Al cabo de una semana difícil, con ruido político de fondo auto infligido, el gobierno de Axel Kicillof quedó en un punto paradójico: evaluó como exitoso en endurecimiento de la cuarentena en el conurbano, pero al mismo tempo concluyó que ya no hay espacio social para prolongar la medida. Por eso, es probable que la vuelta a la fase 3 que se disponga el próximo viernes 17 contenga algunas excepciones más que las que tenía su versión original.
El debate por el diseño del futuro inmediato en el AMBA se da en un clima de cansancio social que las encuestas objetivizan para la Casa Rosada. Una da Aresco, que ayer fue depositada sobre el despacho de Alberto Fernández, marca que un 44% de los consultados de la provincia acepta los riesgos de una cuarentena más flexible, y que un 16% directamente pide levantarla del todo. Un pilar de ese hartazgo es la asfixia económica.
“Es insostenible seguir con las cosas como están”, dicen tanto en La Plata como en la CABA. Pero es una coincidencia que no excluye tensiones. Algunos apuntan al ánimo aperturista de Horacio Rodríguez Larreta, que juzgan nuevamente exacerbado. Es lo que creyó entender, en todo caso, un grupo de intendentes a quienes Kicillof les trasmitió su irritación por la filtración de la idea de la “cuarentena solidaria”, que haría recaer todo el peso del riesgo sanitario en Provincia.
En paralelo, Larreta comenzó a soportar una mayor presión para que profundice su distancia relativa de Alberto Fernández y de Kicillof. A María Eugenia Vida, que quiere volver a ser la interlocutora privilegiada del Gobernador, le pasa lo mismo. Una muestra evidente fue la abierta amenaza de Lilita Carrió de romper la Coalición si continúan lo que ella considera que son coqueteos contraproducentes contra un gobierno que describe como peligroso.
Por ahora, el cálculo de costo beneficio parece aconsejarle la cercanía presidencial a Larreta. Es menos nociva que el enojo de “Lilita”. Aunque no habría que descartar alguna apertura algo mayor que rompa un poco la uniformidad de la cuarentena en el AMBA. Una señal para afuera y, también, hacia adentro. En PBA, aunque en público critiquen, no les parece mal. Por tres motivos: 1) Si Larreta hace eso es porque los contagios empiezan a mermar en CABA, lo que según el modelo de evolución del virus actual implica que poco después haga lo mismo en el Conurbano. 2) Aunque lo hayan hecho callar, en La Plata sigue creyendo en el diagnóstico de Daniel Gollán: la que irradia contagios es la ciudad. 3) El modelo final no será tan diferente: toda la industria y buena parte del comercio volverán a abrir. “¿Qué más puede habilitar las ciudad, los runners?, se preguntan en la Gobernación. Y se responden, luego de culparlos de todos los males, que apenas son un elemento ejemplificador, sin valor epidemiológico.
Hay un motivo adicional para avanzar con la flexibilización más allá de las diferencias: no está descartado que después haya que volver a cerrar, por lo que la recomendación es darle cuando se pueda un respiro a la gente. Mejor si es permanente, pero si no al menos la herramienta del aislamiento se habrá desgastado menos.
Y hay un temor, poco dicho, a avanzar: el que tienen en San Martín, Merlo y José C. Paz, donde ya hay al menos un hospital en cada distrito con camas de terapia al 100%. Los pacientes, por ahora, están pudiendo ser derivados a distritos cercanos con mayor capacidad hospitalaria ¿Y si esos destinos se desbordan? Hay decisión de correr el riesgo. Y un plan: hacer seguimiento más rápido y de contactos estrechos de contactos estrechos de casos no ya confirmados, sino con síntomas. Para eso se necesitan equipos de telemedicina muy aceitados. Se verá si funcionan.
Eterno retorno
Mientras, Sergio Berni volvió a tensar la cuerda con Nación con su “show” sobre el puente La Noria. Al punto que debió ser ratificado, algo que se hizo de manera discreta, sin declaraciones en la prensa, pero que se hizo: al participar de un zoom con intendentes se dio por hecha su continuidad.
Más allá de los remanidos planes electorales detrás de la pasión del ministro por la sobreexposición, hay tres datos a tener en cuenta. 1) Salvo en la primera de las crisis que provocó, Cristina Fernández no pidió por él. 2) Kicillof está cansado de algunas cosas en las que Berbni se manda solo. En el puente, terminó por desbaratar un plan aplicado con toda intención: ralentizar el tránsito a propósito para disuadir desplazamientos. Pero el gobernador no tiene quién lo reemplace. 3) Los intendentes están enojados casi en términos de espíritu de cuerpo con sus toreos a Osvaldo Cáffaro (Zárate) y Juan Zabaleta (Hurlingham). Y con sus apariciones en el terreno solo cuando están las cámaras. Pero Berni sigue siendo un elemento de contención política “por centro derecha” para la que ellos tampoco tienen reemplazo. (DIB – Por Andrés Lavaselli)