El diario capitalino La Nación, publicó una nota del periodista Leandro Vesco sobre el anunciado cierre de la Escuela Rural Nº 4 de nuestro Distrito, y la decisión posterior de no llevar adelante la medida.
Señala el artículo que “cuatro familias, una maestra rural y tres alumnos lograron torcer el destino y obligar al gobierno de la provincia de Buenos Aires a dar marcha atrás con la decisión de cerrar la Escuela Rural N° 4 «Manuel Belgrano», del solitario paraje Jagüeles, en Chascomús.
En la soledad del horizonte pampeano los padres asistieron al primer día de clases, orgullosos de ver las puertas abiertas de la centenaria escuela.
El inicio de clases para los pequeños pueblos de la provincia fue el menos esperado: el gobierno bonaerense bajó la orden de cerrar un conjunto de 39 escuelas rurales y fusionar cursos, y reconvertirlos en centros de formación de oficios o capacitación, o ceder las instalaciones a los municipios. Para aquellos niños que quedaban sin escuela, la propuesta oficial es enviarles un transporte y llevarlos a establecimientos cercanos.
«Esto es impracticable. Cuando llueve los caminos se ponen bravos. Esta decisión de cerrar una escuela sólo se entiende cuando se piensan ideas desde lo macro, en oficinas aisladas, desconociendo el terreno. Son decisiones que si uno conoce el territorio sabe que son inapropiadas. No corresponde cerrar una escuela rural», dice el intendente de Chascomús, Javier Gastón, quien oyó el pedido de los padres de este paraje y tuvo que explicarle a Florencia Castro, subsecretaria de Políticas Docentes y Gestión Territorial, que la escuela tenía matrícula proyectiva y que los habitantes de esta zona no tenían otra oferta educativa.
«Si se tomaran el trabajo de venir a la escuela, sabrían que está en movimiento, que funciona y que tiene razón de ser», reconoce el jefe comunal, que se acercó al establecimiento para compartir esta pequeña gran victoria de las familias de Jagüeles.
Al respecto, fuentes del ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires dijeron: «La Escuela de los Jagüeles estuvo en análisis para su cierre porque nuestros inspectores nos informaron que había terminado el año con un alumno, y para nosotros no tiene sentido que siga abierta una escuela con un solo alumno. En estos casos, optamos por trasladar a ese alumno a la escuela más cercana. El cierre de escuelas es un proceso de reorganización».
Luego de la conversación entre el intendente y Castro, la provincia revisó la decisión y abrió la escuela al nuevo ciclo lectivo al entender que para este año ya hay tres alumnos matriculados y para el próximo, habría por lo menos cuatro.
Para llegar a Jagüeles hay que adentrarse en lo profundo del mapa. El cruce de la ruta 2 y la provincial 20 marca el inicio del trayecto al paraje. En el camino hay carteles que piden por la repavimentación de esta ruta; desde la década del 70 las promesas se renuevan, y la realidad hoy muestra un camino seco dentro de un paisaje agreste, una pareja de comadrejas y una bandada de caranchos que atraviesan un zanjón.
Allí están paradas Liliana Ortiz y Graciela Coria, docentes de la Escuela N° 20 de Don Cipriano, un conjunto de casas alrededor de una estación de tren abandonada. Todos los días, llueva o truene, hacen dedo ida y vuelta para llegar hasta el establecimiento que felizmente cuenta con 17 alumnos. «Nosotros estamos como en el 1810, nadie nos escucha. Tenemos un equipo de computación de última tecnología, pero no hay Internet en la escuela. Es un sinsentido», reconoce Liliana.
La familia, presente
Con algún volantazo, se logra llegar al caserío. La escuela es hermosa, rodeada de árboles, colas de zorro y juegos infantiles. «La presencia de las familias es fundamental. El día de inicio de clases vienen hasta los abuelos a ver a los niños, recorren grandes distancias. La familia está muy presente en la escuela rural. Cuando se rompe algo, enseguida están los padres para arreglar», cuenta Liliana.
«No es fácil llegar a veces, en invierno es todo un charco», afirma Graciela. «A mí me encantaría que la gobernadora pueda venir por estos caminos. Yo sé que ella hace timbreos, bueno, acá en el campo no tenemos timbres, pero las tranqueras están abiertas. Es muy importante que venga y vea la realidad que se vive en los pequeños pueblos», reflexiona Liliana, deseando suerte para llegar a la Escuela 4.
Don Cipriano parece una ilusión, unas casas, la escuela, una capillita, la estación de tren en ruinas, y de nuevo el camino real que abraza la pampa aturdida de polvo. En el campo las referencias son los montes, esas islas de árboles que se ven por el camino. «Atrás de aquel está Los Jagüeles, es imposible perderse», afirma un gaucho montado a un zaino, con un séquito de perros leales. A lo lejos se ve el edificio rodeado de campos sembrados de girasol. Sin figurar en el mapa, el paraje es la escuela. Acá no hay casas, sino familias que viven en campos alrededor del establecimiento.
«No ha quedado nada, todo se ha vaciado», se presenta Jorge, el casero de la Escuela N° 4 «Manuel Belgrano», que se hizo popular en estos días en Chascomús por la noticia de su cierre. Reunidos entorno al mástil donde flamean las banderas nacional y bonaerense, un puñado de personas, no más de cinco, la directora y el intendente ven entrar a los tres alumnos al aula.
«El 15 de febrero me avisan que la escuela va a cerrar, el 28 se les comunicó a las familias», comenta Patricia Pérez, directora y docente de la escuela en donde uno de sus alumnos, es su hijo. «El año pasado terminamos con dos alumnos. Pero una familia se instaló cerca y con eso tenemos el aumento de la matrícula asegurada», explica. Ella misma se formó en una escuela rural. El argumento del gobierno fue que la escuela no tenía matrícula suficiente. «Va variando. Las familias en el campo se trasladan por trabajo, hoy vienen tres, y en unos meses tenemos nueve alumnos», explica el intendente.
«La noticia nos impactó muy fuerte, acá estamos muy retirados de todo y de todos. Hace 40 años que esta escuela forma parte de mi familia, acá vine yo, mi hermano mayor y ahora mi hija. Los funcionarios no tienen noción de las distancias en el campo, tampoco conocen cómo es vivir y transitar por caminos rurales», aclara Gustavo, uno de padres que logró que la escuela continuara abierta.
Algunos llegan en tractor, otros en 4×4, únicos vehículos que pueden domar las huellas. Todos se unieron junto a Patricia y fueron hasta la municipalidad para pedirle al intendente que haga todo lo posible para que no cierre la escuela. La fuerza y la insistencia lograron preservarla del abandono. «La decisión de cerrar la escuela estaba tomada y la bajada de línea era que de eso no se habla. Gracias a los padres, de eso sí se habló y hoy la escuela está dando clases», resume Gastón.
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