Tres episodios abren el juego al reinicio de la política «clásica», tras 65 días de pausa por la cuarentena. El aislamiento no terminó, pero la paz sí
Luego de una pausa pública que duró por lo menos 65 días, los que median entre el momento en que se publicó el decreto nacional que puso en vigencia la cuarentena hasta el último anuncio de su extensión, realizado en una tensa conferencia de prensa por Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta de hace una semana, la política bonaerense parece haber entrado en una fase incipiente de descongelamiento.
Las críticas del Gobernador a la política sanitaria de su antecesora, María Eugenia Vidal, durante aquella presentación en Olivos pueden funcionar como la mecha que encendió ese proceso. El equipo de Kicillof mandó a pedir el video de esa noche y realizó un cotejo con otros que registran ocasiones similares. Concluyeron que el Gobernador no usó un tono más duro que otras veces.
Poco importa: el vidalismo lo entendió –con derecho- como un ataque y montó la primera respuesta pública y coordinada al gobernador desde los cruces por la ley impositiva, cuando el coronavirus ni siquiera era una sospecha. Un detalle significativo: los que asumieron la carga de la respuesta política a Kicillof fueron los intendentes y legisladores de PRO, con poco involucramiento de los representantes del radicalismo.
Desde ese momento, la intensidad de los cruces solo aumentó. Y como es lógico, la pandemia fue el centro en torno al que se organizó el escenario. El movimiento más evidente lo hizo la ministra de Gobierno, Teresa García. No tanto porque haya rechazado un pedido de un grupo de intendentes opositores del interior para flexibilizar la cuarentena en sus distritos. La cuestión es el trasfondo que atribuyó a su reclamo.
García, que es la principal voz política –junto con Sergio Berni- del Ejecutivo después del Gobernador, señaló que los pedidos de vecinos por una “cuarentena inteligentes” más abierta se producen, por regla general, en distritos gobernados por intendentes opositores. La correlación que plantea la Ministra es una forma indirecta de sugerir causalidad: no es el hartazgo o la necesidad, sino la articulación política de los alcaldes los que empuja a los vecinos a la calle a protestar, sería su razonamiento. Pero el objetivo de García no son los intendentes, sino Vidal, a la que busca ubicar en las bambalinas de la agitación que denuncia.
La Exgobernadora apareció en un video de zoom en el que arenga a militantes patagónicos de PRO a activarse en modo electoral. Es cierto que ella viene realizando reuniones de este tipo, mientras insiste en evitar el primer plano. Un poco al modo de CFK en 2016. Pero el hecho de que las imágenes hayan sido filtradas necesariamente por alguien invitado a ese evento le dejó el argumento servido al gobierno.
Otra escena que comienza a agitarse es la radical. Martín Lousteau dará mañana el primer paso de su desembarco bonaerense. Será una charla virtual sobre militancia y poder, a cargo tres mujeres que le darán tono feminista. Ya sirvió para estrenar cartelería web con la marca “Evolución Radical Buenos Aires”.
La evolución que planea Lousteau es arrebatarle el control del partido en la provincia a Daniel Salvador, su actual titular. El armado es muy incipiente –Pablo Domenichini es el articulador- y el candidato Gustavo Posse. La idea es usar el perfil alto y la voz mediática potente Lausteau para expandirse. Y trabajar sobre los disconformes con el rol de la UCR en el gobierno de Vidal, que no son pocos.
Del otro lado
Una tercera escena de reactivación política tiene que ver con el juego al interior del oficialismo. El viaje de Fernández a La Plata el martes para anunciar un plan de obras públicas junto a Kicillof fue leído en sincronía con la tensa presentación de dos días antes en Olivos. Algo de eso tuvo: los intendentes de Juntos para el Cambio, que el viernes habían sido invitados y dado el sí, amagaron con un desplante y recién confirmaron cuando tuvieron claro que iba el Presidente.
Pero al mismo tiempo, para ellos, y también para los oficialistas, el mensaje fue el mismo: los anuncios –el manejo, los fondos- de la provincia, aunque se hagan con recursos nacionales, corren por cuenta del Gobernador. El notable incremento de la presencia de Máximo Kirchner en todas las actividades de la provincia, que es todo menos casual, va en el mismo sentido: cerrar fisuras en el manejo de la provincia en su momento más crítico, cuando el pico de casos de coronavirus parece estar a la vuelta de la esquina. (DIB – Por Andrés Lavaselli) AL