Mensaje del señor Obispo
Queridos hermanos y hermanas:
“Anuncien a todos los pueblos y díganles: Miren, Dios viene, nuestro Salvador” (Antífona de Adviento).
1) Entramos en el Adviento: tiempo, camino y actitud. Es el tiempo que nos prepara a la Navidad. Es el camino que recorremos como Pueblo de Dios atraídos por el “Dios que viene” y que nos lleva a caer de rodillas ante el pesebre para adorar su Presencia y contemplar su Rostro. Es la actitud que hace de nuestra vida un adviento porque Dios viene siempre, nos abraza con su Amor que salva y consuela y hace nacer la esperanza.
Esperamos al Dios que viene y se deja encontrar, así nuestra espera se transforma en un ir a su encuentro y del corazón de la Iglesia surge la invocación: “¡Ven Señor Jesús!”; “Ven, Señor, a visitarnos con tu paz; tu presencia nos llenará de alegría”; “Ven Señor, a transformar nuestros corazones, para que en el mundo se difundan la justicia y la paz”.
“Hoy nos ha nacido el Salvador, queridísimos, no hay lugar para la tristeza en el día que nace la vida” (San León Magno, Sermón de Navidad).
2) En nuestro camino hacia la Navidad, los argentinos encontramos amenazada la alegría que trae la vida. Este año en el que la pandemia del COVID-19 está sacudiendo a la humanidad entera y a nuestra Patria aún con la incertidumbre de imprevisibles consecuencias y la profundización de una crisis social, sanitaria y económica, familiar y educativa, política y cultural, que pone de manifiesto la fragilidad de todo el tejido social, el Poder Ejecutivo Nacional ha enviado al Congreso el proyecto de ley para la legalización del aborto, realidad sensible que no solo divide sino que también enfrenta a los argentinos.
Aunque he escrito a la Diócesis y hablado sobre el tema en muchas ocasiones en todas las comunidades, no puedo dejar de compartir con todos ustedes algunas reflexiones.
Ante todo los invito a tener una mirada completa sobre la verdad del aborto. Evitando quedar encerrados en una mirada ideológica que parcializa y recorta deliberadamente el drama del aborto, negando la realidad de la vida humana no nacida.
El aborto siempre será una violencia contra la mujer y la muerte de un inocente.
Se hace necesaria la comprensión ante la angustia de un embarazo no buscado y, más aún, la compasión cuando llega por la experiencia terrible de una violación y abuso hacia la mujer.
Se hace necesario también ver la vida nueva, única, irrepetible al mismo tiempo débil e indefensa y que tiene derecho a nacer, tiene derecho a vivir.
En el cuerpo de la mujer hay un “otro”, ¿quién tiene derecho a disponer de esa vida? Y en este sentido nos hace preguntarnos el Papa Francisco: “¿es justo eliminar una vida para resolver un problema?”
Debiéramos hacer un esfuerzo por visibilizar la crueldad de un aborto. Si no hemos tenido la experiencia directa de una ecografía, preguntemos a quienes la vivieron qué experimentaron al contemplar la maravilla de la vida en ese pequeño corazón que late y que posee un nuevo ADN, la misma secuencia genética que tendrá al nacer y durante toda su vida. Esa es la vida humana que el aborto destruye.
Antes de decidir descartar una vida debiéramos pensar en todas las posibilidades de prevención. Se hace cada vez más urgente e impostergable la decisión política para terminar con la pobreza estructural que suma generaciones de excluidos y que constituye la verdadera deuda social de nuestra democracia. Pobreza económica y social que se refleja gravemente en las carencias de un sistema de salud fragmentado e injusto que no acompaña de manera eficiente y equitativamente en todo el país a las mujeres con los adecuados controles de embarazo y parto. Como también la falta de una educación sexual integral, que sea una educación para el amor y para la paternidad y maternidad responsables; teniendo también presente el abrir caminos accesibles para la adopción.
Tengamos claro que al hablar del aborto no estamos hablando de religión sino de dignidad. No es un tema religioso. El jurista y filósofo italiano Norberto Bobbio, laicista y nada cercano a la Iglesia, decía en relación al aborto: “Me sorprende que los laicos dejen a los creyentes el privilegio y el honor de afirmar que no debemos matar”.
Estamos hablando de la dignidad inviolable e incomparable de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, los ciudadanos tenemos derecho a esperar que brille la sabiduría y la responsabilidad en nuestros legisladores y políticos, para que la ley defienda siempre a los más débiles y así construya el bien común.
La democracia se apoya en arenas movedizas cuando los poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) por acción u omisión se llevan puesta la Constitución Nacional, los Tratados Internacionales sobre los Derechos del Niño y los Derechos Humanos, como así también cuando ignoran y niegan los datos y avances de la ciencia, particularmente la genética, sustituyéndolos por relatos o ficciones sobre un hipotético inicio arbitrario de la persona humana según sea deseada o no.
Me dicen algunos que es una batalla perdida, respondo que no dejaré de darla porque la misión de crear conciencia sobre la dignidad inviolable de la vida humana no termina nunca. Por eso nunca será oportuno pretender que sea un derecho matar a un inocente. Cada día agradezcamos a nuestros padres que nos hayan dejado nacer.
“Oren sin cesar” (1 Tes. 5, 17)
3) Hace pocos días el Papa Francisco nos recordaba que la oración puede cambiar la realidad y transformar los corazones.
El próximo 8 de diciembre en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María y la Clausura del Año Mariano Nacional, los Obispos argentinos hemos llamado a que en todo el país y en todos los lugares donde se celebre la Santa Misa ese día, se eleve una confiada plegaria por el cuidado de la vida no nacida y se rece también la oración de San Juan Pablo II por la vida.
Les pido que en la Diócesis estemos unidos en una ininterrumpida oración por la vida, personal y comunitariamente, participando de la Eucaristía, rezando el Santo Rosario y realizando Horas Santas y la Oración del Cerco de Jericó; además de que ésta sea la intención única en este tiempo en las Capillas de Adoración Permanente. Oración que confío también a nuestras monjas carmelitas.
Nuestra fe en el Dios de la vida, la dignidad de hijos y la misión de fraternidad nos lleva a agradecer, elegir y anunciar el don maravilloso de la vida, lleno de gratuidad y belleza, cuya aceptación es siempre signo de esperanza que nos orienta para hacer una sociedad más humana.
A los que no creen les pido que unan a esta oración sus sentimientos y la bondad de sus corazones que aman la vida.
Los abrazo y bendigo de corazón en Cristo y María Santísima.