Por Gonzalo Fierro, Abogado
Hace tiempo, se escuchan reclamos de los empleados municipales sobre el destrato, hostigamiento, acoso, y otros comportamientos negativos que reciben por parte de sus superiores.
En mayor medida, se podría decir que ocurre en el entorno del Hospital, pero también se conocen casos de otras dependencias.
Lo cierto que cuando sucede una de las circunstancias descriptas, lo primero que uno debe hacer -además de escuchar a la persona-, es recomendarle acudir a su sindicato para buscar el apoyo grupal, y poder superar en conjunto los temores lógicos que se generan.
De más está decir, que si uno tiene la responsabilidad de fiscalizar el cumplimiento de las normas laborales, inmediatamente lo debe hacer.
Ahora bien, en ese panorama, donde la persona expresa temor, y no se libera su voluntad para reclamar por sus derechos, se percibe un ser humano afligido; derivando, casi siempre, en un entorno familiar luctuoso.
Ahí, considero debe ser el momento de intervención del sindicato, en primera medida conteniendo y generando equilibrio en la persona -de ser necesario con asistencia de profesionales-, y posteriormente acompañando al trabajador, para que el derecho laboral sea reconocido por el empleador.
En lo cercano, se han observado representantes del gobierno con características y actitudes obstinadas, poco amigables al dialogo, pudiendo considerarse hasta soberbias.
Sin perjuicio de aclarar -nobleza obliga-, existen otras personas que son conciliadoras, y con actitudes positivas hacia el empleado municipal.
Claro que generalmente estos representantes del gobierno, no son los que cuentan con el poder de decisión; por el contrario, muchas veces se presentan al trabajador con respuestas negativas, previamente instruidas “desde arriba”.
Tengo que decir que soy fanático de la utilización del dialogo para lograr las soluciones, e intento aconsejar su aplicación para momentos difíciles, como los que estamos atravesando; donde sabemos que un trabajador cesanteado -despedido-, muy difícilmente pueda volver a insertarse en el terreno laboral.
Por eso digo, que las personas que circunstancialmente ejercen un cargo o una función pública, y que tienen la potestad de tomar decisiones determinantes, deben tener la suficiente sensibilidad y empatía, para no provocar un perjuicio a la persona y su entorno familiar.
Deben tener una conducta objetiva, y consecuentemente actuar con la capacidad suficiente de dialogar y buscar alternativas para lograr la solución.
Claro está, que nada de eso podría ocurrir, o se dificultaría la tarea, con representantes que tengan actitudes negativas como las mencionadas anteriormente.
Los sentimientos positivos, deben prevalecer en situaciones de crisis y presentarse, sobre todo en mayor medida, en aquellos funcionarios o puestos jerárquicos donde exista interacción inmediata con el empleado.
Sostengo que no todo da lo mismo, menos en comunidades donde muchas veces se comparten relaciones en diferentes ámbitos, y con el tiempo los roles se pueden ver modificados.
Volviendo a la persona, el trabajador que se encuentra atravesando una difícil situación, como las descriptas; primero, deberá tener el coraje necesario para exponer su problema, superando el temor a las represarías.
No digo que sea algo fácil, pero su determinación es la que va a liberarlo de toda atadura y temor. Como dije, deberá contar con el acompañamiento del Sindicato, y de sus compañeros.
De ser necesario, también debe intervenir todo otro actor político y/o social que realmente esté comprometido y en contra de las situaciones injustas; esquivando el amiguismo, o la afinidad política que se pueda tener con el atacante, sea quien sea.
En un estado democrático como el nuestro, donde prevalecen los derechos sobre las acciones autoritarias, no debemos tolerar que un empleado se sienta reprimido en su voluntad, por temores reverenciales de recibir sanciones arbitrarias.
Ratifico lo antes dicho, todos los sectores de la comunidad con representación política y social, deben garantizar que se respeten los derechos de los trabajadores municipales, y no sean vulnerados por injustas decisiones de la autoridad.
Si bien hasta aquí me referí en mayor medida a las situaciones de “mobbing”, o acoso laboral; también existen otra serie de reclamos, que se podrían describir como más básicos, pero no por eso menos importantes.
Los menciono como reclamos laborales “básicos” por su fácil solución, ejemplo de estos pueden ser: exigir la entrega de ropa de trabajo, barbijos, camisolines, guantes, cascos, calzado u otros elementos de protección. En estos casos, deberá evaluarse la decisión de la autoridad, y la celeridad para realizar la compra de esos elementos.
Muchas veces la realidad demuestra que se priorizan otras cosas -aunque vendan un discurso-, y se visualiza que grandes cantidades de fondos públicos son destinados, por ejemplo, para actividades festivas; relegando estas necesidades, con la desidia de creer que a los trabajadores no les va a pasar nada.
Hemos visto que, aún ante los casos individuales que se han animado al reclamo, o los insistentes pedidos efectuados por los sindicatos; la sordera del gobierno persiste, y su conducta pocas veces se vio enmendada.
En fin, conocemos la capacidad y virtud que tiene esta gestión para manejar la publicidad y los medios, muchas veces pretendiendo instaurar un estado de situación diferente al real, o diciendo que está todo bien.
Pero si hay algo que todos tenemos en claro, y cuando la realidad es sumamente visible, “no se puede tapar el sol con un dedo”. Por todo lo dicho, proclamo que no existe campaña mediática o publicitaria que eclipse la verdad, y pueda hacer callar las voces de los trabajadores.