvil anualizado de tres meses pasó de casi 80% en noviembre a menos del 55% el mes pasado. Algo similar se dio tanto en la inflación núcleo como en la vinculada a los precios regulados. Sin embargo, en términos de competitividad externa, no puede soslayarse que la inflación alcanzada en 2018 (47,6%), amén que dista mucho, por ejemplo, del 3,75% de Brasil e incluso del 3,3% del promedio de los principales países de la región, neutralizó gran parte de la depreciación nominal del peso. O sea, la aceleración inflacionaria doméstica hizo más que perder bastante de la ganancia de la fuerte devaluación del año pasado.
Pero hay otras señales mixtas a tener en cuenta del balance 2018 como que:
El 2,6% de diciembre es alto pero es la primera lectura por debajo del 3% desde mayo pasado.
Ninguno de los 12 grupos principales del IPC tuvo una inflación inferior al 1% en diciembre, lo que confirma la difusión significativa de las presiones inflacionarias.
Además, el promedio setiembre-noviembre fue 5% por el impacto rezagado de la fuerte devaluación del tercer trimestre, las expectativas inflacionarias no ancladas y los efectos dominantes de segunda ronda.
A nivel anual, hubo presiones inflacionarias muy diseminadas: 8 de los 12 principales grupos del IPC registraron una inflación superior al 40%, y solo 1 grupo con una inflación inferior al 30% (Tabaco y Bebidas alcohólicas con 28,3%).
Con este panorama y frente a los desafíos que enfrenta el Gobierno y la economía en su conjunto, el consenso de los analistas no espera una abrupta ni rápida desaceleración de la inflación. Es que la inercia inflacionaria que aún persiste (principalmente vinculada con las negociaciones salariales) plantea un gran reto como para anticipar una desinflación más rápida. También es cierto que la nueva política monetaria mostró algunos avances en la lucha antiinflacionaria de la mano de la reciente estabilización del tipo de cambio nominal (que implicó una apreciación del tipo de cambio real), pero así y todo la inflación y las expectativas inflacionarias siguen siendo altas. A esto se suma el ingrediente electoral donde la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones presidenciales es sin duda otro factor de riesgo, porque podría desencadenar una mayor depreciación del tipo de cambio, manteniendo la inflación alta y evitando que las tasas de interés retrocedan.
De modo que el hecho de que Argentina todavía esté lidiando con intensas presiones inflacionarias hacen desestimar una desaceleración muy gradual de la inflación en el corto plazo. Y si bien la dinámica de la recesión (y el esperado rebote) junto al contexto de estabilidad cambiaria del cuarto trimestre del 2018 deberían ejercer, gradualmente, una fuerza moderadora sobre la inflación, no puede desestimarse que el impacto de los aumentos tarifarios de los servicios públicos mantendrán alta la inflación mensual durante el primer semestre del año. Por ello, lo que se espera es que la inflación sólo se modere, a un ritmo gradual, dadas las expectativas de inflación no ancladas y las fuerzas inerciales impulsadas por los mecanismos de indexación formales e informales retrospectivos. Solo a medida que disminuyan las presiones inflacionarias, que las expectativas de inflación se normalicen y el sentimiento del mercado mejore, es dable esperar que el BCRA ajuste gradualmente una política monetaria menos estricta, pero a un ritmo que no desestabilice el contexto del mercado cambiario. Al respecto, cabe señalar que dado el entorno de alta inflación doméstica y el actual ciclo económico recesivo, una mayor apreciación real del peso puede socavar el ajuste macro necesario, sobre todo, del sector externo. De ahí que se descuenta que el tipo de cambio siga depreciado, por un tiempo, para facilitar el ajuste macro y hacerlo menos costoso desde el punto de vista del crecimiento y el empleo. Ahora bien, habrá que ver si el Gobierno no se tienta con anclar el tipo de cambio para ayudar a desinflar la economía. Veremos.
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