Nota del diario La Nación – Una seguidilla de suicidios sacude nuestra ciudad y la madre de una víctima tiene una misión: evitarlos

Desde 2020, hubo un total de 20 suicidios: 16 varones y 4 mujeres – En lo que va de 2023, 6 personas se quitaron la vida – La tasa nacional de suicidios de 6,2 cada 100.000 habitantes En Chascomús en 2020, fue de 13,9; en 2021, de 11,6; en 2022 de 6,9; y en lo que va de 2023 ya la duplicó, con 13,9.

El diario La Nación de Capital Federal, publicó una nota de la periodista Delfina Celichini sobre la seguidilla de suicidios que sacude nuestra ciudad.
A continuación publicamos el artículo.
“La plaza El Algarrobo, de la ciudad de Chascomús, estaría vacía de no ser por la presencia de dos mujeres y algunos perros. Pero de pronto, por las calles de tierra adyacentes, comienzan a aparecer una moto, bicicletas, algunos autos y personas a pie. La convocatoria, difundida por redes sociales, estaba prevista para las 18, y pasados algunos minutos del horario pautado, el grupo comienza a formarse.
Hay madres, parejas, esposos, hermanas y amigos. Algunos se acercan por primera vez, otros ya lo hicieron rutina. Muchos traen mate, galletitas y torta en tuppers, que hacen circular entre los presentes. Hay quienes hablan y saludan, y hay quienes no pueden emitir sonido, solo se sientan en banquitos que trajeron de sus hogares y permanecen con la mirada perdida.
“Hola ma”, se escucha cada vez que un adolescente se suma a la plaza. Tienen alrededor de 18 años y son todos amigos de Tadeo, el hijo de Milagros Larraula (42), que el 15 de septiembre de 2020, y con 16 años, se quitó la vida. A partir de ese momento, y a pesar del dolor de una pérdida tan grande, Larraula fundó casi espontáneamente TADE ES, una organización con la que se propuso ayudar a todas las personas que no encuentran con quién hablar de su sufrimiento. Su objetivo es evitar que opten por la decisión que tomó su hijo y, por ello, los adolescentes la adoptaron como una segunda madre.
En el Censo 2022, la ciudad registró un total de 42.914 habitantes. Desde 2020, hubo un total de 20 suicidios: 16 varones y 4 mujeres. En lo que va de 2023, 6 personas se quitaron la vida.
A pesar de que no hay estadísticas oficiales, ya sea de la provincia de Buenos Aires o de la municipalidad de Chascomús, los datos surgen de TADE ES. Luego de perder a su hijo, Larraula comenzó no solo a trabajar en la prevención y posvención de estaproblemática sino que, además, registró cada caso consumado.
Según el último informe anual del Ministerio de Salud de la Nación correspondiente a 2021 titulado “Estadísticas Vitales”, que contiene la información de todos los acontecimientos relacionados con el comienzo y fin de la vida de las personas, hubo 2865 suicidios durante ese año en la Argentina. Esto supone una tasa nacional de suicidios de 6,2 cada 100.000 habitantes.
En Chascomús esa tasa es superada desde que se tiene registro. En 2020, fue de 13,9; en 2021, de 11,6; en 2022 de 6,9; y en lo que va de 2023 ya la duplicó, con 13,9.

Una comunidad organizada
“El momento cero que arranqué con TADE ES fue después de que llevamos el cuerpo de Tadeo al cementerio y le dije ‘andá tranquilo, acá vamos a estar todos bien, andá a la luz, te amamos’. Durante esos primeros días después de su suicidio, me di cuenta de que afuera de mi casa había muchos adolescentes de la misma edad que mi hijo que no sabía si estaban tristes o angustiados. Quería sanar y que sus amigos no se sintieran culpables como me sentía yo”, recuerda Larraula, en diálogo con La Nación.
A partir de la charla con los adolescentes, de la intervención de los profesionales de salud del Centro de Día municipal, y de la iniciativa de Larraula y los jóvenes, surgieron los encuentros de los martes en diferentes plazas de la ciudad de Chascomús. Un psicólogo y un psiquiatra acompañan esas reuniones, a las que se acercan no solo los amigos de Tadeo, sino cualquier otra persona que tenga una pregunta, que quiera contar lo que está transitando, o que simplemente quiera escuchar o sentirse acompañado.
“Lo pensamos como una forma de descontracturar el pedido de ayuda, para sacar a los profesionales del consultorio, para que el proceso de hablar sea más ameno y que a partir de este primer encuentro puedan llevarse una cita formal con los especialistas”, explica Larraula, que define esta parte del trabajo como la prevención.
Desde el lugar de madre, además, trabaja en la posvención. Es decir, el acompañamiento de quienes quedan luego de un suicidio, especialmente del círculo más íntimo de la persona que se quita la vida. “Busco a la mamá, el papá, la esposa, el esposo y me presento, les digo que sé lo que están pasando y que quiero acompañarlos. Trato de hacer lo que hicieron conmigo”, señala la fundadora de TADE ES.
A partir de la necesidad de encontrar paz luego de la muerte de Tadeo, Larraula mandó un mail a un grupo de ayuda para padres y madres de la ciudad de La Plata que perdieron a sus hijos en diferentes circunstancias. Unos días después, recibió un llamado y fue así como Edgardo, el padre de Gastón, la empezó a acompañar.
“Todas las personas que se suicidan son hijos e hijas de alguien, y merecen respeto y amor. El suicida es llamado egoísta o cobarde, pero ninguna de estas personas buscó hacerle mal o joderle la vida a nadie, solo que no pudieron con su sufrimiento”, enfatiza la fundadora de TADE ES.
Desde que comenzó a trabajar con esta problemática logró que el Concejo Deliberante local apruebe una reglamentación sobre cómo dar la noticia en los medios de comunicación, así como el establecimiento del 1° de junio –el día del cumpleaños de Tadeo– como el de la prevención contra el suicidio, identificado con un listón amarillo.
Este año será el segundo 1° de junio que se conmemora, en el que habrá talleres, charlas y jóvenes que hagan freestyle, la disciplina musical en la que se pone a prueba la habilidad de rapear de manera improvisada, que Tadeo desempeñaba.
“Que la comunidad reaccione como lo hizo esta mamá es brillante”, destaca Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas José de San Martín.
“Es muy positivo que una persona que se sienta mal pueda acercarse a un psicólogo o un psiquiatra por fuera del consultorio y, así, despatologizar la atención”, suma la especialista respecto de los encuentros que TADE ES organiza en las plazas de la ciudad.
Enfatiza que el trabajo de acompañamiento luego de una situación de suicidio es clave: “Si bien hay cierto repliegue, es muy necesaria esa presencia del otro. El trabajo de esta mamá es reparador no solo para ella, sino para toda la comunidad”.

La salud y el estigma
“Cada caso nos parece alarmante”, indica a La NaciónMarcela Arias, secretaria de Salud Pública de la municipalidad de Chascomús, que explica que el Estado municipal trabaja en los determinantes sociales que llevan a las situaciones de suicidio desde una perspectiva de salud mental comunitaria y con un abordaje ambulatorio.
Según precisó, la ciudad cuenta con un hospital municipal con una guardia que funciona las 24 horas con posibilidad de internación. Esto se suma a los seis Centros de Atención Primaria de Salud (CAPS) que, según la funcionaria, “son la esencia del trabajo comunitario”, y un Centro de Día que funciona de lunes a viernes desde 2019, con un equipo interdisciplinario cuya función es evitar internaciones por salud mental en hospitales monovalentes.
Carlos Tisera, psiquiatra infantojuvenil, coordinador del Centro de Día y uno de los profesionales que acompaña a Larraula y a los adolescentes en los encuentros de todos los martes en las plazas de la ciudad, señala a La Naciónlas dificultades que supone el estigma o la mirada del otro en una comunidad pequeña como Chascomús.
“El dato de un nuevo suicidio pasa muy rápidamente a la ciudadanía, a la que se le genera una incógnita que deriva en una búsqueda de explicaciones y culpables, que son conjeturas que inundan las horas posteriores al hecho. Eso genera un bullicio imposible de parar que es muy perjudicial, en el que nadie se siente interpelado, y todos señalan a la madre, al padre, al hijo, al hermano, a la pareja, o a la expareja”, explica el psiquiatra infantojuvenil, quien detalla que el suicidio es una respuesta definitiva para un sufrimiento que es temporal. “Es una terrible lucha interna entre resolver el dolor, la angustia, el sufrimiento, y vivir”, detalla.
De esta manera, las conclusiones especulativas que determinan un por qué terminan erosionando aún más ese tejido social, golpeado por una nueva pérdida. “Son afirmaciones que rápidamente dan sentido, pero que estigmatizan aún más a los que quedan. Por lo tanto, estamos en un momento en el que nos cuesta mucho que la comunidad se apropie de un modo compasivo y empático del sufrimiento del otro. Eso genera un vacío para quienes necesitan ayuda, y que muchas veces no se animan a pedirla”, subraya Tisera.

“Hay que hablarlo”
“El último caso me impresionó mucho porque era empleado de la remisería que utilizaba mi familia y no parecía una persona triste o deprimida”, comenta Jael a La Nación, una moza de una cafetería tradicional del centro de Chascomús con piso damero y ventanales a la calle. “No se habla mucho del tema, pero todo el mundo sabe”, suma la joven.
Nora Fontana, psicóloga especializada en tanatología y suicidología, y vicepresidenta del Centro de Asistencia al Suicida Buenos Aires (CAS) explica la razón por la que la palabra y la escucha son tan importantes en estos casos: “El suicidio es un flagelo en aumento en todo el mundo. Siempre hay que hablar del tema porque salva vidas. Hay que explicar que le puede pasar a cualquier persona que tiene una tristeza profunda. Hay muchos mitos alrededor del suicidio y es importante revisarlos. Una persona no se quiere matar, sino que quiere huir del dolor, y siempre hay soluciones para el dolor, si se habla”.
Mariano Berisvil es el representante legal del colegio Inmaculado Corazón de María, de Chascomús. Es una institución tradicional de la ciudad, a la que asisten alrededor de 1300 alumnos de los niveles de inicial, primaria y secundaria. Durante 2021, tres suicidios sacudieron a su comunidad educativa: dos exalumnos de 18 y 19 años de la misma promoción, y un padre de un estudiante de primaria.
Con la primera situación trágica, en marzo de 2021, el colegio se paralizó. “Se hizo una misa, se mandó una nota a las familias y se siguió con las clases. Volvimos el lunes y no se habló más del tema”, detalla Berisvil a La Nación, quien indicó que a pesar de que Tisera se acercó para trabajar en la posvención y sostener a los compañeros del exalumno con espacios de escucha y reflexión, hubo mucha resistencia de las autoridades y docentes de la escuela de sumarse a esos encuentros.
“Los docentes nos manifestaban que no estaban capacitados para esos eventos, pero yo les decía que era ser humanos y escuchar. No dar recetas mágicas, solo ser receptivos a lo que los chicos querían manifestar”, recuerda el representante legal.
Ante los siguientes hechos de suicidio, el trabajo de Berisvil y Tisera se intensificó: “Junto a Carlos diseñamos algunas estrategias para que la escuela corte por un día. Pensamos estrategias para cada nivel, y convocamos a exalumnos de esa promoción doblemente golpeada, junto a sus familias”.
Durante ese encuentro, los jóvenes pudieron manifestar lo que sentían, y fueron categóricos al hablar del abismo que los separaba de los mayores. “Vemos adultos que no lloran, que no nos escuchan y que no nos pueden acompañar. No sabemos qué les pasa”, manifestaron los adolescentes, según recuerda el representante legal.
“Los que no abordan el tema lo terminan amplificando. Cuando un tema es tabú, es monstruificado y las personas que están pasando por una situación de mucha tristeza se sienten más solos. Si hay un chico que está deprimido, o tiene pensamientos intrusivos de autoagresión, esa persona se quedó sin escucha, más triste y con menos salida”, explica Ongini.
A lo largo de estos últimos años, el colegio está en proceso de cambio. Ante una situación tan desafiante, Berisvil destaca que están propiciando “de todas las maneras posibles” cómo hacer una escuela de escucha y cómo acompañar esos procesos de cambio en los adultos de la escuela. “Hay que problematizar lo que se hace desde siempre”, repite.
Fernanda Coronel es mamá de Valentín, uno de los exalumnos del colegio Inmaculado Corazón de María, que se suicidó en 2021. “Era un pibe feliz, que a la vista de todos parecía feliz, con una capacidad intelectual muy importante. Había sido el mejor promedio de toda su secundaria y mejor compañero durante todos los años”, recuerda Coronel, quien destacó que el acto de egresados fue “formidable” porque Valentín había sido protagonista: “Era una medalla tras otra y él estaba feliz porque había logrado egresar y con cantidad de reconocimientos. Tocaba el piano, cantaba, era un pibe como cualquier otro”.
Coronel destaca en diálogo con La Naciónque el mismo día de que se enteró del suicidio de su hijo tomó contacto con TADE ES. “Estaba sentada al lado del cuerpo de mi hijo y me entra un mensaje de texto de Milagros Larraula. Además, desde el estado municipal, un montón de gente que trabaja en el Centro de Día, psiquiatras y psicólogos, se pusieron a mi disposición”, recuerda.
Y agrega: “Cuando uno se enferma del cuerpo hay alertas, pero en este caso no las hubo. Hacía tres días que estaba en Buenos Aires, y si bien había manifestado que estaba triste por la situación, uno piensa que tiene que ver con el paso a otra etapa. No lo logro aceptar y sigo sin entender. Sigo leyendo la carta que nos dejó que empieza diciendo: ‘Sí, me fui’, y ese comienzo me deja muchas puertas abiertas de que si en realidad se quería ir, o no”.
Pablo, el padre de Valentín, recuerda notar a su hijo un poco triste. Sin embargo, indica que en ese momento pensó que se debía a cuestiones normales que estaba transitando en su nueva vida en Buenos Aires. “No lo voy a entender nunca. Recién ahora estoy en condiciones de ver fotos del pasado y recordar. Fue muy difícil, pero siento que esto que pasó me tiene que ayudar a ser mejor persona”, indica Pablo a La Nación”. (Fuente La Nación – Delfina Celichini)